Zapatos alemanes para el gigante venezolano
18 de junio de 2013
Jeison Rodríguez tiene 17 años, mide 2,20 metros y calza 66. Su crecimiento fue normal hasta los 13 años, cuando un desorden en la glándula pituitaria alteró su desarrollo. Por eso en su humilde casa de la localidad venezolana de Aragua, en Maracay, todo queda pequeño ante él. Las puertas, la mesa, las sillas. La cama se la regalaron en la iglesia del barrio, porque es prácticamente imposible encontrar en el mercado una de su tamaño.
Con los zapatos sucedía algo similar, aunque en este caso no fue una iglesia la que llegó en su auxilio. El muchacho, cuyo sueño es estudiar repostería, tenía como único calzado unas sandalias improvisadas que, si bien protegían sus pies del contacto con el piso, no eran nada cómodas. Como en Venezuela no existe calzado de su talla, una prima de Jeison que vive en Alemania se enteró de que en la pequeña localidad de Vreden, en Renania del Norte-Westfalia, una zapatería podía ofrecerles la solución.
“La familia de Jeison se puso en contacto conmigo y me pidió ayuda”, cuenta a DW Georg Wessels, dueño de la fábrica de zapatos Wessels, que se especializa en la confección de calzado para gente enorme, como el muchacho venezolano. Por intermedio de la embajada alemana se realizaron los trámites y poco a poco comenzó a gestarse un verdadero milagro que terminó con el empresario cruzando el océano y reuniéndose con el mismo joven en Maracay.
Los pies más grandes
“Desde hace más de 30 años producimos de forma gratuita juegos de zapatos para las diez personas más grandes del mundo, que son también las personas con los pies más grandes del planeta. Lo que comenzó como una estrategia de relaciones públicas rápidamente se convirtió en una misión”, explica Wessels. La razón es puramente humanitaria: “Las personas que tienen acromegalia, es decir un gigantismo morboso, son prisioneras en sus propios cuerpos. Estamos realmente orgullosos de poder ayudar a estas personas”, relata Wessels desde Vreden.
Para ayudar a Jeison, que es el menor de cuatro hermanos de una familia muy humilde, Georg Wessels y su hermano Peter pidieron una impresión de los pies del joven. Estos fueron enviados a Alemania en valija diplomática, para que llegaran rápidamente a la fábrica. Y el 9 de mayo pasado, Wessels viajó en persona hasta Caracas, donde se reunió con la encargada del Departamento de Economía de la embajada de Alemania en Venezuela, Heike Thiele. Ambos partieron a Maracay, donde se encontraron con Jeison.
“Los pies de Jeison miden 41 centímetros, es decir tiene una talla 66. Hasta donde yo sé, son los pies más grandes del planeta en estos momentos”, revela Wessels, que algo sabe del tema. Ha ayudado a gigantes en distintos países del mundo, y asegura que los zapatos más grandes que ha fabricado son unos talla 69. Para Jeison, y de forma totalmente gratuita, la zapatería Wessels fabricó tres pares: unas sandalias, unos zapatos de vestir y unas zapatillas que combinan con el uniforme de chef repostero que quiere usar el joven. La madre del chico no pudo aguantar las lágrimas de emoción cuando recibieron el presente.
Más zapatos y médicos
La zapatería Wessels tiene una tradición de 250 años en el mercado, buena parte de los cuales se ha especializado en las tallas extragrandes. Eso, a pesar de que la familia tiene pies “normales”. El mismo empresario bromea diciendo “yo tengo apenas talla 42 de zapatos”. La compañía también administra un museo en su ciudad. “La familia es dueña del mayor museo histórico de zapatos en miniatura”, se enorgullece Georg Wessels, que también cuenta con indisimulada felicidad la enorme cantidad de países que ha visitado en su afán por ayudar a los demás.
“Hemos estado en México, Brasil, Argentina, Paraguay y en Venezuela, pero también en Norteamérica, el norte y sur de África, en Ucrania, India, China y en muchos otros lugares. Debido a esta amplia variedad de viajes y a las diferencias obvias que hay entre los países, suelen surgir barreras lingüísticas. Eso me fuerza a recurrir a la ayuda de intérpretes o a buscar colaboración en embajadas, misiones religiosas u otras instituciones de ayuda”, relata el empresario.
La presencia de Wessels en Maracay se convirtió en un acontecimiento para la localidad. El zapatero bromea diciendo que le prepararon una “pequeña recepción de Estado”. La prensa local llegó al lugar y se publicaron varios artículos sobre esta ayuda desinteresada desde el otro lado del mundo. Pero Wessels no se quedó tranquilo con solo entregar los zapatos: enviará más pares por intermedio de la embajada y entregó filmaciones del muchacho a unos médicos en Holanda, quienes verán si es necesario someter a tratamiento a Jeison. El muchacho, por su parte, promete enfocarse en su máxima aspiración: dedicarse a la repostería y juntar dinero para arreglar la casa donde vive junto a sus padres.
Autor: Diego Zúñiga
Editora: Claudia Herrera-Pahl