"Un puente entre Latinoamérica y EE.UU."
16 de septiembre de 2015DW: Usted es responsable para Cuba en Adveniat, que se presenta como la mayor obra benéfica para América Latina en Europa. ¿Qué experiencia ha tenido Adveniat con Cuba?
Directamente tres o cuatro años tras la fundación de Adveniat en 1961, establecimos los primeros proyectos de cooperación con Cuba a través de contactos en Roma. Apoyamos la concesión de becas de estudio en el extranjero, la donación de biblias, libros y medios de transporte. Más tarde, en los años 80 se intensificó el trabajo, la sociedad y el Gobierno se abrieron. Aunque sigue siendo un país con el que trabajamos en condiciones especiales. La Iglesia en Cuba depende fuertemente de la ayuda exterior puesto que sus fieles no pueden financiarla, así que −junto a otras instituciones como la Conferencia Episcopal estadounidense− Adveniat se ha erigido en un apoyo fundamental para que la Iglesia local pueda ofrecer opciones educativas (cursos de idiomas, computación, administración), impulsar el debate social sobre la doctrina social de la Iglesia, o acometer la reparación de edificios ecleasiásticos.
¿Cómo evalúa usted la actual situación de la Iglesia católica en Cuba?
Yo diría que ha habido un desarrollo constante. Directamente después de la Revolución hubo muchas prohibiciones. Pero desde 1992 ha vuelto a reconocerse la libertad de culto, algo que ya venía desarrollándose desde finales de los años 80. Luego, las visitas de los papas Juan Pablo II y Benedicto XVI devolvieron reconocimiento social a la Iglesia. Los creyentes han vuelto a expresar activamente su fe. Eso sí, las comunidades religiosas son más bien pequeñas, de 10 a 20 personas que se encuentran muchas veces en casas privadas. Pero allí donde hay iglesias restauradas llegan también a reunirse de 100 a 200 personas en misa. En los últimos años han vuelto a celebrarse procesiones como la de la Virgen de la Caridad, acompañada también por mucha gente que observa al margen pero con entusiasmo, algo que probablemente ocurra también durante la visita de Francisco.
Cuando Francisco llegue a Cuba este 19 der septiembre, se convertirá en el tercer pontífice consecutivo en visitar la isla. ¿Hablaría usted de un especial interés de la Iglesia Católica por Cuba?
Puede decirse que sí. Aunque creo que cada Papa ha tenido su propio interés. Juan Pablo II, que creció en Polonia y tenía la experiencia del Este, estaba seguramente interesado en la particular situación cubana. Francisco tiene la cercanía como latinoamericano, observó y analizó de cerca la visita de Juan Pablo II en 1998, sobre la que escribió un libro [“Diálogos entre Juan Pablo II y Fidel Castro”]. Así que ya entonces se interesó por la relación de la Iglesia con el sistema socialista, sus posibilidades de existencia allí. Ahora, además, ha tenido ese rol especial de mediador entre Cuba y Estados Unidos. De modo que su visita es también un viaje simbólico, que construye un puente entre América Latina y Estados Unidos. No por gusto se ha insistido en que Francisco sigue viaje de Cuba a los Estados Unidos para establecer esa conexión, que no solo afecta a Cuba sino a todo el continente.
¿Cuánto puede influir sobre la política cubana el propio Francisco, como parte de la diplomacia vaticana, y cuánto habían hecho ya sus antecesores?
El Papa Francisco escribió esas cartas a Barack Obama y Raúl Castro, una iniciativa que creo que fue personal. Él tiene, además, el contacto con el Cardenal Jaime Ortega, en La Habana, que lo ha mantenido informado de la situación en Cuba. En el desarrollo de este proceso de apertura, que ha sido largo, han estado involucrados ambos papas y muchos en el Vaticano, donde se celebraron conversaciones. Pero hay que ver también que tanto en Estados Unidos (en Miami) como en Cuba (alrededor del presidente Raúl Castro) hay sectores fuertemente interesados en estos cambios; que este es un proceso histórico con su propia dinámica, en la que la curia ha asumido ahora un rol importante.
¿Qué más pueden esperar de Francisco y de esta visita papal los ciudadanos de a pie, la Iglesia, el Gobierno, la oposición en Cuba?
Creo que no hay que exagerar las expectativas en torno a una persona, que en este caso son muy altas. Lo primero que debe esperar la población es una gran fiesta de encuentro, vivir el momento y el ambiente de la visita. La Iglesia y los creyentes, por supuesto, esperan que más personas se animen a renovar y expresar su fe. La sociedad toda tiene también expectativas muy altas en torno a la continuidad del proceso de apertura: aspira a que Francisco −que visita sobre todo países pobres y escucha a los necesitados− se posicione en relación con la situación de la gente, que los refuerce en sus aspiraciones de participar en el actual proceso de cambios y no resignarse a él sin esperanzas. Los opositores tienen, además, la aspiración de reunirse con él y alcanzar metas a las que el aparato político cubano se opone. Pero este es un proceso que lleva tiempo.
¿Qué espera el resto del mundo, que observa atentamente tanto los pasos de Cuba como los de Francisco, quien seguirá viaje luego a los Estados Unidos?
En Adveniat esperamos que los cubanos se beneficien de esta visita, que el actual proceso de cambios siga avanzando pacíficamente. Y creo que el mundo en general observa atento y anhela paz, anhela un diálogo pacífico del que Francisco es mensajero, no sólo en Cuba sino también, a continuación, en Estados Unidos.