Vence el ultimátum para Irán
20 de febrero de 2007La agitada agenda del jefe de los negociadores iraníes en el tema nuclear, Ali Lariyani, subrayó las intenciones de diálogo proclamadas por Teherán en vísperas de expirar el ultimátum de la ONU. Sin embargo, ni su reunión con el ministro de Relaciones Exteriores belga, Karel de Gucht, ni su encuentro con el director del Organismo Internacional de Energía Atómica (OIEA), Mohamed el Baradei, arrojaron novedades sustanciales. El gobierno iraní mantiene su posición y no acepta condiciones previas para volver a negociar.
Ahmadineyad debilitado
Sin embargo, aunque el libreto es conocido, la proclamada voluntad de diálogo iraní podría no ser mero teatro. En Irán ha aumentado en el último tiempo el descontento con la política seguida por el presidente Mahmud Ahmadineyad en el tema nuclear, al igual que el temor a que las consecuencias pudieran no limitarse a sanciones, sino incluir también un ataque estadounidense o israelí.
En forma abierta se critica que el presidente haya aislado innecesariamente al país, olvidando el motivo por el cual fue elegido: para ayudar a los pobres. Su situación no ha mejorado y, por el contrario, padecen hoy aún más, debido al rápido encarecimiento de los precios. También los mejor situados, que esperaban del gobierno impulsos para un mayor crecimiento económico, le dan ahora la espalda, decepcionados. Incluso en círculos políticos se escuchan críticas cada vez más frecuentes contra Ahmadineyad, de manera que ya se cuchichea que podría no llegar terminar su período de 4 años.
La estrategia de Washington
Tales rumores son agua para los molinos de la Casa Blanca, que asegura estar interesada en una "solución diplomática" pero, simultáneamente, sigue abrigando el sueño de un cambio de régimen en Teherán e intenta, por diversas vías, dar la impresión de que prepara operaciones militares. Oficialmente, Washington tampoco oculta que no ha descartado la "opción militar": acusa a Irán de suministrar armas a los rebeldes iraquíes y amenaza con represalias, mientras en el Golfo Pérsico toman posición portaviones de la marina estadounidense. Además, justo a tiempo para el vencimiento del ultimátum, llega la noticia de que un eventual ataque no se circunscribiría a las instalaciones atómicas iraníes (dispersas y por lo tanto difícilmente neutralizables de un solo golpe), sino que el blanco podría ser la infraestructura militar de Irán.
No sólo los demócratas estadounidenses previenen de semejantes estrategias. También los militares se muestran más que escépticos: la situación en Irak es todo menos satisfactoria y extenderla a Irán seguramente superaría las capacidades de los soldados norteamericanos.
El papel europeo
Evitar semejante confrontación sería una tarea que vale la pena para los europeos y los rusos. Sin embargo, en los últimos meses la UE se ha sumado a tal grado a la línea estadounidense que difícilmente se pueda esperar algo de Bruselas. Rusia, por su parte, ha suscrito acuerdos de largo plazo sobre la construcción de reactores atómicos en Irán y no quiere poner en peligro ese negocio. Moscú intenta pues mantener una postura independiente y ésta se podría acentuar, en vista de la creciente crítica de Putin a Estados Unidos y de la convicción rusa de que Irán tiene derecho a aquello que Occidente quiere prohibirle.
En este punto los europeos permanecen agazapados, aun cuando deberían saber que Moscú tiene razón en el fondo: de acuerdo con el Tratado de No Proliferación, Irán tiene derecho a enriquecer uranio y a utilizar la energía nuclear con fines pacíficos. Eso es precisamente lo que Teherán asegura hacer. Y no hay pruebas de lo contrario. La observación de El Baradei en cuanto a que Irán podría estar en pocos meses en condiciones de enriquecer uranio industrialmente no cambia las cosas. El propio El Baradei admite que de ahí a la construcción de una bomba atómica hay un largo trecho.