Venezuela: el resultado que muchos temían
16 de octubre de 2017Fue un resultado que muy pocos esperaban, pero muchos temían. El oficialismo se quedó en Venezuela con 17 de los 23 Estados del país. Y podrían ser 18.
Varios encuestadores de renombre afirmaban fuera de grabador que debía darse un resultado exactamente inverso pero favorable a la oposición, y decían que por el efecto de las irregularidades electorales y la presión del aparato chavista -que llegó a tomar lista de asistencia a los comicios de funcionarios, de empleados públicos y de beneficiarios de bolsas de comida subsidiada, y llegó a enviar partidarios para "asistir en el voto” a discapacitados o a personas de edad elevada- la justa electoral iba a terminar empatada. Es decir que oficialismo y oposición se disputarían el triunfo en una elección de final abierto, con aproximadamente 11 gobernaciones cada uno.
Pese al "error” de los expertos de opinión pública en cuanto al resultado final, sí acertaron ciento por ciento en el nivel de participación, superior al 60 por ciento y bastante alto para este tipo de elecciones, un indicio que llevó a no pocos analistas a afirmar que, en realidad, no estaban equivocados cuando hablaban de empate técnico entre chavismo y oposición.
La elección en sí enfrentó desde el vamos muchas denuncias de irregularidades, pero la oposición creía que podía contrarrestarlas con un operativo especial, que bautizó Operación Remate contra el presidente venezolano, Nicolás Maduro.
Se trataba de recrear el espíritu que llevó al contundente triunfo opositor en las legislativas de 2015 de modo de que el apoyo popular permitiera ejercer una presión lo suficientemente fuerte como para evitar las manipulaciones electorales del chavismo.
En un país en el que los principales líderes opositores están inhabilitados o en prisión, se imprimieron boletas confusas y se cambiaron centros electorales a último momento para desorientar aún más a los militantes opositores.
Por eso, la Mesa de la Unidad Democrática (MUD) desarrolló esquemas de emergencia para intentar acercar a los votantes a los centros de votación que les adjudicaron a último momento. Y creían haber enfrentado con creces el desafío: tal es así que importantes líderes opositores como Julio Borges o Henrique Capriles declararon que sus partidarios habían superado los obstáculos para votar poco antes de que la MUD se atribuyera -sobre las 19 horas de ayer- un triunfo electoral histórico en Venezuela. Pero había nubarrones en el horizonte.
Poco después de las 20 horas locales, la votación había ingresado en territorio desconocido gracias a los centros electorales que permanecían abiertos a pesar de que no había afluencia de votantes. Por eso, la MUD pedía a sus "testigos” (fiscales de mesa), un último esfuerzo para que permanecieran en los centros de votación y no abandonaran el voto de los venezolanos. Fue en vano.
Henry Falcón, gobernador opositor del Estado de Lara, declaró incluso que la Guardia Nacional Bolivariana se había apropiado de centros de votación después de las 18 horas, sin que la autoridad electoral comunicara el cierre oficial de los comicios.
Tras una larga demora, pasadas las 22 locales, Tibisay Lucena, la titular del Consejo Nacional Electoral de Venezuela, daba a conocer los resultados, calificados después como fraude masivo por los opositores y aplaudidos por el chavismo, que habló de una jornada electoral ejemplar y del profundo espíritu democrático de Venezuela.
En realidad, ya antes había signos por doquier de que los comicios podían desbarrancarse. Maduro había declarado muy suelto de cuerpo que las autoridades electorales no eran las que habían convocado la elección de gobernadores, sino la Asamblea Constituyente, elegida en julio pasado en unos comicios muy cuestionados, en los que la propia empresa informática encargada del recuento de los votos acusó al gobierno de inflar el resultado en un millón de votos.
Como si ese no fuera un signo muy evidente de lo que iba a terminar pasando con esta votación, Maduro fue más allá: dijo que los gobernadores que asuman deberían jurar obediencia a la resistida Asamblea Constituyente como condición sine qua non para asumir su cargo.
De este modo, el voto de millones de venezolanos corría el riesgo de resultar en vano, aun si las autoridades electorales reconocían el triunfo opositor en los estados disputados. No hizo falta llegar a tanto: el chavismo arrasó, según el gobierno y las autoridades electorales. Y Maduro puede ilusionarse con que los gobernadores jurarán ante ese resistido organismo. También puede creer que él alcanzó su objetivo real de manipular esta votación para legitimar la resistida Constituyente y dotar de "nuevas armas a la Revolución Bolivariana” en medio de una crisis galopante.
Pero nadie debería llevarse a engaño. Lo que realmente está sucediendo es que volverán los días de violencia y de protestas masivas en Venezuela y se agravarán las sanciones internacionales, mientras el país avanza hacia la suspensión de pagos de la deuda, lo que aumentará el calvario que sufre el pueblo venezolano por culpa de su dirigencia.