Sociedad "posheroica”
8 de mayo de 2012Deutsche Welle: En Alemania, el tema de los veteranos fue durante mucho tiempo un tabú, así como lo fue durante muchos años hablar de “guerra” en referencia a las misiones de la Bundeswehr en Afganistán. En estos momentos hay un debate sobre la creación de un Día del Veterano de Guerra en Alemania. ¿Estaríamos ante un cambio fundamental de los conceptos de guerra y de paz?
Herfried Münkler: No lo creo. Pienso que la disposición de nuestra sociedad, como sociedad posheroica, no ha cambiado. Por el contrario, actualmente la visión de la guerra es casi tan crítica y prudente como lo era hace diez o quince años. Pero, naturalmente, hay personas que regresan de las misiones y quisieran contar con el reconocimiento de la sociedad. Creo que los riesgos a los que se exponen no pueden resarcirse simplemente con dinero. Es por eso que se produce la necesidad de que se los tome en cuenta y de que se los reconozca, y un Día del Veterano podría dar respuesta a esa demanda. No se trata de celebrar a los héroes, ya que, si así fuese, se le debería dar otro nombre a esa fecha. Se trata de otorgar un reconocimiento a los que corren serios peligros llevando a cabo las decisiones políticas de Alemania, y a los que no se puede compensar solo con un salario.
Usted habla de una sociedad posheroica. En principio, los veteranos son sobrevivientes de conflictos y guerras que sufren de estrés post-traumático. Pueden haber sido tanto víctimas como victimarios, y son una advertencia acerca de los horrores de la guerra. ¿No son estos también aspectos a tener en cuenta?
En primer lugar, diría que el reconocimiento, el ocuparse de quienes formaron parte de una misión de guerra evita, justamente, que los veteranos se aíslen en sus círculos y permanezcan distanciados de la sociedad debido a una falta de comprensión y de estima hacia ellos. El Día del Veterano es un instrumento político para lograr la integración de esas personas. Puede que la advertencia esté implícita, pero no ocupa un primer plano. Eso tiene que ver con el concepto de sociedad postheroica. Hay dos factores: en primer lugar, la baja tasa reproductiva, es decir, que los padres depositan un capital emocional mucho mayor en cada uno de los niños que traen al mundo. Y no están dispuestos a ponerlo en juego. En segundo lugar, somos una sociedad fría en lo referente a la religiosidad. Es decir, que nuestro concepto de sacrificio no es algo sobre lo que hayamos reflexionado lo suficiente ni que practiquemos verdaderamente.
Es decir, que se espera una especie de compensación para las víctimas. Pero, en lo que respecta al culto al héroe, hay diferencias enormes entre países. En Rusia, o en EE. UU., por ejemplo. Por un lado, algunos caen en la indigencia y hasta se quitan la vida. Por el otro, se realizan desfiles, se crean museos y se les otorga medallas de honor.
Ese es un aspecto muy importante. Se puede decir que sobre todo los rusos ya no honran a sus veteranos de guerra como lo hicieron alguna vez. En otras épocas, los veteranos fueron privilegiados. También los estadounidenses compensaban a sus veteranos con indemnizaciones materiales, reconocimiento y otro tipo de ayuda social. Pero ahora, en EE. UU. prima un comportamiento extremadamente restrictivo y se intenta remplazar esa ayuda rindiendo honores. En Alemania existe, gracias a la tradición de apoyo a los veteranos de la Primera Guerra Mundial, una estructura social de amplio espectro que ha perdurado hasta hoy. Por eso, en esta sociedad no se genera una necesidad tan grande de compensar la falta de asistencia social a través de desfiles militares o entrega de medallas.
Pero ahora la Bundeswehr está pasando por un proceso de grandes cambios. Ya no existe el servicio militar obligatorio y se espera que haya afluencia de soldados voluntarios. En este contexto, ¿el Día del Veterano de Guerra no sería una especie de compensación?
Tal vez no una compensación, sino una forma de restaurar el equilibrio. Un servicio militar obligatorio encuentra un anclaje más sólido en la amplia mayoría de la sociedad que un ejército profesional que recluta a sus miembros de otra forma, y que provienen de estratos estructuralmente débiles de la sociedad o de familias con determinadas tradiciones. Y siempre existió la preocupación acerca de que si se abolía el servicio militar obligatorio, eso podría resultar en un escenario similar al que hubo durante la República de Weimar, es decir, un ejército que era un Estado dentro del Estado. Sin embargo, no creo que eso tenga que ser forzosamente así. En la República de Weimar se dio una situación muy especial.
Los países anglosajones nunca tuvieron un servicio militar obligatorio, sino siempre un ejército profesionalizado. Pero si se anula la obligación de servir a las Fuerzas Armadas, en la sociedad falta un elemento que vincule a esa institución con la sociedad. Instaurar un Día del Veterano o llevar a cabo eventos de reconocimiento a los que regresan de una misión de guerra actúa como contrapeso para detener ese distanciamiento entre el ejército y la sociedad. En principio, es una buena idea. Pero habrá que ver cómo se la lleva a la práctica.
Cuando se habla de veteranos, se habla también inevitablemente de las misiones, guerras y batallas. Y eso también significa que actualmente el elemento militar está mucho más presente que en otros tiempos. Y que la política apuesta con más ímpetu a las soluciones militares. ¿Se convertirá la guerra para nosotros, los alemanes, otra vez en algo normal, en un factor político que hay que volver a tomar en consideración?
No lo creo. Pienso que eso tiene que ver más bien con la situación de la división de Alemania, que tenía muchas desventajas, pero también un privilegio, y era que a ninguno de los dos sistemas se les hubiese ocurrido enviar a las Fuerzas Armadas a misiones de guerra. Algo que tal vez hubiera significado que los alemanes tuvieran que dispararse entre sí. Ese es un argumento que utilizó principalmente el Gobierno de la República Federal de Alemania, pero también el de la República Democrática Alemana. Es por eso que la RFA no participó en misiones, algo muy normal para los británicos o franceses.
Estamos retornando a una cierta normalidad en Occidente, nos estamos integrando. En ese sentido, hay que subrayar que, comparado con los aspectos eonómico-políticos e ideológicos, el aspecto militar ha perdido drásticamente su significado en el transcurso del siglo XX. Y se puede observar también que en esas intervenciones humanitarias lo militar era sólo parte de un paquete relativamente complejo. Esa es la diferencia con la constelación que se daba en otras épocas. La militarización no gana terreno, sino que se la relega a un alejado segundo plano. Pero, dado que el aspecto militar estuvo aún más relegado durante el pasado reciente de Alemania, tenemos la impresión de que ahora se le da más relevancia.