Un safari en el bosque bávaro
8 de febrero de 2012“No puedo esperar para ver a los osos”, dice animada una de los once entusiastas de la naturaleza que se han reunido en una de las montañas más altas del bosque bávaro. A pesar de la intensidad con que ha nevado, el grupo de aventureros hará una excursión por un territorio que ha sido cercado para permitir que la vida silvestre se desarrolle a sus anchas. Todos albergan la esperanza de ver los búhos, los linces, los lobos y el resto de los animales característicos de la zona.
Esperando toparse con un lince…
“No será fácil pasar cinco horas en el bosque”, advierte Claudia Barthman, quien dejó su empleo como ingeniera industrial en 2008 para trabajar como guía turística en este paraje del sur alemán. Ese cargo le ofreció la oportunidad de hacer lo que más quería en la vida: pasar la mayor parte de sus días al aire libre. Otra de las recompensas de su nuevo oficio es ver la cara de excitación que ponen los turistas cuando avistan a alguno de los ejemplares de la fauna local.
El grupo de excursionistas que le tocó guiar esta vez no oculta su interés en toparse con un lince, aunque sea para mirarlo de lejos. Este ágil felino es el depredador más grande de la región y puede pesar hasta 11,5 kilos. A pesar de su aspecto tímido, es un cazador destacado. Lamentablemente, el lince está clasificado como una especie en peligro y se le ve en muy raras ocasiones. Los expertos creen que en el bosque bávaro viven, cuando mucho, dieciséis linces.
“Los árboles tienen permitido caerse”
El primer parque nacional de Alemania se inauguró en octubre de 1970. Barthman explica que, en ese momento, el parque en cuestión era el hogar de elefantes, camellos y leones. Al principio se le percibió exclusivamente como una atracción turística, incapaz de atizar controversia alguna entre los habitantes de la zona. Durante siglos, la abundante madera de sus bosques fue uno de los recursos naturales más importantes; pero, ahora, ese ecosistema necesita ser protegido.
Cuarenta años más tarde, tras largos y apasionados debates, el parque nacional se ha convertido en una institución de bases firmes. “En este bosque, los árboles tienen permitido envejecer, morir y caerse”, cuenta la guía turística. Después de todo, la madera muerta constituye un hábitat único para diversas especies de insectos y hongos. El lema del parque, “dejemos a la naturaleza en paz”, resume su objetivo principal.
Autor: Andreas Kirchhoff / ERC
Editor: Enrique López