Una década de euro: balance agridulce
1 de enero de 2012A mediados de diciembre de 2001, los ciudadanos de doce países europeos tocaron por primera vez con sus manos el euro. En aquel momento se repartieron “kits para principiantes”, con el objetivo de que la gente se familiarizara con la nueva moneda. Una década más tarde, resulta controvertido valorar si el euro ha supuesto un éxito o un fracaso.
Cuatro años antes, en 1998, se había fundado el Banco Central Europeo en Fráncfort. Éste se concibió a imagen y semejanza del Banco Federal Alemán, con la misión fundamental -en ello hicieron especial hincapié los alemanes- de mantener la estabilidad de su valor como moneda. Si tomamos como medida la tasa de inflación y de su valor como divisa frente a otras monedas, el euro ha sido un éxito.
El Banco Central Europeo ha controlado con firmeza las turbulencias monetarias. En su primera sesión, el 4 de enero de 1999, cuando se implantó el euro como moneda giral en once países, cotizó apenas un dólar y 18 céntimos. A partir de ese momento, políticos y economistas se fueron poniendo cada vez más nerviosos, porque el euro comenzó a perder progresivamente valor, llegando a su mínimo histórico en el año 2000, cuando cotizó tan solo 82 céntimos de dólar.
Comentario profético
“El mercado de divisas es muy sensible a las medidas que se tomen para el fortalecimiento de la moneda“, dijo entonces un comentarista en un programa de Deutsche Welle. “A ello deben aspirar los políticos europeos, que han sido demasiado permisivos con Italia en cuestiones sobre su estabilidad presupuestaria y su alto endeudamiento. Si a ello sumamos que se ha hecho la vista gorda para admitir a Grecia como duodécimo miembro de los países de la zona euro, no es de extrañar que los mercados de divisas no confíen en la evolución de la moneda común”
El comentario fue firmado hace más de once años, en octubre de 2000. "La cuestión es qué hubiera sucedido de no haber ingresado Grecia en la unión monetaria y económica”, dice hoy Theo Waigel, que se encargó en los años 90, como ministro de economía alemán, de la introducción del euro". "Tenemos problemas financieros en algunos países, continúa Waigel, que se han manifestado a través de la crisis más grave que hayamos tenido en 80 años. Ello se debe a que se han cometido algunas fallas. Pero el problema no está en la moneda, sino en esos países concretos“.
¿Crisis de deuda o de moneda?
En otras palabras: no hay crisis del euro. Aunque muchos países de la eurozona tienen unos enormes problemas de deuda, la propia moneda ha demostrado sobradamente su eficacia. En primer lugar, ha conseguido que las empresas ahorren mucho dinero en transacciones. Por otra parte, ha propiciado un gran éxito de las exportaciones alemanas y unos intereses muy bajos para los países periféricos. Además, se ha convertido en la segunda moneda en importancia tras el dólar. Y, a pesar de las turbulencias, ha conseguido sorprendentemente mantener su valor estable frente al dólar.
A quien no exporte en el espacio dólar o no vaya allí de vacaciones, le importa poco el valor externo de la moneda común. En cambio, le interesa más la estabilidad interna de su moneda. Al principio, la palabra “euro” en Alemania era sinónimo de “caro”. Resultó difícil para los germanos despedirse del marco. Hoy día se sigue pensando que el euro encareció todo, pero las estadísticas lo desmienten: en los diez años de euro la inflación del espacio euro fue más baja que en la última década de marco alemán.
Por otra parte, el euro ha sido el responsable de los enormes conflictos en la balanza de pagos de algunos países. “Los problemas financieros de los países meridionales -especialmente Grecia y Portugal- los han originado en gran parte ellos mismos”, dice el Instituto Alemán de Economía. “En realidad, la implantación del euro ha supuesto una gran oportunidad para los países que están actualmente endeudados”. Ya el anuncio de la nueva moneda hacia 1995 produjo un impacto sobre la notable reducción en los tipos de interés que los países del sur, en comparación con Alemania, debían pagar.
Ni Portugal ni Grecia aprovecharon esta oportunidad. “En lugar de impulsar medidas de crecimiento, aumentaron de forma masiva la carga social del Estado. En Grecia concretamente, se pasó de 19% del Producto Interior Bruto en 1995 hasta más del 25% en 2007. En Portugal sucedió algo similar“, informa el Instituto Alemán de Economía.
Balance agridulce
Los bajos intereses condujeron a Estados, empresas y familias a un excesivo endeudamiento. Ello desató un boom financiero y crediticio artificial, en el que precios y salarios subieron más que en el resto de países, lo que provocó el aumento de la importación y el descenso de la exportación. Hasta que los mercados han dicho !Basta a seguir financiando balanzas de pago deficitarias!
Por este motivo, los otrora boyantes países se ven inmersos, con sus altos precios y salarios, en una profunda crisis estructural y ya no son competitivos. Necesitarían un ajuste en el valor de su moneda de cambio, una devaluación, para volver a serlo, pero esta solución no es posible por el euro: no se puede devaluar de forma unilateral. Esa es la otra cara de la moneda única. Así pues, balance agridulce.
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Autor: Rolf Wenkel/MS
Editor: José Ospina-Valencia