Extracción de materias primas: ¿cuánto dinero va a dónde?
11 de octubre de 2012La maldición de las materias primas, así suelen denominar los defensores de derechos humanos de África y América Latina la riqueza escondida en su subsuelo. El motivo: los países industrializados pagan bien por los derechos a extraerlas, pero esos ingresos benefician sólo a una pequeña élite. La mayor parte de la población no recibe nada y vive en la pobreza.
Ni los gobiernos ni las empresas extractores tienen que hacer públicos las transferencias de dinero e sus negocios. Según la organización no gubernamental Transparency International los países que poseen materias primas ingresaron por ese concepto siete veces más que por ayudas internacionales al desarrollo. Zimbabue, por ejemplo, financia el 15 por ciento de su presupuesto con los ingresos de la minería.
Objetivo: más dinero para los ciudadanos
Ahora la Unión Europea propone obligar a las empresas europeas que corren en la bolsa a publicar en sus balances anuales todos los pagos por extracción. De esta manera se tendría la esperanza de que los ciudadanos llegaran a saber cuánto dinero ingresa su Gobierno y pudieran exigir la construcción de escuelas, hospitales y carreteras. “Una empresa que quiera extraer materias primas en un país tercero tendría que publicar en su balance anual todos los pagos efectuados. Si no lo hiciera o falsificara los datos, las autoridades bursátiles nacionales podrían enjuiciarla”, explica a DW Jana Mittermaier, directora de la oficina de Transparency International en Bruselas.
En el detalle, el problema
Hasta ahí la idea. En la práctica, las negociaciones son muy difíciles. El motivo: de por medio hay mucho dinero. Se trata de los intereses de las empresas europeas y sobre todo de la empresa alemana. Del otro lado está el Gobierno de Estados Unidos: Washington tiene una ley semejante y quiere que los europeos sigan su ejemplo.
Así las cosas, los eurodiputados, la Comisión Europea y los Estados miembros de la UE buscan un compromiso. La Comisión Europea propone ver en los balances sólo el monto que gira una empresa a un país cuando se trate de contratos superiores a medio millón de euros. El Parlamento va más lejos y pretende transparencia a partir de los 80.000 euros: “Son puntos nucleares que tienen que ser incluidos en una regulación que tiene por objeto la transparencia”, explica Ska Keller, de la bancada de Los Verdes. “Es decir, se trata de saber cuánto gana una empresa en dónde, cuánto dinero deja en el país, cuántos impuestos paga”, puntualiza.
Temores alemanes
Pero de eso no se trata para todos. Sobre todo el gobierno alemán no quiere ceder. No hay que olvidar que la industria alemana es (casi) totalmente dependiente de la importación de materias primas. Anualmente importa metales, minerales, gas y petróleo por un volumen de 115 mil millones de euros. BMW y Mercedes requieren de la bauxita de Camerún para sus carrocerías y el cobre del Congo para sus sistemas eléctricos. La industria teme no poder conseguir materias primas a buen precio, si las reglas se ponen más estrictas.
Matthias Wachter, director de la sección para Materias Primas y seguridad de la Asociación Alemana de Industriales, opina que la transparencia es una buena cosa pero que tiene que ser voluntaria. En su opinión, Bruselas debería comenzar por los responsables de la corrupción: “No tiene sentido que publiquemos nuestras cifras si nadie sabe cuánto llegó verdaderamente a los Gobiernos respectivos y qué ha hecho éste con el dinero. Por eso toda regulación tiene que incluir también a los Gobiernos locales”.
¿Miedo a la competencia china o a la burocracia?
Que regímenes autocráticos como los de Zimbabue y el Congo vayan a querer publicar sus ingresos es una ilusión. Además, Wachter advierte de que la competencia china va a sacar provecho de la ofensiva europea por la transparencia. Y razón no le falta: si las empresas chinas no tienen que publicar sus cifras, éstas serán más atractivas para los gobiernos corruptos. No obstante, Wachter no quiere decirlo así de claro: las desventajas en la competencia las aduce al incremento en la burocracia.
El argumento no convence a Transparency International. “Las empresas poseen esa información, publicarla en detalle no cuesta mucho. Partimos del supuesto que todas trabajan de manera limpia y por eso no pueden tener inconveniente”, acota Mittermaier.
Como fuere, aún nada está decidido. En Bruselas, sin embargo, todos saben que sin el visto bueno de Alemania, el motor industrial de Europa, no se aprueba ninguna ley que tenga que ver con la industria. El objetivo primordial de esta regulación –que llegue más dinero al ciudadano de África y América Latina- podría ser relegado así a un segundo plano.
Autora: Katrina Matthaei/Mirra Banchón
Editor: José Ospina Valencia