Stalingrado: una tragedia ruso-alemana
31 de enero de 2013Hombres harapientos y famélicos forman una larga fila que abandona la ciudad de Stalingrado, a orillas del río Volga. Son soldados alemanes que avanzan lentamente bajo la mirada de sus contrapartes soviéticos. Pero la vigilancia tiene poco sentido. Los germanos están demasiado débiles como para intentar huir.
Tales escenas se repitieron en los primeros días de febrero de 1943 y se han quedado marcadas en la memoria colectiva de los alemanes. La propaganda nacionalsocialista calificó a los derrotados como “víctimas”. Se trataba de un mito, pues la sexta división de la Wehrmacht había tomado la ciudad seis meses antes. A finales del otoño de 1942, el ejército soviético sitió a los alemanes, y con gran sacrificio de vidas humanas reconquistó Stalingrado casa por casa.
Historiadores en las trincheras
El sufrimiento de la población local fue largamente acallado en Alemania. Se estima que 40.000 civiles murieron tan sólo durante los bombardeos a la ciudad. 480.000 soldados soviéticos perecieron. Esto es más del doble que el número de soldados alemanes muertos en aquellos días aciagos.
El historiador alemán Jochen Hellbeck abre la puerta a nuevas interpretaciones en su libro “Las actas de Stalingrado”, de reciente aparición en Alemania. Por primera vez, es posible tener acceso a testimonios de civiles y soldados soviéticos. Esto se debe al descubrimiento de nuevas fuentes de información.
“Un grupo de historiadores moscovitas entrevistaron a 215 testigos presenciales de la batalla, y luego plasmaron el resultado en actas. Entre los entrevistados figuran generales y otros altos oficiales, pero también soldados y civiles”, dice Hellbeck, quien imparte cátedra en la universidad estadounidense de Rutgers.
En ocasiones, las conversaciones se llevaron a cabo en las propias trincheras. Las actas fueron mantenidas bajo resguardo durante décadas. Los documentos fueron estudiados por Hellbeck y por científicos rusos.
Las órdenes de Hitler
“El 27 de septiembre escuchamos el tronar de los cañones. Mi esposo y mi hija murieron, y nosotros quedamos sepultados bajo los escombros. Luego, cuando vino el sitio sobre la ciudad, los alemanes se comían la carne de los caballos. Al principio nos dejaban a nosotros las patas y los intestinos, pero luego ni eso”, recordaba Agrafena Posdnaikova, quien fue expulsada de su casa junto con sus seis hijos.
Hitler había dado una orden a su ejército: “Que no quede piedra sobre piedra”. Los civiles habían sido expulsados de la ciudad y mandados a la estepa, o a realizar trabajos forzados. Cuando comenzó la contraofensiva soviética, quedaban unos 15.000 civiles en Stalingrado.
Del otro lado también existía una consigna: “Ni un paso atrás”, había dicho Stalin en la Orden 222. “La ciudad llevaba el nombre del dictador soviético. Por ello, "su conquista era estratégica para uno y otro lado", afirma Torsten Diedrich, del Centro de Historia Militar y Ciencias Sociales de la Bundeswehr, con sede en Potsdam.
Comunismo y patriotismo
Las actas permiten sacar la conclusión de que la lucha contra las tropas de Hitler era vista como una causa libertaria entre los sovieticos. “Los comisarios soviéticos supieron encauzar el sentimiento patriótico de las personas, y movilizar a la población en contra de la agresión fascista”, señala Hellbeck.
Esto contradice la versión que prevaleció durante mucho tiempo, según la cual los civiles participaron en una batalla tan cruenta sólo por el miedo al terror estalinista. Las actas retratan a personas que se enrolaron de manera voluntaria para defender a su ciudad y a su patria.
Episodio histórico
En 1961, Stalingrado cambió de nombre; en lo sucesivo se le conocería como Volgogrado. Pero el parlamento local aprobó recientemente una iniciativa promovida por veteranos de guerra, que pedían que la ciudad recuperara su antiguo nombre en ocasiones puntuales. Es por ello que este sábado (02.02.2013) y durante 24 horas, la localidad se volverá a llamar Stalingrado.
En lo que todos parecen coincidir es en el significado de aquella batalla. Ésta, dicen los expertos, constituyó todo un parteaguas en la Segunda Guerra Mundial. Para los soviéticos implicó la recuperación de la esperanza. Para los alemanes, fue el fin del mito del ejército invencible. La conflagración es símbolo de tragedia, para una y otra parte.
Autora: Marie Todeskino/Enrique López
Editora: Emilia Rojas-Sasse