Trump ha complicado las relaciones transatlánticas
17 de enero de 2018Josef Braml, experto en política estadounidense de la Sociedad Alemana de Política Exterior, había tenido un mal presentimiento tras la victoria electoral de Donald Trump. En aquel entonces habló del "entierro del orden mundial liberal". Hoy, un año después, ve confirmado su presagio: "Trump piensa que el orden mundial liberal no beneficia los intereses estadounidenses, sino solo a países como Alemania o China". De ahí que el presidente norteamericano solo tenga una meta: "destruir ese orden mundial". Sin tener en cuenta las consecuencias negativas para las relaciones transatlánticas.
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Según Braml, la política de Trump es un juego a todo o nada. "Estados Unidos debe ganar, en consecuencia otros deben perder". Un ejemplo de ello son los aranceles aduaneros impuestos a empresas alemanas que exportan al país norteamericano. El experto incluso opina que las sombrías declaraciones de la canciller Angela Merkel, de que habían quedado atrás los tiempos en que se podía confiar ciegamente en otros, tras el decepcionante G7 en Italia, llegaron relativamente tarde. "Ya antes de Trump EE.UU. se había vuelto demasiado débil como para sostener por sí solo el orden mundial liberal", señala.
OTAN, la manzana de la discordia
"No se trata de una crisis, sino más bien de un reto", opina, en cambio, Andrew Denison, director del think tank Transatlantic Networks. Aún no ha perdido la esperanza de que en el futuro Trump siga apostando por las relaciones transatlánticas. "Estados Unidos no quiere que Rusia amenace a Europa. Al mismo tiempo, se pretende que Europa ayude a Estados Unidos con China y Oriente Próximo", subraya Denison.
El director de Transatlantic Networks dice entender el hecho de que Trump exija a los europeos aportar más recursos financieros a la OTAN, es decir, un dos por ciento del rendimiento económico. "Los estadounidenses están convencidos de que Europa se aprovecha de EE.UU. en términos de política de seguridad".
¿Una nueva estrategia de EE.UU.?
Por su parte, el ministro de Relaciones Exteriores de Alemania, Sigmar Gabriel, ya demanda una nueva política estadounidense de cara a los graves cambios en las relaciones transatlánticas. Aspira a que en el futuro Alemania defienda sus intereses con más vigor, por ejemplo en lo que se refiere al acuerdo nuclear con Irán. En caso necesario, dice, incluso debe trazar una línea roja.
Anna Kuchenbecker, vicedirectora del Instituto Aspen de Alemania, apoya esta postura, sobre todo teniendo en cuenta los actuales conflictos de intereses: "Mientras que, con Trump, Estados Unidos quiere dejar el rol de liderazgo mundial, Alemania confía en las alianzas y es, además, una nación exportadora".
Según Kuchenbecker, lo que funcionó en el pasado, ya no funciona. ¿Pero qué estrategia se debería adoptar? "Cooperar con los alcaldes de las grandes ciudades en el ámbito de la protección climática, unirse a parlamentarios estadounidenses fuertemente interesados en Europa y distanciarse de proyectos en los que las divergencias sean demasiado grandes, como la política de comercio", opina Kuchenbecker en entrevista con DW. Se trata de una estrategia pragmática para "evitar trabajar directamente con la Casa Blanca".
Futuro sombrío
En los próximos años se seguirán poniendo a prueba las relaciones transatlánticas, cree Andrew Denison, del Transatlantic Network. "Puesto que Trump siempre busca un chivo expiatorio, seguirá criticando a Alemania en el futuro", asegura. Además, Josef Braml, de la Sociedad Alemana de Política Exterior, prevé ataques del presidente norteamericano contra la Organización Mundial del Comercio y las Naciones Unidas.
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Oliver Pieper (VT/ERS)