"Serotonina", la nueva novela de Michel Houellebecq
7 de enero de 2019“… allí estaba yo, hombre occidental de mediana edad con recursos financieros para algunos años, sin familiares, ni amigos, ni proyectos personales, ni intereses reales, y decepcionado de su vida profesional, con diferentes experiencias emocionales que, a la larga, solo tuvieron una cosa en común: que terminaron. Sin motivos para vivir ni para morir”. El lector de “Serotonina” tendrá una breve y clara descripción del estado de ánimo del protagonista una vez haya leído la cuarta parte de la novela. A partir de ese momento, podrá anticipar lo que sucede con el personaje que narra la novela Florent-Claude Labrouste, ingeniero agrícola de 46 años y empleado en el ministerio de Agricultura. Labrouste acaba de tomar la decisión de cambiar radicalmente su vida.
Una vez llegado a este punto, el relato continúa con el estilo típico de Houellebecq. Cínico y duro, pero a veces con cierto romanticismo, las novelas de este francés nacido en 1958 no se parecen. Sin embargo, son suficientes un par de páginas para que hasta los más laicos de la literatura reconozcan el estilo del autor en “Serotonina”. Considerado como uno de los autores más conocidos del mundo, muchos lectores esperan sus libros con impaciencia. Y en estos tiempos en los que se pronostica la pérdida total de la lectura, las novelas de este autor francés siguen siendo negocio seguro. Un curioso efecto secundario de las obras de este autor tan dramático y complejo, que nunca deja de lamentarse de la decadencia cultural de occidente.
¿Autor o profeta?
“Serotonina” es la séptima novela de Houellebecq. En sus anteriores obras, el autor destacó por sus habilidades clarividentes. Temas como el fanatismo religioso (“Sumisión”), las relaciones entre hombre y mujer en el siglo XXI (“Las partículas elementales” y “Posibilidad de una isla”), el turismo de masas y sexual en el marco de la globalización (“Plataforma”) o el progreso científico en la ingeniería genética (“Las partículas elementales”) generaron discusiones incluso fuera de los círculos literarios.
Su última novela “Sumisión” giraba en torno al islamismo y el terror. Cuando salió al público el mismo día del atentado a la redacción de la revista satírica “Charlie Hebdo”, para muchos fue una señal de la capacidad profética del autor. Y también “Serotonina” podría ser considerada como la novela del momento. Enmarcada en un contexto de grupos vulnerables que protestan contra la clase política francesa, el lector podría interpretarla de acuerdo a las protestas del movimiento de los chalecos amarillos contra las reformas del Gobierno de Macron. En la novela, los ganaderos desesperados protestan dispuestos a recurrir a la violencia. Y algunas escenas parecen tan reales, que incluso podrían ser interpretadas como una advertencia, ya que más allá de los bloqueos y ataques verbales, en la novela las protestas terminan con muertos. ¿Demostrará otra vez Houellebecq su capacidad profética?
Sin libido pero con sexo recurrente
Sin embargo, sería una equivocación calificar esta novela como un tratado político. “Serotonina” presenta la crisis existencial de una persona que no solo tiene su origen en fracasos sentimentales o profesionales. La depresión de Labrouste es algo mucho más grave y solo puede aliviarse con “Captorix”, un antidepresivo que estimula la producción de Serotonina y, al mismo tiempo, frena el apetito sexual, como efecto secundario.
Tal condición no quiere decir que el protagonista se olvide del sexo. Como uno de los temas recurrentes en las obras de Houellebecq, recuerdos de antiguas amantes o encuentros con prostitutas se suceden entre fantasías sexuales por las que el autor podría merecer el título de descendiente del Marques de Sade.
Un repaso a la realidad…
Además de personajes psicológicamente sombríos y realistas, las novelas del francés destacan por tratar temas socialmente relevantes. En “Serotonina”, la crítica va dirigida a las consecuencias de la globalización. En un intento de alejarse aun más de su vida anterior, Labrouste visita a Aymeric, el único amigo de la universidad que todavía trabaja en el campo. Aymeric administra una granja lechera y le echa culpa de la caída de los precios a la política de la Unión Europea.
Como testigo de su tiempo, estas escenas de Houellebecq parecen de máxima actualidad. Poco antes del lanzamiento de la novela, el autor elogió en la revista estadounidense “Harper´s” al presidente Trump, calificándolo como “uno de los mejores presidentes estadounidenses”. En la novela “Serotonina”, la política proteccionista del presidente estadounidense se interpreta como una forma de salir de la crisis de la globalización.
En el relato, Labrouste y Aymeric filosofan sobre una política agrícola que ellos consideran un callejón sin salida. La globalización provocó que las pequeñas empresa agrícolas y las más ecológicas hayan perdido su posición. “Todo está perdido”, dice Labrouste con poca sutileza. Un pasaje donde aparece la típica nostalgia de Houellebecq por los “viejos tiempos”: la vieja Francia está muerta y el futuro no parece muy alentador. Nuevamente, una combinación de análisis sociopolítico pesimista con el sufrimiento (masculino) individual.
…con dosis de humor e inteligencia
Pero aunque el lector no comparta su interpretación política o no le gusten las escenas pornográficas, Michel Houellebecq impresiona por su furor visionario (a veces incluso moral). Entonces es cuando puede ser divertido y preciso. Incluso la literatura alemana recibe su parte en “Serotonina”, cuando Labrouste recuerda en su desesperación su viejo proyecto de leer “La montaña mágica”, de Thomas Mann: “El propio Thomas Mann era igual que ese viejo Goethe (humanista alemán con influencia mediterránea y uno de los charlatanes más espantosos de la literatura mundial) …. y sucumbió ante la belleza y la juventud situándolas por encima de todo, de cualquier otra cualidad intelectual y moral, y disfrutándolas sin ningún tipo de pudor”. Si el lector quiere interpretar esta sentencia, no estará equivocado si alcanza a ver en ella la explicación del mundo, según Michel Houellebecq.
(jag/jov)