Una fiesta para África
11 de junio de 2010¡Ke nako! Los sudafricanos pronuncian la consigna del Mundial FIFA 2010 que acaba de comenzar como una invocación mágica. La exclamación viene de la lengua milenaria de los Basotho, un pueblo de las montañas, y significa: “es tiempo”. Es tiempo de que África termine con las guerras, la corrupción, la pobreza y las enfermedades que han flagelado por mucho tiempo el continente. Por demasiado tiempo.
África ha esperado ochenta años. El primer Mundial de Fútbol se disputó en Uruguay, en 1930. No es sino ocho décadas después –Nelson Mandela, el gran héroe africano, tenía entonces doce años, hoy tiene 92-- que el torneo de todos los torneos se disputa, por fin, en tierras africanas.
"Ke Nako, el tiempo de África ha llegado", dijo el presidente sudafricano, Jacob Zuma, en el estadio Soccer City de Johannesburgo. "Tengo el privilegio de declarar inaugurada la Copa Mundial de la FIFA", agregó emocionado ante los casi 90.000 espectadores del estadio situado en un popular barrio de Soweto.
La inauguración: un dechado de sencillez y colorido
"El espíritu de Mandela está en el Soccer City, incluso hoy", dijo Zuma en referencia al ex presidente del país, que no pudo participar en la ceremonia por estar muy afectado por la muerte de una de sus bisnietas, de 13 años, en un accidente de tráfico cuando volvía de un concierto previo al Mundial.
"Mandela dijo que ustedes deben disfrutar el partido. Es un honor para nosotros. África está feliz. Ésta es la Copa del Mundo de África", dijo el presidente.
La ceremonia de apertura buscó en todo momento reflejar el espíritu africano a través de la recreación de monumentos, danzas y canciones, de tribus originales y de los otros cinco participantes del continente negro en el Mundial: Argelia, Camerún, Costa de Marfil, Ghana y Nigeria.
A diferencia de los últimos Mundiales –y particularmente de los Juegos Olímpicos -- los números artísticos no estuvieron marcados por tecnología de punta, sino que fueron un dechado de sencillez y colorido, lo que subrayó el espíritu del continente.
Un continente orgulloso reflejado en Sudáfrica
El Mundial significa mucho para África. Desde el fin de la era colonial, después de la Segunda Guerra Mundial, y el fin de la lacra del apartheid, en 1994, no hubo otro suceso que conmoviera más al alma africana. Y ningún otro sería imaginable para fortalecer tanto la confianza en las propias fuerzas.
¿Recuerda hoy alguien las profecías apocalípticas que acompañaron los preparativos para el Mundial? Que los sudafricanos no estaban en condiciones de organizar el Mundial, que todo era un caos, que se multiplicaban las huelgas, que había ataques contra extranjeros, que el crimen estaba descontrolado.
Sudáfrica era para gran parte de los medios occidentales un país casi en guerra civil. Pero los sudafricanos sacaron a relucir su consigna inoficial, parafraseando a la de un presidente estadounidense con raíces en esas tierras, Barack Obama: ¡Yes, Afri-can! África puede. Y África pudo.
El valor ideal de un Mundial
¿No hubiera sido mejor gastar el dinero destinado para los estadios y la infraestructura del Mundial en hospitales, escuelas o casas para los más pobres? Pero, primero, la pregunta vale no sólo para los países pobres, sino también para los ricos. Y, segundo, el ser humano no sólo vive de lo material, sino también de sus metas, del orgullo de lo logrado, de mostrar al mundo de lo que es capaz.
Desmond Tutu, el arzobispo anglicano sudafricano y Nobel de la Paz, llama la atención justamente sobre el valor ideal del Mundial: a África hay que percibirla no sólo como el continente de las guerras, de las enfermedades, del sida, de la corrupción, sino también como una parte del planeta, moderna, alegre, que se abre camino en el mundo globalizado.
Y no es por un impulso de beneficencia que la FIFA eligió como sede del Mundial 2010 a África. Para la FIFA, África es uno de los mercados de fútbol más promisorios, donde el fútbol es mucho más que un juego: es una promesa, una cantera de jugadores y una fuerza centrífuga.
El fútbol salva barreras idiomáticas, tiene puentes entre las culturas e incluso a veces logra reconciliar a enemigos de guerras civiles, como lo demuestra el ejemplo de Costa de Marfil. Los marfileños en torno a la súper estrella Didier Drogba, que juega en el FC Chelsea, no perdieron ni uno de los once partidos que los llevaron a clasificarse para el Mundial 2010. Los antiguos bandos de las guerras civiles se identifican tanto con sus ídolos que futbolísticos, que han abandonado las armas: al fin y al cabo, dice,“todos somos marfileños”.
No se sabe si una selección africana se coronará campeona mundial de fútbol. Quizás no. Pero Sudáfrica ya ha demostrado al mundo que el afropesismismo es algo para desubicados. Y esperan que el Mundial sea un aporte para el gran proyecto de reconciliación nacional. Así como lo fue el Mundial de Rugby de 1995, disputado también en Sudáfrica.
La Copa Mundial de Rugby fue ese año conquistada por los Springboks, la selección nacional sudafricana, y les fue entregada por Nelson Mandela. El entonces presidente recibió un cerrado aplauso también de los blancos, por primera vez en la historia del país. Se espera que también el Mundial de Fútbol 2010 despierte los mismos impulsos: 11 jugadores, un balón, una nación. ¡Ke nako!
Autor: Pablo Kummetz
Editora: Emilia Rojas