Profesión: agente secreto
6 de enero de 2010Dos horas duró el encuentro del presidente estadounidense, Barack Obama, con los organismos de seguridad de su Gobierno este martes (5.1.2010) en la Casa Blanca. Los asuntos del día: determinar con exactitud por qué la información de inteligencia que se tenía sobre Umar Farouk Abdulmutallab –el ciudadano nigeriano que abordó un avión de pasajeros en Ámsterdam con destino a Detroit con la intención de hacerlo explotar el 25 de diciembre– no fue usada para evitar que tomara el vuelo en un principio e incrementar las medidas de seguridad para el tráfico aéreo.
“Yo acepto que la información de inteligencia es imperfecta por naturaleza, pero está cada vez más claro que la información que teníamos no fue analizada ni calibrada apropiadamente. Eso no es aceptable y no lo voy a tolerar”, dijo Obama al salir de la reunión, algo más que preocupado por las implicaciones de este incidente. Las vidas de los 278 pasajeros del vuelo en cuestión y las de muchas otras personas en tierra firme estuvieron en peligro, y las virtudes usualmente atribuidas a los servicios de inteligencia de Estados Unidos vuelven a ser puestas en duda hasta por sus propios ciudadanos; eso trae consigo serias consecuencias políticas.
Agentes secretos, pero falibles
Pero no sólo los agentes secretos estadounidenses incurren en descuidos que resquebrajan la imagen de infalibilidad de la que todavía gozan. El otrora canciller alemán Helmut Schmidt (1974-1982) solía burlarse del Servicio Federal de Inteligencia (BND, son sus siglas en alemán) asegurando que éste lo informaba con mucha menos eficiencia que el diario suizo Neue Zürcher Zeitung. Por otro lado, dicen sus defensores, en ningún otro lugar se vigiló el trabajo de los servicios de inteligencia con mayor rigor que en Alemania, probablemente debido a la historia reciente de ese país.
También Eric Gujer, redactor del Neue Zürcher Zeitung y especialista en la materia, asume una posición crítica de cara al trabajo de los agentes secretos alemanes. Aunque admite que la labor de éstos se ve limitada y dificultada por el Parlamento alemán, Gujer señala que la calidad de los pronósticos hechos por los servicios de inteligencia es sólo ligeramente superior a la de una bola de cristal y enumera las razones.
Nostalgia por la Guerra Fría
“Las cosas ya no son como en los tiempos de la Guerra Fría, cuando los enemigos eran fáciles de predecir y uno podía irse adaptando lentamente a ellos. Eso se acabó”, sostiene Gujer, agregando que la creciente burocracia que aqueja a los servicios de inteligencia alemán les impide reaccionar oportunamente a la velocidad con que cambian los escenarios en el mundo globalizado de hoy. El experto también acusa a los alemanes de darle muy poco valor a algo tan importante como la evaluación y el aprovechamiento de la información de inteligencia ya recopilada.
“Eso se debe en parte a que los servicios de inteligencia ven sus recursos limitados; esa escasez conduce a que estén siempre saltando de una catástrofe a otra”, añade Gujer. Lo ideal sería que estos servicios realizaran sus observaciones de manera continua y en un espectro muy amplio; sólo así estarían en capacidad de percibir nuevos acontecimientos tempranamente y de reaccionar frente a sucesos repentinos, advierte el experto.
Entre James Bond y Franz Kafka
Pese a los obstáculos, semana tras semana se redactan centenares de informes que pasan de una instancia a otra hasta llegar, filtrados y corregidos, a las manos de quienes toman las decisiones en el seno del Gobierno. Llegado ese momento, el éxito o el fracaso del trabajo de los agentes secretos depende de la calidad de sus descubrimientos y, sobre todo, de la disposición de la clase política a utilizar la información que les llega.
“Yo no diría que la clase política se resiste a aceptar consejos, pero uno debe aproximarse a ella de una manera que estimule su receptividad. Los políticos viven de acuerdo a su visión del mundo, pero a ellos también les interesa la información de inteligencia que proveemos porque quieren evitar errores o propiciar desarrollos específicos”, comenta Hans-Georg Wieck, ex jefe del BND, sugiriendo que la de los servicios secretos es una labor mucho menos glamorosa que la presentada en las películas del agente 007. Menos James Bond y más Franz Kafka.
Autor: Peter Philipp / Evan Romero-Castillo
Editor: José Ospina Valencia