Veinte años de cine homosexual
16 de febrero de 2006En el pasaporte de Rosa von Praunheim consta el nombre de Holger Bernhard Bruno Mischwitzky y que nació en Riga, Letonia en 1942. Su nombre artístico es una reminiscencia del barrio Praunheim de la ciudad de Fráncfort y del triángulo rosa que tenían que llevar los prisioneros homosexuales en los campos de concentración durante el régimen nazi. Fundador del movimiento homosexual alemán, Rosa von Praunheim se hizo famoso en 1970 con su película El homosexual no es el perverso, sino la situación en que vive, que presentó un año después en la Berlinale. En 1991, al medio de un debate acerca de la vida pública del homosexual, Praunheim hizo "salir del armario", a la fuerza, a varias personalidades de la vida política y artística del país. DW-WORLD conversó con él, en medio del ambiente festivo por los veinte años del Teddy, el osito.
DW-WORLD: En 1971, usted presentó el primer film homosexual en la Berlinale, por el cual le llovieron las críticas. Esta película representa la piedra angular del movimiento homosexual del país. Que el Teddy cumpla 20 años, ¿le es motivo de orgullo personal?
Praunheim: Sí. Y por supuesto que me alegro cuando veo que en Berlín, en Hamburgo y en otras ciudades europeas hay alcaldes homosexuales. Pero no hay que olvidar que en muchos países se oprime a los gays y a las lesbianas. En los países islámicos existe aún la pena de muerte para ellos, en Africa y Asia se los discrimina o se los ignora.
DW-WORLD: Usted se encarga de recordar siempre que Occidente no debe dormirse en los laureles, pues el camino que ha recorrido la emancipación puede ser desandado. ¿Cómo se vería esa "contrarreforma", si ahora incluso en los círculos más conservadores la homosexualidad ya no se ve como un problema?
Praunheim: Lo mismo se decía en los años 20 del siglo pasado, cuando comenzó la liberalización y faltó poco para que el Reichstag revocara el párrafo 175 que condenaba la homosexualidad. Había 100 locales homosexuales en Berlín, más de 30 revistas homosexuales. Y llegó Hitler. Hoy, el fanatismo religioso no existe sólo en países islámicos, sino también en los conservadores religiosos de los Estados Unidos. Que el péndulo se mueva en dirección contraria, siempre es posible.
DW-WORLD: El film homosexual ha tenido grandes temas por tratar; la lucha contra la discriminación, por ejemplo. ¿Qué temas se incluyen ahora en la agenda?
Praunheim: Muchos han olvidado que algunas vez existieron utopías, ideales y sueños para cambiar la sociedad. Y también para cambiar la sexualidad de tal manera que ya no sólo el núcleo familiar sea lo más maravilloso, sino que existan familias de las más diversas formas. No sabemos, por ejemplo, qué suceda con la tecnología genética. La investigación avanza mucho y con ella, la sexualidad. Los peligros que encierra son grandes; sin embargo, podemos influenciarla para que tome una dirección progresista. En general, me da lástima que la gente no tenga sueños, y se conforme con hacer lo que los otros hacen sin exigir algo propio.
DW-WORLD: A ello uno podría acotar cínicamente que los sueños van, simplemente, en otra dirección: de la política al puro hedonismo...
Praunheim: Todo ser humano quiere divertirse. En general existe la tendencia a lo apolítico. No se lucha, sino que se disfruta de la libertad. Si bien la gente se enoja, no lo hace en un grado suficiente como para querer cambiar algo. Eso se lo deja al Estado. Seguro que eso cambiará cuando nos sintamos amenazados, cuando la situación social empeore. Entonces la gente saldrá otra vez a la calle para exigir nuevas formas de vida.
DW-WORLD: Según sus declaraciones, usted se salió por voluntad propia de la política. ¿Por qué?
Praunheim: Por simple agotamiento. Trabajé intensamente por diez años, desde mitad de los ochenta, en el movimiento contra el sida. En 1983, cuando el sida ocupaba los mayores titulares, fundamos el primer grupo de acción, mucho antes que las organizaciones humanitarias. He hecho cinco películas al respecto, programas de radio y televisión, mucho trabajo de prensa. En ese tiempo me atacaron mucho por ser tan militante y porque decía: Tenemos que protegernos, necesitamos safer sex. En ese tiempo cursaban otras opiniones, tales como que no podía ponérsele barreras a la sexualidad.
Cuando cayó el Muro, me pareció de capital importancia, que la gente (de la ex RDA) que no había sido tan informada sobre el sida por los medios no cayera en desgracia por culpa de la supuesta gran libertad de la otra Alemania. A comienzos de los noventa comencé la campaña de outing. Mi intención fue poner en evidencia a gays y lesbianas del mundo del espectáculo y la política. Lo veía como un medio para desafiar a gente con influencia, poder y responsabilidad a ocuparse de ciertos problemas y a no esconderse. Muchos, muchos amigos míos habían muerto ya para ese entonces, muchos de ellos en Estados Unidos, en donde yo había trabajado mucho políticamente. Yo no podía más.
DW-WORLD: La película de cowboys homosexual Brokeback Mountain es el gran favorito al Óscar; en la Berlinale se presenta una película acerca de un futbolista homosexual. Al parecer, el último bastión de los heterosexuales ha caído. El film homosexual ha llegado al mainstream. ¿Cuál es el futuro del cine homosexual?
Praunheim: Pues el del heterosexual. Mire nada más cuántas películas de amor existen. Los temas no se acaban nunca. Se trata del ser humano y sus relaciones. Siempre es interesante mostrar gente que es oprimida, que no tiene la suerte de gozar de la tolerancia del resto.
DW-WORLD: ¿El triunfo en el mainstream representa quizá el fin del cine homosexual político?
Praunheim: No. Es importante que no este cine no venga de Hollywood sino el Este, en donde la Iglesia tiene aún mucho influencia; de Africa y Asia en donde la opresión sexual es tan grande. No se trata además sólo de los derechos de los homosexuales, las lesbianas y los bisexuales, sino también de las mujeres. Todavía queda mucho por hacer.