"Un botón de nácar", condensa la historia de Chile
8 de febrero de 2015
La voz del cineasta es el hilo conductor de un relato que reflexiona sobre el agua y el cosmos, con imágenes que parten desde el desierto de Atacama, en el norte del país, para llevar al espectador a la Patagonia Occidental, en donde se hunde la cordillera de los Andes, en el sur, en el agua y el hielo. Guzmán habla de un país que tiene la costa más larga al Pacífico -de más de 4.000 kilómetros de largo-, que en los libros escolares aparece dividido en tres: norte, centro y sur.
El sonido del agua y las imágenes de los glaciares de extraordinaria belleza le dan pie al realizador de “Nostalgia de la luz” para hablar de los pueblos aborígenes y nómadas que habitaban esas remotas regiones hace siglos, que vivían del mar y fueron exterminados por los colonizadores. El cineasta halló unas mil fotografías de esos antiguos pobladores en un archivo etnológico alemán, el Anthropos Institut en Sankt Augustin, cerca de Bonn. Entre esas imágenes encontró a algunos de los sobrevivientes siendo jóvenes, que aparecen ante la cámara mayores, entre ellos a una mujer que dice no sentirse chilena sino kawésqar. El cineasta destacó que sin esas imágenes no hubiera podido hacerse el documental.
En el hilo del relato, Guzmán afirma que durante la dictadura de Pinochet entre 1.200 y 1.400 personas fueron lanzadas al oceáno desde helicópteros, entre ellas Martha Ugalde, cuyo cuerpo arrojó la corriente marina a la costa. “Fue cuando los chilenos comenzaron a sospechar que el mar era un cementerio”, cuenta Guzmán en el relato. El documental muestra el testimonio de uno de los pilotos de esos helicópteros que reconoce que ése fue el día más difícil de su carrera, cuando se dio cuenta que lo que estaban haciendo era un delito.
La historia condensada en un botón
En sus investigaciones sobre cómo lanzaban a los disidentes al mar, el cineasta muestra al espectador que ataban a los cadáveres un riel de hierro, envolviéndolo todo en plástico y sacos de yute. Un buzo chileno buscó a las víctimas 40 años después y encontró varios rieles en el fondo marino. Un riel tenía un botón adherido, lo único que quedó de la víctima. Eso llevó al cineasta a hacer un paralelo con el botón nacarado que fue ofrecido a cambio de un adolescente aborigen que fue llevado a Inglaterra en un buque británico, rebautizado con el nombre de Jemmy Button.
“La historia de Chile y de la dictadura se condensa en un botón”, resumió el cineasta. El documental, que disputa los Osos de Oro y de Plata de la Berlinale, fue recibido con una sonora ovación tras su exhibición ante periodistas y la crítica especializada.
“En Chile vivimos todos en el centro del país, en los extremos no vive nadie. En el norte hay astrónomos que investigan el pasado, las momias, los meteoritos, los dinosaurios, también hay madres que buscan a los desaparecidos, en el sur hay agua en todas partes, el agua es el pasado y el futuro, cuando encontremos planetas con vida”, dijo el realizador ante periodistas.
Guzmán criticó que su país está lleno de masacres de las que no se habla. También destacó que de las 14 películas que ha realizado a lo largo de su carrera, sólo ésta ha recibido apoyo del gobierno chileno. Guzmán subrayó que disfruta dando clases tanto como haciendo documentales. “En un documental tienen que trabajar cinco personas, las que caben en un automóvil, mientras menos gente mejor, lo importante son las ideas”, dijo, pero advirtió que como documentalista no se gana dinero. Tras la conferencia de prensa hubo la oportunidad de hacerle unas breves preguntas.
DW: ¿Se ha trabajado lo suficiente en Chile para hacer justicia en el tema de los desaparecidos?
Los únicos que lo han trabajado son los argentinos. Pero el resto de los países no. En Brasil recién están haciendo investigaciones sobre lo que hizo la dictadura, en Uruguay también, pero falta mucho por hacer. La memoria en América Latina no se considera como un bien nacional, como un capital. Sin memoria no hay desarrollo ni turístico ni comercial ni empresarial. La gente cree que es una cuestión política. Los países sin memoria no tienen energía. La sociedad civil es la única que ha trabajado por los desaparecidos. Algunos jueces, algunos periodistas, y por lo tanto, los novelistas, poetas, escritores y cineastas que hablamos de la memoria, de alguna manera estamos devolviendo los cuerpos a las familias.
¿Por qué hay ese miedo a revisar la historia en Chile?
Porque no tenemos libertad de prensa ni libertad de imagen. Si tenemos a El Mercurio hablando 30 años contra Allende, contra la izquierda, entonces imagínese. ¿Con quién contamos? No tenemos un diario, no tenemos un canal propio, estamos solos, aislados. Si en España no existiera El País, no se habría creado una corriente democrática. El País jugó un papel fundamental. Pero en Chile dijeron que no querían crear un diario. Los que hicieron la transición se han equivocado por todos los costados. Es una clase política que, además, ha traicionado los ideales de Allende.