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Vertrauensfrage Griechenland

6 de noviembre de 2011

El primer ministro griego obtuvo el voto de confianza del Parlamento. Pero, ¿qué destino le espera a Grecia? El caos de los últimos días obliga a preguntar lo mismo en el caso de la UE. Un comentario de Daphne Grathwohl.

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¿Qué efecto tendría una constelación de circunstancias como la de Grecia sobre la UE si se reprodujera en países como España o Italia?

Era necesario que el encuentro de mandatarios europeos del 27 de octubre concluyera con señales esperanzadoras en lo que a la concordia política, la estabilidad del euro y la reducción de las deudas soberanas se refiere. Después de todo, la meta era tranquilizar a los mercados financieros, tan proclives a arrebatos de miedo, y calmar los ánimos en Atenas para poder fortalecer a la Unión Europea (UE) y a su moneda única. Pero la coyuntura que atraviesa Grecia es sólo uno de los factores que atiza la crisis comunitaria; la situación de Italia se viene complicando desde hace un tiempo.

Después de la cumbre, el primer ministro griego, Yorgos Papandreu, anunció a sus compatriotas los resultados de la jornada resumiéndolos en palabras clave: la deuda de Grecia sería parcialmente perdonada y el país recibiría dinero fresco. El resto de su discurso lo dedicó a describir los sacrificios y esfuerzos que los griegos harían en el futuro cercano, y a explicar por qué valían la pena. No obstante, su estrategia de persuasión no surtió efecto: los mercados y los Gobiernos involucrados en el diálogo de Cannes celebraron los acuerdos alcanzados, mientras las protestas se intensificaban en Grecia.

Deutsche Welle Daphne Grathwohl
Daphne Grathwohl, experta en Política y Economía de Dutsche Welle.Imagen: DW

La Unión Europea no es un coloso

Los ciudadanos griegos rechazan las medidas de austeridad y su poder adquisitivo se extingue. La oposición helena bloquea las propuestas del Gobierno socialista e intenta sacar provecho de su debilidad. ¿Y el primer ministro? Da igual qué motivos haya tenido Papandreu al anunciar que sometería los acuerdos del 27 de octubre a votación popular, una iniciativa que sorprendió a propios y extraños. Lo que quedó claro fue que la inestabilidad de la política interior de un país tan pequeño como Grecia puede hacer temblar las bases de ese coloso que supuestamente es la UE. De hecho, es fue lo que ocurrió.

La ola de rumores que circularon en el Parlamento griego, en los bancos, en las bolsas de valores y en la reunión del Grupo de los Veinte entre el jueves (3.11.2011) y la hora del viernes (4.11.2011) en que se anunció la cancelación del referendo propuesto por Papandreu dejó en evidencia que la UE no es un coloso, el bloque comunitario no es una unidad política poderosa. Lo acontecido al final de la semana pasada obliga a preguntar: ¿qué efecto tendría una constelación de circunstancias como la de Grecia sobre la Unión Europea si se reprodujera en países grandes como España o Italia?

¿Todos para uno y uno para todos?

Hacia el sábado (5.11.2011), Papandreu obtuvo el voto de confianza del Parlamento griego. ¿Significa eso que Grecia y la Unión Europea tendrán un poco más de paz? Para nada. En las propias filas del partido socialista crece la resistencia de cara a Papandreu. ¿Cómo va a funcionar el Gobierno de coalición que el primer ministro insiste en armar? ¿Cómo se va a ganar ese Gobierno de coalición la confianza de la población griega y de los socios de Grecia en la UE? Todo ha quedado como estaba antes: aún cuando los actores de este drama sean sustituidos por otros, sus motivos serán los mismos.

Y eso vale no solamente para Grecia. Está claro que, cuando se trata de obtener ganancias en la UE y en la zona euro, se puede contar con todos los Estados del bloque: Alemania, líder en materia de exportación, se ha visto tan beneficiada por el euro como Grecia por la estabilidad de la moneda única y los intereses bajos. Pero cuando se trata de hacer aportes –dolorosos y necesarios– para garantizar la estabilidad de la unidad monetaria y financiera, todos huyen despavoridos: Alemania se rehúsa a sacrificar su soberanía nacional y se queja cuando se insiste en pedirle que pase por la caja.

Francia quiere proteger a sus bancos y tanto Grecia como Italia se aferran a su oxidado y corrupto aparato estatal, negándose a implementar reformas estructurales que debieron haber tenido lugar hace décadas. La agenda política conjunta sigue brillando por su ausencia, un programa que convenza a los ciudadanos y a sus representantes políticos de que una Europa fuerte le conviene a sus respectivos países y de que los intereses nacionales de cada Estado se alcanzan con mayor facilidad en el marco de esa comunidad europea. ¿Cómo va Europa a convertirse en un coloso, en términos políticos y económicos, capaz de competir con China e India, cuando ofrece espectáculos como los de la semana que acaba de culminar?

Autora: Daphne Grathwohl
Editora: Claudia Herrera-Pahl