¿Sirvió de algo?
11 de agosto de 2011El día, nueve después de los atentados del 11 de septiembre, en que Georg W. Bush le declaró la guerra al terrorismo, intentaba dar con ello respuestas. “Los estadounidenses se preguntan por qué nos odian”, dijo el entonces presidente de EE UU. “Odian”, continuó, “lo que tenemos: un Gobierno elegido democráticamente. Odian nuestra libertad: nuestra libertad de confesión, nuestra libertad de opinión, nuestra libertad de decidir reunirnos y contradecirnos mutuamente”.
Los asesores de Bush sobrevaloraron este elemento: el de los principios occidentales en el punto de mira de Al Qaeda, opina Guido Steinberg, experto de la alemana Fundación Ciencia y Política. El mensaje de los ataques iba mucho más allá, decía “retiraros de Arabia Saudí, de Egipto y de los demás Estados árabes. Si no lo hacéis, os atacaremos en todo el mundo, pero también en vuestro propio país”, explica.
Las estrategias de Al Qaeda
A mediados de los años 90, cuenta Steinberg, Al Qaeda cambió de estrategia. Hasta ese momento, la organización había combatido sobre el terreno a aquellos regímenes autoritarios de la región apoyados por Washington. Pero entonces optó por ir en contra del llamado “enemigo en la lejanía”, y tratar a través de Estados Unidos de desestabilizar a los gobiernos locales. Para eso se hacía necesario extender la actividad terrorista a suelo norteamericano.
En realidad, los asesores de la Administración Bush habían detectado correctamente el proceder de los yihadistas y sabían que el núcleo del problema estaba en Oriente Próximo, prosigue el alemán. Sin embargo, los efectos del 11-S acabaron distorsionando la percepción del fenómeno. Al Qaeda nunca fueron más que unos cuantos miles de miembros. El hecho de que lograra atacar el centro económico y financiero del mundo se debió principalmente a la debilidad del adversario, asegura Steinberg.
Una nueva transformación vivió la agrupación a partir de 2001, cuenta el experto en terrorismo Michael Chandler: “todo indica a que, cuando se produjo el 11-S, Al Qaeda estaba bien estructurada. Bin Laden y su círculo más cercano habían formado una ‘shura', una especie de gobierno. Después de la intervención en Afganistán y con la persecución de los talibanes y del propio Bin Laden, esa estructuración sufrió variaciones”. Al Qaeda se convirtió en una especie de producto ideológico de exportación. Operativamente independientes las unas de las otras fueron surgiendo células en diferentes lugares. Hay quien habla incluso de “franquicias”, comenta Chandler.
Diez años perdidos
Las “franquicias de Al Qaeda”, esto es, las ramificaciones que de ella iban naciendo, practicaron nuevos atentados: en Madrid, en Yerba, en Londres, en Bali. Pero en lugar de concentrarse en las raíces regionales del problema del yihadismo y en impulsar la lucha contra la organización y los talibanes sobre suelo afgano y pakistaní, Estados Unidos prefirió centrarse en Irak, país que hasta el momento no estaba destacadamente implicado en el ámbito del terror internacional. Un fallo del Gobierno de Bush, considera Steinberg.
“Aunque la Administración Bush lo aseguró constantemente, la guerra en Irak no tenía nada que ver con el terrorismo”, dice el politólogo, “ese conflicto fue más bien una de las grandes catástrofes en diez años de lucha antiterrorista, porque llevó a muchos jóvenes árabes a marcharse a Irak para entrar en combate”. Jóvenes que nunca antes habían pertenecido a Al Qaeda o a grupos militantes. Renunciar a esa intervención y exigir reformas a los regímenes de la zona hubiera sido la opción más sensata, cree Steinberg. Pero, de este modo, para el desarrollo político de Oriente Próximo y Medio la última década se convirtió en tiempo perdido.
El papel de Al Qaeda hoy
Diez años después de los atentados del 11 de septiembre, la mayor parte de los expertos coincide en señalar que aún no se puede dar a Al Qaeda por vencida. Agrupaciones locales siguen actuando de manera independiente. “Home grown terrorists" continúan a la búsqueda de objetivos en países occidentales, en los que han crecido.
La Al Qaeda original, sin embargo, ha quedado por dos motivos marginalizada, indica Steinberg. Por una parte, debido a la muerte de Bin Laden; por la otra, a causa de las revoluciones en el mundo árabe. Los acontecimientos en Egipto o Argelia demuestran que la organización ha perdido influencia en la región: en ellos no ha jugado papel alguno. Eso refleja, dice Steinberg, “lo lejos que está Al Qaeda con su ideología de la realidad de estos ciudadanos”. Más que el asesinato del líder Bin Laden, los movimientos de protesta “son la verdadera cisura del año 2011”, asegura.
Y con todo, en una cuestión parece reinar la unanimidad: tampoco ahora los atentados se pueden descartar al cien por cien. A este respecto es posible y se hace necesario proceder contra el terrorismo con medidas concretas y ajustadas. Sólo así podrá evitarse otro 11 de septiembre.
Autora: Birgit Görtz/ Luna Bolívar
Editor: Pablo Kummetz