Romanticismo en el hielo
9 de marzo de 2007Los hoteles iglú son el último grito en el mercado de las vacaciones de invierno, una original fórmula turística para sacar partido a las gélidas temperaturas. Alemania no podría ser menos en esta moda. En invierno, cuando se inicia la temporada de deportes de nieve, muchos se acercan a la estación de esquí de Zugspitze, la montaña más alta del país con cerca de 3000 metros. Pero lo que la mayoría desconoce es el poblado iglú que se encuentra en la cumbre.
La primera filial de esta oferta turística nació en 1996 en Suiza. Desde entonces, han sido muchas las visitas que han recibido. En la temporada de 2004/05, por ejemplo, se contabilizaron 230 huéspedes. El año pasado la cifra aumentó a 2.100 personas. Los clientes que reciben son principalmente parejas y grupos de amigos. Las edades varían mucho, entre dos y 82 años. Ahora se está poniendo de moda entre los ejecutivos, como lugar de encuentro para celebrar seminarios y reuniones de trabajo.
Construcción e infraestructura
Los iglúes tienen que ser construidos todos los años. Los trabajos comienzan en noviembre y finalizan poco antes de Navidad. Puesto que estas construcciones son efímeras como la nieve, su valor reside, al mismo tiempo, en ser una obra de arte no permanente.
Cada temporada es invitado un esquimal que ejerce de “director artístico”. Éste se ocupa del nuevo diseño de las edificaciones que varían un poco cada año. Osos y lobos polares, focas y ballenas son algunos de los motivos que pueden sorprender al visitante, esculpidos sobre las paredes interiores.
Los iglúes se edifican en tres dimensiones tomando como estructura base el puente romano que da muy buen resultado. Las paredes están, además, fortificadas con varias capas de nieve, de forma que la protección contra los rayos de sol es más eficaz. La concepción y construcción de cada edificación depende sobre todo del emplazamiento.
El poblado está compuesto por aproximadamente 15 iglúes y equipado con todos los lujos. Entre ellos, hay varios dormitorios, suites románticas, una cocina, una despensa, un centro de información, una estancia común y un iglú servicio. Estas construcciones son lo suficientemente grandes como para que el abastecimiento de aire sea el adecuado.
Los pasillos tienen unas dimensiones de 3,6 metros de altura y un metro de ancho. Las habitaciones, a su vez, tienen 4,60 metros de alto por cuatro metros de ancho. Además, la nieve guarda una gran cantidad de aire en su interior y todas las puertas de entrada y de salida (tres en total) son abiertas, con lo que la circulación del aire es fluida.
Concepción de la idea
Esta vez no se le puede atribuir la idea a los alemanes. Lo que aquí fue una novedad en su momento, ya llevaba tiempo funcionando en Suiza. Y es que la idea nació a mediados de los noventa cuando un suizo, Adrian Günter, construyó, junto con un grupo de amigos, un campamento base en Motta Naluns (Scuol), compuesto por tan sólo tres iglúes por aquel entonces. Esta forma les pareció una opción excelente para descansar por la noche y, así, a la mañana siguiente, poder alcanzar la cima en menor tiempo. "Nieve, una sierra nevada y nuestra motivación fueron el pistoletazo de salida para este proyecto".
Los excursionistas que se acercaban a la montaña preguntaban si podían pasar la noche con ellos. La demanda aumentó tanto que decidieron hacer de su iniciativa una especie de hotel para turistas. Con el tiempo abrieron diferentes poblados, entre ellos, éste en Alemania y uno más reciente en Austria. El de Austria se encuentra en Sölden, en la región del Tirol y se prevé un nuevo poblado para el próximo año, también en Austria.
´La idea, sin embargo, tampoco fue originariamente suiza. La pionera fue una empresa hotelera de Laponia, en la localidad sueca de Jukkasjärvi, 200 km al norte del Círculo Polar. El proyecto de crear un hotel de hielo surgió en 1990, tras la buena acogida que tuvo entre el público una exposición de arte en hielo organizada por unos escultores japoneses en el interior de un iglú, a orillas del río Torne. Además de éste, hay también hoteles de hielo en Canadá, Groenlandia, Finlandia y Alaska.
Lo que sí se les puede atribuir a los suizos fue la idea, patentada, que desarrolló Adrian Günter para construir los iglúes. La técnica consiste en dejar varios días un balón de goma gigantesco hasta que éste quede cubierto de nieve. Cuando el grosor de la nieve es lo suficientemente espeso, se fortalecen las paredes y se desinfla el balón.
A la luz de las velas
Ésta es por lo tanto una curiosa opción de pasar unas vacaciones diferentes. Los precios no son muy baratos, varían entre 90 y 190 euros por noche y persona. En el precio se incluye la cena (fondue de queso), el desayuno, la bebida, una botella de champán y el acceso a la sauna y a la piscina (ésta con agua a 39 ºC).
Quizá se pregunte sobre el frío que puede hacer entre estas gélidas paredes. Generalmente, la nieve tiene una temperatura de 0 °C. Cuando duermen personas en un iglú, esta temperatura puede ascender a 2 °C. Como mucho se alcanzan los 8 °C cuando se cocina. Cierto es que los organizadores facilitan el equipo completo con tecnología “high-tech” contra el frío (sacos de dormir, aislantes, etc.) que harán la estancia más cálida, así como vasos calentitos con diferentes infusiones y tés. Muchas parejas deciden pasar una velada romántica aquí, a la luz de las velas y con champán incluido. Eso sí, a semejantes temperaturas habrá que conformarse con besitos de esquimal.
Como anécdota mencionar que, en un artículo del Frankfurter Allgemeine Zeitung, un periódico de tirada nacional, sobre este tema, el periodista se preguntaba hasta cuándo sería rentable este negocio puesto que nadie repetía la aventura, y la causa principal coincidía con la razón misma que les había llevado hasta allí: experimentar una noche entre el hielo.