Venezuela busca arreglo en República Dominicana
18 de septiembre de 2017Este lunes (18.9.2017), el presidente de Estados Unidos se reunió en Nueva York con sus homólogos de Colombia, Brasil y Panamá para discutir un problema de escala continental: la crisis institucional, política, económica, social, humanitaria y migratoria que atraviesa Venezuela. Este martes (19.9.2017), el mismo tema será abordado en la 72ª Asamblea General de las Naciones Unidas. En octubre, a petición de la OEA, juristas independientes determinarán si hay evidencias suficientes para que uno o más Estados americanos denuncien al “hombre fuerte” de Caracas, Nicolás Maduro, ante la Corte Penal Internacional por crímenes de lesa humanidad.
Con tantas cosas pasando en torno a Venezuela al mismo tiempo y actores tan disímiles halando en distintas direcciones para propiciar un cambio benigno en el país caribeño, a ratos cuesta jerarquizar la importancia o la posible trascendencia de esas iniciativas y sus artífices. Según Günther Maihold, subdirector de la Fundación Ciencia y Política (SWP), con sede en Berlín, las miradas deberían estar puestas en los “encuentros exploratorios” que sostienen representantes del oficialismo y de la oposición para decidir si dialogarán o no nuevamente en República Dominicana. La próxima cita ha sido pautada para el 27 de septiembre.
Stefan Peters, especialista en Latinoamérica de la Universidad de Kassel, duda que esta nueva ronda de conversaciones llegue a constituir un punto de inflexión en el conflicto interno venezolano, si es que llega a realizarse. A sus ojos, las circunstancias siguen siendo adversas a un intercambio productivo. Las partes en discordia han puesto condiciones inonciliables: los portavoces del gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela demandan que sus adversarios reconozcan la autoridad de la Asamblea Nacional Constituyente, cuya elección fue tachada de fraudulenta por la empresa a cargo del sistema electrónico de votación.
Frentes endurecidos
Por su parte, la oposición exige que se adelanten los comicios presidenciales –con fecha y hora precisa–, que sean nombrados nuevos rectores para el Consejo Nacional Electoral –acusado de actuar bajo las órdenes de Maduro–, que se invite a observadores internacionales para todas las votaciones por venir, que quienes ganen las próximas elecciones de gobernadores gocen de garantías democráticas, que sean liberados los presos políticos y que al Parlamento –señalado de desacatar varios fallos del Tribunal Supremo de Justicia, alineado con el Ejecutivo– se le restituyan las facultades de las que fue despojado a finales de marzo de 2017.
El antichavismo también ha pedido que se permita el retorno de los exiliados políticos, que se regularice la situación de los dirigentes opositores inhabilitados y que se atienda la emergencia humanitaria causada por el desabastecimiento de alimentos, la escasez de medicamentos y el descalabro del sistema sanitario nacional. En lo que respecta a los presos políticos, Maduro ya ha dicho que no liberará a “terrorista” alguno, como él los llama. El oficialismo tampoco admite la existencia de una crisis humanitaria en el país. Endurecidos los frentes, no extraña que Peters dé por improbable una negociación fructífera en Santo Domingo.
Independientemente de los resultados concretos de ese diálogo, Maihold percibe como un avance considerable el hecho de que cada vez más actores internacionales reconozcan el peligro de permitir que el proceso venezolano continúe a la deriva. “Ese proceso demanda acompañamiento. La época de los meros espectadores debe terminar”, sostiene el experto del SWP, celebrando los esfuerzos de mediación de República Dominicana y desestimando el temor a que, por la cercanía ideológica y comercial de su Gobierno con el de Venezuela, el presidente de la isla, Danilo Medina, sólo busque atornillar a Maduro en el poder.
La variable financiera
“No creo que Maduro necesite que lo estabilicen”, asegura el investigador del SWP. A su juicio, el sucesor de Hugo Chávez dejó de tambalearse cuando cesaron las manifestaciones multitudinarias en su contra, en julio de 2017. “Tampoco veo riesgo alguno de que Maduro adquiera, mediante negociaciones con la oposición, una legitimidad que él no obtendría de otra manera. Es cierto que él siempre ha sabido cuándo dialogar para luego dejar que las conversaciones se eternicen sin llegar a nada, pero lo que cabe preguntarse es si la oposición tomará precauciones suficientes para que no vuelva a pasar lo mismo en República Dominicana”, dice Maihold.
Héctor Briceño, profesor del Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES), adscrito a la Universidad Central de Venezuela –y actualmente de paso por la Universidad de Rostock–, coincide con Maihold: “Dentro de Venezuela, Maduro está blindado. Su problema es el creciente rechazo de la comunidad internacional, que está llegando a niveles inimaginables hace unos meses. De ahí su insistencia en que el mundo acepte a la Asamblea Nacional Constituyente, cuya elección él promovió y que ningún Estado reconoce, salvo dos o tres países irrelevantes para su dinámica económica internacional”, explica Briceño.
“No. Maduro no quiere ni ha buscado el diálogo con la oposición porque le convenga; él se ha mostrado dispuesto a sentarse a la mesa con ella debido a la presión externa. Las sanciones impuestas por Estados Unidos le pesan y Maduro sabe que si no negocia con sus adversarios, Washington le seguirá cerrando ventanas económicas en el mundo. Eso es lo último que necesita Venezuela, que ya tiene dificultades para pagar su deuda externa”, enfatiza el docente del CENDES, trayendo a colación otra variable –la financiera– que complica el panorama para la élite chavista. Caracas deberá cancelar grandes cuentas pendientes en el último trimestre de 2017.
Evan Romero-Castillo (ERS)