TI: población pierde confianza en los medios
22 de julio de 2013Un sondeo realizado por la organización no gubernamental Transparencia Internacional (TI) entre unas 114.000 personas de 107 Estados –once de ellos latinoamericanos– reveló que más de la mitad de los ciudadanos del mundo cree ver en aumento los actos de corrupción en sus respectivos países. La frecuencia con que los partidos políticos fueron señalados como las entidades menos confiables causó poca sorpresa. En cambio, la pérdida de credibilidad de los medios de comunicación hizo sonar la alarma. También en territorio germano.
Desde 2003, cuando TI comenzó a publicar su informe Barómetro Global de la Corrupción, 2013 es el primer año en que los habitantes de Alemania afirman fiarse más de la administración pública y del Parlamento que de la prensa. En los últimos doce meses, ninguna otra instancia de la vida nacional ha visto empañada su imagen tan rápidamente: más de la mitad de la población de este país europeo está convencida de que la calidad de los medios sufre por la falta de independencia de los mismos.
La crisis económica de las publicaciones impresas, la ausencia de un modelo de negocios rentable en Internet y la exagerada condescendencia de los medios con sus anunciantes se cuentan entre los factores que propician conflictos de interés en las empresas de comunicación privadas. Al mismo tiempo, la precarización de las condiciones laborales de los periodistas comprometen la calidad de su trabajo. Christian Mihr, director ejecutivo del capítulo alemán de Reporteros sin Fronteras, agrega a la lista la influencia de las redes sociales.
Los medios tradicionales a los ojos de los latinoamericanos
“A escala global, Internet y las redes sociales han puesto poderosos instrumentos de comunicación en manos del ciudadano común. Eso supone un desafío para el periodismo clásico”, dice Mihr en entrevista con DW, agregando que el acceso masivo a los nuevos medios pone en entredicho la prerrogativa de los periodistas profesionales a la hora de jerarquizar lo que es noticia o no y de elegir la perspectiva para tratar los hechos noticiosos. Alejandro Salas, de TI, coincide con Mihr en este argumento.
“En ciertos países de América Latina, los medios generan desconfianza porque ignoran algunos temas del acontecer nacional que preocupan a la ciudadanía o se abstienen de investigar el trasfondo de sucesos escandalosos que están a la vista de todos. En otros Estados causa mucho recelo el hecho de que los medios sean acaparados por unos pocos empresarios que, además, pertenecen a élites económicas y políticas aferradas al poder desde hace décadas”, explica Salas, poniendo como ejemplo el apoyo ofrecido por el Grupo Televisa a la campaña presidencial del actual mandatario mexicano, Enrique Peña Nieto.
“Esa proximidad entre políticos y dueños de medios se ve sobre todo en Centroamérica. Y como la población no suele distinguir entre el medio de comunicación, como institución, y el periodista, como individuo, la corrupción que se le atribuye a la clase política, se le termina atribuyendo parcialmente también a los comunicadores”, cuenta el portavoz de TI. Salas confirma que la confianza en la prensa ha mermado en Latinoamérica, pero se cuida de no hablar de la región como si fuera un bloque homogéneo.
La polarización política atiza la desconfianza
Jonas Wolff, del Instituto de Investigación para la Paz de Fráncfort (HSFK), lo secunda: “En Estados donde la población no está políticamente polarizada, la concentración de empresas de comunicación en unas pocas manos no genera muchos conflictos. Pero cuando los intereses de un Gobierno y sus partidarios chocan con los de las élites económicas a las que pertenecen los grandes propietarios de medios, la prensa tiende a actuar como un miembro más de la oposición y a ser percibida como un actor político parcializado”, sostiene Wolff.
Como muestra, un botón: “Para muchos argentinos, el diario Clarín es un defensor de la democracia; pero los kirchneristas no opinan lo mismo”, comenta Salas. “Mientras más expuestos estén los medios como actores políticos, más pasiones despiertan, tanto positivas como negativas”, acota el activista de TI.
En este sentido, Mihr distingue dos grupos de países en América Latina: los Estados en donde ha habido tensiones entre el Gobierno y la prensa sin que la independencia de los medios privados se haya visto afectada, y aquellos en donde las confrontaciones abiertas han conducido a intervenciones del Estado para controlar a la prensa. “En el segundo grupo encontramos a Ecuador y Venezuela, con sus respectivas leyes de medios, y también a Argentina, Bolivia, El Salvador, Guatemala, Paraguay y Nicaragua”, apunta el vocero de Reporteros sin Fronteras.
“En Venezuela y Ecuador, los ciudadanos que protestan contra el Gobierno por restringir la libertad de información constituyen una minoría porque desde Caracas y Quito se han impulsado una redistribución más equilibrada de los ingresos nacionales y una serie de políticas sociales exitosas”, señala Mihr. Sin negar los excesos en que incurren algunos medios de comunicación en el marco de su enfrentamiento con el Ejecutivo, Wolff llama la atención hacia los riesgos que leyes de medios como la ecuatoriana traen consigo.
Recuperando la confianza de la población
“Ecuador es criticado sobre todo por la creación de instituciones estatales que supervisarán los contenidos de los medios y sancionarán a aquellos que cometan delitos de nuevo cuño como el ‘linchamiento mediático’. En general, este es un asunto muy problemático”, advierte Wolff. “En Ecuador predomina el temor –¡y con razón!– a que este tipo de reglamentos sean instrumentalizados por el Gobierno para neutralizar a críticos o a adversarios políticos, en lugar de proteger al ciudadano contra campañas de difamación”, añade el experto.
“No obstante, una iniciativa que ha aflorado en Venezuela, Ecuador, Bolivia, Argentina y otros países, y que yo considero correcta, es la de reformar el paisaje mediático para que sea más pluralista y no éste dominado por unos pocos grupos económicos. La idea general es propiciar un equilibrio entre medios de comunicación privados, medios públicos y medios privados sin fines de lucro, como los medios comunitarios, por ejemplo. Estos países necesitan empresas con mayor autonomía en ese sector”, observa Wolff.
El especialista del Instituto de Investigación para la Paz de Fráncfort (HSFK) hace hincapié en la importancia de que existan medios estatales independientes del Gobierno de turno. Salas enfatiza que los medios de comunicación deben convertirse en aliados confiables en la lucha contra la corrupción para recuperar la confianza de la población. “Los medios deben ser más transparentes, dejar ver cómo se toman las decisiones en su seno y mostrar explícitamente su tendencia ideológica o su visión de país”, recomienda el activista de TI.
“Así evitarán generar la impresión de que se están inmiscuyendo en política a escondidas. Por su parte, las empresas de comunicación deben incentivar el periodismo de investigación para poder dejarle claro al ciudadano los efectos que la corrupción tiene sobre su vida cotidiana. Si los medios no hacen esto, al ciudadano termina por no importarle ni el fenómeno de la corrupción ni la posible relevancia social de los medios como institución”, cierra Salas, no sin antes resaltar que, pese a todo, el 33 por ciento de las personas dispuestas a denunciar actos de corrupción en América Latina lo harían preferiblemente ante la prensa.
Autor: Evan Romero-Castillo
Editora: Claudia Herrera Pahl