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Rusia hace nuevas promesas a Occidente

Luna Bolívar8 de septiembre de 2008

La Unión Europea envió a Moscú su comitiva de honor y parece haber conseguido del Kremlin lo que fue a buscar, o al menos algo que presentarle a Georgia en unos tiempos nada fáciles para el recadero.

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Los presidentes ruso, Dmitri Medvedev (izq.), francés, Nicolas Sarkozy, y de la Comisión Europea, José Manuel Barroso, juntos en Moscú.Imagen: AP

Rusia retirará todas sus tropas de Georgia en el plazo de un mes. A cambio, la Unión Europea enviará 200 observadores a la región para que controlen los corredores erigidos en torno a las provincias separatistas Abjazia y Osetia del Sur. Y para el 15 de octubre queda convocada en Ginebra una conferencia internacional, cuyos participantes estarán llamados a debatir sobre el futuro del Cáucaso.

Éstas son las buenas intenciones con las que la alta diplomacia comunitaria abandona Moscú. Nicolás Sarkozy, en calidad de presidente de turno de la UE, Javier Solana, responsable de las relaciones exteriores de la Unión, y José Manuel Barroso, presidente de la Comisión Europea, siguen camino hacia Tiblisi. La delegación tiene previsto encontrarse mañana con el presidente georgiano, Mijail Saakashvili, a quien le serán presentadas las concesiones extraídas a Moscú.

Una de cal, y una de arena

Russland EU Frankreich Nicolas Sarkozy bei Dmitri Medwedew in Moskau
Dmitri Medvedev y Nicolás Sarkozy.Imagen: AP

“En la situación actual, no queremos que las relaciones con Occidente empeoren”, dijo el presidente ruso, Dmitri Medvedev, y a los europeos les debió sonar a música para los oídos. Sin embargo, en lo esencial de la postura rusa el jefe del Kremlin se mantuvo firme. La decisión de reconocer la independencia de Abjazia y Osetia del Sur es “definitiva y irrevocable”, aseguró Medvedev pese a las quejas de Sarkozy.

Los tratados para establecer contactos diplomáticos con las dos provincias están ya listos. También aquellos que se refieren a la cooperación económica… y militar: ambas regiones han solicitado a Moscú que estaciones tropas sobre sus territorios. Ahora habrá que ver cómo se las ingenian los mandatarios de la UE para explicarle a Saakashvili la contradicción aparente de que Rusia haya prometido retirar sus soldados del país en el plazo de un mes.

Para el Kremlin la aclaración es sencilla: los acuerdos no son excluyentes puesto que, al fin y al cabo, Abjazia y Osetia del Sur ya no son Georgia. Tiblisi verá la cuestión con toda seguridad de otro modo. Y Europa podría acabar aceptando por resignación lo que se niega a reconocer por principios.

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En Moscú, de izq. a dcha.: Javier Solana, Jose Manuel Barroso, Nicolas Sarkozy y Dmitri Medvedev.Imagen: AP

Aunque Sarkozy describe como “gran oportunidad” que Rusia asegure no querer una segunda Guerra Fría, y apuntale con ello el tacto que la UE está teniendo con el Kremlin, Medvedev aprovechó la ocasión para recordar la parte de culpa estadounidense en la escalada de la violencia caucásica, y para criticar lo que en su opinión es un rearme de Georgia camuflado de ayuda humanitaria.

En caso de que a Tiblisi se le abran las puertas de la OTAN, dijo el embajador ruso ante la Alianza, Moscú suspenderá completamente los contactos con el grupo militar. Y la Casa Blanca anunció que no ratificará el acuerdo para la investigación de los usos civiles de la energía nuclear, llamado a hacer trabajar juntos a Estados Unidos y a Rusia.

Bienvenidos al circo de lo ilusorio

En la guerra y la posguerra del Cáucaso la imagen corporativa y las mentiras mediáticas son armas tan relevantes como las mismas bombas.

Rusia habla de 2.000 muertos abjazios y osetos en los días que duró el enfrentamiento, cuyo fallecimiento no ha podido comprobarse y que el recuento de los miembros de las ONG en la zona pone en duda. Georgia asegura que las bombas moscovitas redujeron a cenizas a Tsjinval, la capital de Osetia del Sur. Los trabajadores de Human Watch Right dicen haber encontrado allí una imagen muy diferente a la descrita por Saakashvili.

Moscú acusa a Tiblisi de genocidio sin haber presentado hasta ahora en público ni una sola de las pruebas que dice tener. Georgia inicia una batalla jurídica y acusa a Rusia de “limpieza étnica” ante la Corte Internacional de Justicia, aunque sabe que de ella nunca saldrá nada que le sirva en la práctica. Y mientras tanto, Europa juega a mediar, fingiendo que el gas ruso no le influye.