Sólo una etapa intermedia
7 de mayo de 2009Un mes antes de las elecciones en el Parlamento Europeo, la cámara baja del Senado checo ha aprobado en Praga el tratado de reforma de la Unión Europea (UE). Con esto, la mayoría de los diputados de la UE se sacan un gran peso de encima. Si Praga hubiese optado por el "no", la lucha electoral por la ampliación de la integración europea y por la continuación de las reformas se hubiese visto ensombrecida en toda la UE. Ahora pueden continuar las estrategias para que sea aceptado el Tratado de Lisboa, que contribuiría a una Europa más democrática y gobernable.
El Tratado de Lisboa no ha muerto, pero tampoco ha sido ratificado por los 27 estados miembros de la UE. En primer lugar debe ratificarlo con su firma el presidente checo, Vaclav Klaus. Luego, la pelota pasa al campo de los irlandeses. En Irlanda se necesita un segundo plebiscito, luego de que el tratado no fuera aprobado en dicho país el año pasado. Es de esperar que el Gobierno irlandés aclare en la próxima cumbre de la UE en Bruselas, en junio de este año, cómo y cuándo permitirá votar nuevamente a sus ciudadanos.
Vientos de cambio en Irlanda
A causa de la escalada de la crisis económica en Europa, en Irlanda soplan otros vientos. Si se da crédito a las encuestas de opinión, los irlandeses le darían el “sí” al tratado de reforma de la UE porque han reconocido que, en tiempos de crisis, Europa ofrece una mayor protección de la que uno podría haberse imaginado un año atrás. Entonces, cuanto más pronto se realice el plebiscito, mejor.
También el presidente polaco quiere firmar el tratado más adelante, como lo hizo su homólogo en el palacio de Praga, un europeo más bien escéptico.
Luego faltaría sólo la ratificación del presidente alemán Horst Köhler, quien desea esperar la sentencia del Tribunal Constitucional Alemán, que está examinando el proceso de ratificación en Alemania. El fallo se espera de un momento a otro, y se cuenta tal vez con palabras severas de parte de los guardianes de la Constitución, pero no con un rechazo del Tratado de Lisboa. Si se cree que el tratado de reforma de la UE socava la constitución alemana, se le de está atribuyendo al convenio un poder mayor del que tiene.
Nada de revolución
Cuando todos los 27 estados miembros hayan concluido este verano efectivamente sus procedimientos de ratificación, el tratado, remplazando a la de por sí fracasada constitución de la UE, podría entrar en vigor a principios de 2010. ¿Desencadenando una revolución? No. Le otorgaría más derechos al Parlamento Europeo, regularía más claramente las atribuciones en la UE y reformaría las instituciones. Pero el Tratado de Lisboa no modificaría en nada el rumbo de la integración europea. Tampoco traería nada nuevo en cuanto a las fronteras de la UE.
Este tratado es sólo una etapa intermedia. Para los candidatos a ingresar a la UE, sin embargo, tendría consecuencias positivas. Podría acelerar la entrada de Croacia al club, a lo que podrían seguir negociaciones para el ingreso del resto de los estados balcánicos, graduado según el rendimiento de los mismos. La condición de que no se produzcan nuevos ingresos sin un nuevo tratado ya no sería válida.
La UE debería aprender la lección del drama erigido alrededor del Tratado de Lisboa. Esta fue tal vez la última en que los ciudadanos, los gobiernos y el Parlamento hayan logrado con dificultad llegar a un acuerdo unánime. Futuros cambios al tratado deberían ser posibles según un principio mayoritario. Pero para introducir este cambio se necesita también unanimidad en la regulación contractual, la que seguramente será difícil de obtener. Europa está en un aprieto.
Autor: Bernd Riegert
Editor: Enrique López