Trump y Kim: Los símbolos no bastan para alcanzar la paz
28 de febrero de 2019Mucho ruido y pocas nueces. De antemano había indicios de que la fuerza simbólica de este encuentro digno de Hollywood entre el presidente estadounidense, Donald Trump, y el gobernante norcoreano, Kim Jong-un, no tendría proporción con el resultado. Y así ocurrió.
El punto de partida no podía ser más dispar: ambas partes están enemistadas enconadamente desde hace 70 años. Una es comunista, la otra, capitalista; una extremadamente pobre, la otra rica; una tiene un régimen autoritario, la otra es símbolo de libertad y democracia; una quiere convertirse en potencia atómica a como dé lugar, la otra posee ya el arsenal nuclear más grande del mundo.
Política interna
El hecho de que ambos contrincantes se hayan reunido a conversar tiene, sobre todo, razones de política interna. Kim quería y quiere demostrar a su séquito que puede forzar al "archienemigo capitalista” a sostener conversaciones directas a un mismo nivel. Con su arriesgada estrategia de escalada, el joven gobernante ha podido apaciguar a los halcones dentro del partido y el Ejército, y ampliar su poder.
Su contraparte tiene, por el momento, problemas muy diferentes. Durante el primer día del encuentro en Vietnam, Michael Cohen, exabogado del presidente estadounidense, habló ante el congreso sobre los contactos de Trump con Rusia. El investigador del caso, Robert Mueller, presentará próximamente su informe final, que debería aclarar, entre otras cosas, si Trump podría ser susceptible de extorsión debido al asunto, y si entorpeció las investigaciones judiciales. En vista de tal amenaza, un éxito en materia de política exterior no le habría venido mal.
Lo medular
Pese a todo, Trump presentará su reunión con el archienemigo como en "encuentro formidable”. Pero, tras esta segunda cumbre, no está claro si Corea del Norte y Estados Unidos trabajan seriamente por lograr un tratado de paz.
La propaganda estatal norcoreana sostiene que Estados Unidos está ante un colapso económico, que Corea del Norte doblegó a Washington y que el gran líder Kim Jong-un mostrará al mundo el camino hacia una paz duradera.
Todo esto soslaya lo medular del conflicto atómico en la península coreana. La desnuclearización –que habría que definir y especificar en detalle en un tratado- es lo fundamental, si ha de haber algún día una estructura de seguridad fiable en el área del Asia-Pacífico.
Inclusión de los vecinos
Eso no se podrá lograr sin los vecinos. Corea del Sur, Japón y China tienen sus propios intereses de seguridad. Pekín, la potencia regional en ascenso, no permitirá una fuerte presencia estadounidense ante su propia puerta y practica un vigoroso rearme, por ejemplo, en el Mar del Sur de China. La desestabilización del régimen de Pyongyang por un potencial ataque militar estadounidense, provocaría una huida masiva hacia China, cosa que este país quiere evitar.
Los aliados de Estados Unidos, Corea del Sur y Japón, quieren en cambio garantías de que Corea del Norte desmonte efectivamente su programa de armas atómicas y pone fin al desarrollo de misiles intercontinentales. Sus ciudadanos ya no quieren oír sirenas resonando en el centro de Tokio o de Seúl porque Corea del Norte lanza un misil que podría equiparse con cabezas nucleares.
La buena noticia del encuentro de Trump y Kim es que existe el deseo de un entendimiento y que la amenaza de una escalada se ha desactivado, o al menos atenuado, mediante las conversaciones directas.
Pero el mensaje más importante es que la política de símbolos de dos showmen no es suficiente. El paso siguiente debería ser que todos los actores de la región –Corea del Sur, Japón y China- se sienten a una mesa con Estados Unidos y Corea del Norte para buscar caminos viables hacia una desnuclearización. Solo así se puede poner la piedra angular de una paz duradera en la región.
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(er/cp)