Roma: Declaración de intenciones
26 de julio de 2006El anfitrión de la conferencia internacional de Roma, el ministro de Relaciones Exteriores italiano, Massimo d'Alema, ya había intentado reducir las expectativas antes del encuentro. "Esta no es una conferencia de paz", habían indicado su portavoz. Así, a la hora de presentar los resultados, no tuvo que enfrentar reproches ni lamentar fracasos. La canciller alemana, Angela Merkel, incluso se mostró satisfecha, indicando que se había dado un primer paso importante, al que deberán seguir otros más. También el jefe de la diplomacia germana, Frank Walter Steinmeier, consideró un éxito el que se hubiera superado el shock político inicial que paralizó a la comunidad internacional.
Magros resultados
Sin embargo, si lo que se esperaba era una señal clara y contundente para poner inmediato coto a la violencia en el Líbano e Israel, no se puede sino sentir decepción. La declaración conjunta emitida en Roma, de partida, se quedó muy por debajo de lo que solicitaba el secretario general de la ONU, Kofi Annan, al igual que los anfitriones italianos, el ministro de Relaciones Exteriores francés y los países árabes participantes: un llamado perentorio al cese de las hostilidades. En cambio, el documento se limitó a consignar que los participantes intercederán "con la mayor urgencia posible a favor de un alto el fuego que ponga fin a la actual violencia". Aparte de subrayar que se requiere una "paz duradera y sostenible", la declaración habla del desarme de todas las milicias, sin mencionar expresamente a Hezbolá.
Es una respuesta que suena a poco tras escuchar los dramáticos llamamientos del primer ministro Libanés, Fuad Siniora, quien advirtió: "cuanto más tiempo dilatemos el alto el fuego, más destrucción veremos y más ataques contra civiles en el Líbano". En lo que sí hubo acuerdo básico es en cuanto a la necesidad de configurar una tropa internacional, bajo mandato de la ONU, que pueda velar por el resguardo de la paz. Pero hasta que ella sea una realidad se requiere dilucidar una larga serie de aspectos relacionados con sus atribuciones y composición. Y, antes que nada, se necesita un alto el fuego que resguardar, es decir, un acuerdo entre las partes en conflicto.
Premisas difíciles de cumplir
Tal premisa dista de estar cercana a cumplirse. Israel pretende seguir con su ofensiva y piensa ahora en erigir una zona de seguridad de unos dos kilómetros en el sur del Líbano, aunque no se ha dicho cómo habría de resguardarla. Hezbolá, por su parte, tampoco da señas de deponer su actitud, y menos de estar dispuesta al desarme. No obstante, el debate acerca de la tropa multinacional ya está en marcha y varios han tomado la palabra. Por lo pronto, el presidente de Francia, Jacques Chirac, se opone a la idea israelí de que la misión esté encabezada por la OTAN, aduciendo que en el mundo árabe la Alianza Atlántica se asocia fuertemente a los intereses de Occidente. También en Alemania se han planteado reparos a esa posibilidad.
Queda entonces, como punto concreto a destacar de la conferencia, la decisión mancomunada de brindar ayuda humanitaria a los libaneses y la propuesta de convocar a una conferencia de dadores que puedan aportar financiamiento para reconstruir la infraestructura devastada. Pero tampoco en este punto los efectos serán inmediatos. Así las cosas, todos han prometido continuar sus esfuerzos. La Unión Europea, por ejemplo, anunció el envío de emisarios al Medio Oriente y también comenzarán a moverse las cosas en el Consejo de Seguridad de la ONU, en la convicción de que es necesario incluir a Siria e Irán en la búsqueda de una salida a la crisis. Los participantes abandonan pues Roma con una lista de tareas por cumplir. Son las mismas que ya estaban sobre el tapete antes de la reunión.