Sin padres, sin familiares: niños en la frontera macedonia
8 de febrero de 2016Las autoridades sospechan automáticamente cuando encuentran niños refugiados viajando por Europa. Aparentemente, según la Oficina Europea de Policía (Europol), 10.000 menores no acompañados han desaparecido después de haber entrado en territorio europeo, aunque muchos hayan probablemente “desaparecido” en descuidados procesos burocráticos. Trabajadores humanitarios en Gevgelija, un pueblo macedonio en la frontera con Grecia, dicen que el número de mujeres y niños que huyen es cada vez mayor. Según estadísticas del Gobierno macedonio, 75 por ciento de los refugiados que llegaron al país el verano pasado eran hombres. Ahora, mujeres y niños ocupan dos terceras partes del total de personas que buscan transitar la ruta de refugiados hacia la Unión Europea (UE).
“Al principio, la gente quería probar el sistema”, dice Jesper Frovin, quien trabaja para UNICEF en Gevgelija. “Hombres jóvenes rompieron el hielo. Pero ahora que la situación en las zonas de conflicto ha empeorado, esperar en casa ya no es una opción”, añade. “Además, los traficantes no pueden llenar sus barcos en estas condiciones climáticas, por lo que los precios han bajado. Esto da luz verde para aquellos que anteriormente no podían costearse el viaje”, concluye la trabajadora humanitaria danesa.
Así, con muchos países tratando de negar o retrasar los reencuentros, muchas familias empiezan a huir juntas en vez de mandar a un solo miembro familiar, lo que implica que los niños deben también hacer frente a agitados mares y a los congelados pantanos de los Balcanes.
Se cierra la puerta
Los refugiados no vienen solamente para escapar de la guerra en sus países o para reunirse con sus seres queridos en Europa: temen que la “fortaleza Europa” vaya pronto a cerrar definitivamente sus puertas. Muchos son conscientes de que los ánimos en Europa están cambiando; entusiastas que mostraron fotos de “mamá Merkel” en sus celulares hace tan solo unos meses, temen que la “cultura de bienvenida” que pregonó Alemania sea pronto historia. “Las madres y niños están preocupados ahora”, dice Elma Dzankovic de la organización de ayuda Legis.
Los auxiliares en Gevgelija han notado la creciente urgencia de refugiados, a los que les recuerdan que deben de esperar a los permisos de la policía antes de que se les permita poder salir del campamento y seguir con su viaje hacia la UE.
Dzankovic considera peligroso que no haya tiempo necesario para hacer un buen trabajo social. Los voluntarios saben que en Macedonia se han registrado ya más de 18.000 menores no acompañados. “Hemos notado que muchos reclaman a estos menores como suyos para obtener documentos falsos”, dice Dzankovic, sin especificar sus fuentes. “Estamos cortos de personal calificado y profesionales en pedagogía, que puedan determinar con más certeza si el niño en realidad pertenece a la familia. Y es que los refugiados se quedan acá tan solo un par de horas y después el problema es trasladado al próximo país”, añade.
Críticos también encuentran errores en la manera en que estos menores no acompañados son atendidos. Tan solo los más pequeños, entre quienes no pueden encontrar ningún pariente, son enviados a un centro en la capital macedonia, Skopie. De lo contrario, operarios buscan a los llamados “padrinos”, los cuales están dispuestos a cuidar del menor durante el viaje. “Estos niños tan solo tienen una cosa en mente: seguir adelante”, dice Frovin-Jensen, la coordinadora de UNICEF. “Ellos quedan aún más vulnerables si se les niega continuar su viaje con un grupo de personas conocidas”, agrega.
Anamarija Schram sabe lo importante que es para los niños estar rodeados de personas conocidas. La joven auxiliar de la Cruz Roja es responsable de reunir familias en Gevgelija. “Muy a menudo la gente pierde a sus niños en el camino o se separan al abordar buses diferentes”, dice Schram. Su trabajo es con frecuencia estresante. Horas antes de que reporteros hablasen con ella, un niño desapareció del campamento. Schram lo encontró en un puente a unos 300 metros de distancia. “Ver a sus padres abrazarlo de nuevo fue el mejor premio que pude recibir”, dice la joven auxiliar.