Rusia en Oriente Próximo, fuerte y débil al mismo tiempo
12 de diciembre de 2017"El hogar les espera, amigos. Les doy las gracias por sus servicios”. El presidente ruso, Vladímir Putin, despedía así este lunes (11.12.2017) a una parte de los soldados rusos destinados a Siria. La puesta en escena, en presencia del líder sirio, Bashar al Assad, era sobria y manifiestamente moderada. A poca distancia de allí se encontraba la máquina que aproximadamente dos semanas antes de Navidad debería llevar a los militares de vuelta a su país. Y pueden volver a casa con la cabeza bien alta, les hizo saber Putin con talante solemne: "Vuelven como vencedores al hogar, con los suyos; padres, esposas, hijos y amigos. La tropa rusa respondió a coro al presidente: "Sirvo a la Federación Rusa”.
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Patetismo y sobriedad, uniformes militares y el finamente tejido traje del presidente: estos contrastes representan los desafíos específicos ante los que se encuentra Moscú en Siria de ahora en adelante. La oposición siria está fuertemente golpeada. La apuesta de Rusia se dirige ahora sobre todo contra los diferentes grupos yihadistas que todavía controlan una parte del noreste del país. Si bien es verdad que han sido ampliamente derrotados, aún podrían reagruparse por completo. La advertencia de Putin fue honesta: "Si los terroristas vuelven a meter su hocico en Siria, les golpearemos como nunca en su vida lo han visto”.
Sin ilusiones sobre Assad
De igual manera que en el plano militar, Rusia también quiere ser una potencia diplomática. Está previsto que tenga lugar este mes el Congreso Sirio de Diálogo Nacional, una conferencia en la que también deberían participar los representantes de la oposición secular siria. Si todo va como Rusia quiere, de ahí debería surgir un nuevo Gobierno. Esa es la receta moscovita para una paz duradera.
Aún está por verse si esto se conseguirá con o sin una imposición de Assad. La revista digital Al-Monitor se pregunta cuánto poder tiene en realidad Rusia a este respecto. "La verdad es que, dos años después del comienzo de la implicación rusa en el conflicto sirio, no está claro hasta qué punto Assad está bajo el control moscovita”. El mandatario sirio ha demostrado ser difícil de controlar o incluso de influenciar como aliado. Según Al-Monitor, en Moscú no se hacen ilusiones obre la lealtad personal de Assad o su ambición de permanecer en el poder.
La hora de los diseñadores y los ingenieros
Por eso Moscú se inclina también por una diplomacia de cooperación con otros Estados, tal y como en el entorno de la conferencia de la ciudad kazaja de Astaná, que Rusia organiza desde hace tiempo de la mano de Teherán y Ankara. Los encuentros en la capital de Kazajistán han contribuido a la creación de cuatro zonas de seguridad para la pacificación del país.
Pese a ello, ahora son necesarios pasos políticos, algo que no pueden hacer por sí solos los países reunidos en Kazajistán. "Si en Astaná se reúne un grupo de países que quiere encontrar una solución para la guerra siria, ello depende de los diseñadores e ingenieros de las conversaciones de paz en Ginebra, que son quienes reconstruirán el país”, afirmó el director general del Consejo Ruso de Asuntos Internacionales, Andrey Kortunov, en declaraciones recogidas por los medios de comunicación.
Pero, para la mayoría de los participantes, la reconstrucción del país depende de las condiciones. "El apoyo de la recuperación y la reconstrucción de Siria requiere un proceso político que conduzca a una transición política honesta, la cual ha de contar con la aprobación de la mayoría del pueblo sirio”, reza el documento de posición de la Unión Europea, Canadá, Turquía y un grupo de países árabes, entre los que se encontraban Emiratos Árabes Unidos y Qatar.
Los frentes de la diplomacia
A este grupo también pertenecen Washington y Riad. Ambos deberían prestar atención a cómo se repartirá el futuro poder político en Siria y qué papel jugará Teherán. Tanto Estados Unidos como Arabia Saudí, así como Israel –que no suscribió el documento–, tienen un enorme interés en que la influencia de Irán permanezca limitada. Los tres Estados, y toda una fila de países detrás de ellos, quieren evitar la creación de un área de influencia que llegue desde Teherán hasta las puertas de Israel.
Por eso no ven con buenos ojos que Rusia haya colaborado con Irán en Siria. Ello, sin embargo, pone a Moscú en una situación complicada. Por un lado, no puede renunciar a la cooperación tanto política como económica con Arabia Saudí, Israel y Estados Unidos. Por otro, este apretón de manos despierta fuerte aversión en Irán: estos tres países son los mayores adversarios de Teherán. Visto así, parece poco probable que Irán dé por perdida la zona de influencia por la que ha apostado. Una resolución en la que tampoco Rusia tiene apenas influencia.
Los desafíos pendientes, por tanto, no son de solución militar, sino política. Esta constelación se reflejó en el discurso de Putin para despedir a sus soldados en Siria. La mayor parte de los militares rusos se marchan. El asunto queda en manos de los diplomáticos. Directamente tras la ceremonia, Putin se dirigió a El Cairo y posteriormente a Ankara. La presión ya no sale de la olla siria.
Autor: Kersten Knipp (EAL/ERC)