Conmoción en Brasil por caso de trabajo esclavo
7 de enero de 2021El 27 de noviembre de 2020, el inspector de trabajo Humberto Monteiro Camasmie y su equipo se dirigieron hacia una vivienda privada con una orden judicial de registro, aunque Camasmie suele estar más bien cargo de empresas y granjas, coordinando la lucha contra el trabajo esclavo en el estado brasileño de Minas Gerais. Pero esta ocasión era diferente. Unos vecinos de un profesor universitario de la ciudad de Patos de Minas habían reportado algo extraño en el comportamiento de su empleada. "Les llamaba la atención el miedo de Madalena cuando su empleador la veía hablando con otras personas. Cuando la mujer comenzó a deslizar notas a los vecinos pidiendo artículos higiénicos y pequeñas cantidades de dinero, vieron confirmadas sus sospechas", dijo Camasmie a DW.
Cinco metros cuadrados sin ventana
Una vez en la casa, todo salió a la luz. Los vecinos tenían razón. Madalena Gordiano no tenía papeles de trabajo, ni un salario de verdad, ni tenía horarios fijos, ni días feriados o vacaciones. En la amplia vivienda de Dalton César Milagres Rigueira y su familia, Madalena habitaba en una pequeña habitación de pocos metros cuadrados. "Mi dormitorio no era realmente bonito", recuerda hoy la afrobrasileña. Seis semanas después de su liberación, Gordiano reside en un albergue donde recibe apoyo social y psicológico. Tiene 46 años y relata que acaba de volver del médico, porque la espalda le duele desde hace tiempo y debe ponerse al día con las vacunas correspondientes. Pero eso no es lo único que Gordiano ha descuidado durante su vida de trabajo esclavo. También tiene que aprender a sacar dinero y a manejar un celular.
Dependencia financiera y emocional
La historia de Madalena Gordiano ha levantado una polvareda en Brasil, porque refleja las descomunales desigualdades sociales y el racismo del país y es más que un triste caso aislado. La organización de derechos humanos "Walk Free Foundation" calcula que más de 350.000 personas en Brasil trabajan en condiciones similares a la esclavitud, es decir, "situaciones de explotación que no pueden ser eludidas debido a las amenazas, violencia, coacción, engaño y abuso de poder". Más de 55.000 empleados fueron liberados desde 1995, cuando empezaron los controles estatales, pero solo 21 de ellos eran empleados de hogar como Madalena Gordiano.
Camasmie explica por qué: "Por un lado, eso se debe a que no podemos controlar tan fácilmente los domicilios privados. Y, por otro lado, los empleados de hogar son a menudo tan dependientes emocional y financieramente de las familias para las que trabajan y con las que residen, que les resulta extremadamente difícil liberarse de estas estructuras".
Presas fáciles de entornos pobres
Precisamente era esta dependencia la que impedía rebelarse a Gordiano: "Yo sabía que algo no estaba bien, pero tenía miedo y tampoco sabía cómo poner una denuncia en la Policía", dice la mujer. Y la familia Rigueira se aprovechó de su indefensión. La historia de Gordiano puede reconstruirse a partir de las investigaciones de los inspectores y de las propias declaraciones de la mujer. Al parecer, la muchacha, que procedía de un entorno muy pobre, llamó a la puerta de la familia Rigueira para pedir comida. La madre de la familia le dijo a los progenitores que la pequeña podía quedarse a vivir con ellos, prometiendo adoptarla. Los padres se alegraron de tener una boca menos que alimentar y dejaron a su hija bajo custodia de los Rigueira. El contacto con la pequeña se hizo esporádico y después se rompió del todo.
Matrimonio con un hombre de 78 años
Los Rigueira sacaron inmediatamente a la niña de la escuela para que se ocupara de lavar, limpiar y ordenar la casa y cocinar. "Dijeron que ya era lo suficientemente mayor para trabajar", recuerda Gordiano. Nunca la adoptaron legalmente. A principios de la década de 2000, la joven fue "dada" a Dalton Rigueira, uno de los hijos de la familia, que tenía su propia casa con su esposa y un hijo. Y hay otra cosa que cambió en su vida. Contrajo matrimonio –al menos sobre el papel– con un pariente de los Rigueira, un hombre de 78 años, que murió dos años después. Pero no es ella quien recibió la pensión de viudedad que legalmente le correspondía, sino Dalton Rigueira. "El matrimonio fue legal, ya que en aquel momento Madalena dio su consentimiento. Pero está claro que los Rigueira tramaron todo con el propósito de enriquecerse", dice Camasmie convencido.
Dalton Rigueira, que ya fue despedido de su puesto en la Universidad, aseguró en todo momento que Giordano era como una hermana para él, que nunca la obligó a nada y que siempre le dio el dinero que le correspondía. Pero Camasmie lo cree muy improbable.
Ahora se vislumbran varios años de cárcel para algunos miembros de la familia, cuyos abogados critican la "prematura e irresponsable" salida a la luz de sus datos personales. Para Humberto Camasmie, la atención pública que el caso de Madalena Gordiano ha recibido ya ha logrado algo bueno: "Solo en Minas Gerais hemos recibido desde entonces pistas de cinco casos similares. Y este año habrá más controles en viviendas privadas". Por su parte, Madalena Gordiano prefiere mirar hacia adelante. "Sencillamente quiero distanciarme de estas personas. Quiero ir a la escuela y viajar. Tener mi propia casa sería bonito".
(ms/few)