Una Dresde entre andamios
2 de abril de 2004
Paso a paso se va formando un rostro nuevo de Dresde, una ciudad moderna con pátina histórica y joyas como la famosa ópera Semper. La vista desde la orilla del río Elba permite vislumbrar el pasado de Dresde, una ciudad llamada "la perla del barroco".
Destrucción y reconstrucción
Dresde es una de las ciudades alemanas que más daños sufrieron durante la Segunda Guerra Mundial. Los fuertes ataques aéreos de febrero de 1945 dejaron 35.000 muertos y convirtieron en escombros y cenizas el centro de la ciudad, incluida la iglesia barroca Frauenkirche. Después de la guerra lo más importante era construir rápidamente para habilitar viviendas suficientes. Entonces se postergó la restauración de edificios históricos, que ahora se retoma poco a poco. Capital de Sajonia, con 470.000 habitantes, Dresde se remoza.
Se está reconstruyendo la Frauenkirche, cuyos escombros fueron durante casi cincuenta años un monumento en contra de la guerra, y también se está volviendo a levantar la sinagoga de la ciudad, que fuera destruida por los nazis. Hoy quedan 250 judíos en Dresde; antes de la guerra había cinco mil.
Estudiar entre edificios antiguos y modernos
La Universidad no ha sido inmune a la fiebre de la construcción. Los viejos edificios de ladrillo y piedra arenisca, rodeados de espacios verdes, resultaban demasiado pequeños. Por eso se construyó un edificio moderno de cemento y acero, decorado interiormente con graffitis.
Un imán cultural, tanto hoy como ayer
Dresde siempre resultó atractiva para intelectuales y artistas, entre ellos los románticos como el pintor Caspar David Friedrich y el compositor Carl Maria von Weber, quienes vivieron y trabajaron aquí. Oskar Kokoschka, uno de los principales exponentes del expresionismo, dio clases en la Academia de Bellas Artes. La bailarina Gret Palucca fundó en la década del 20 una escuela que se hizo famosa, convirtiendo a Dresde en uno de los principales centros de la danza moderna.
Los estudiantes interesados en el arte y la música siguen llegando a Dresde, donde la oferta cultural es amplia y va desde los festivales musicales anuales hasta los ciclos de cine al aire libre. Una vez por año se celebra además el festival Dixieland, que tiñe toda la ciudad con el ritmo del groove.