Brown, Cameron o Clegg: una final cabeza a cabeza
6 de mayo de 2010Hace un año, cuando las encuestas eran crueles con Gordon Brown y David Cameron vivía sus mejores momentos, las elecciones británicas de este 2010 parecían cosa decidida. El joven y dinámico Cameron, que con ágil carrera se había colocado a la cabeza de los tories, llegaba para modernizar a los conservadores y representaba el futuro de la política británica. Brown, por el contrario, tras una década esperando su oportunidad de ser premier, sin librarse de la sombra de Tony Blair y rodeado de rumores que le acusaban, entre otras cosas, de mal carácter y ataques de ira, era la imagen misma del pasado.
Sin embargo, a finales de 2009 la economía emitía en Gran Bretaña ciertas señales de recuperación y con ellos los sondeos de intención de voto se tornaban algo más beneplácitos con los laboristas. Aunque los tories mantenían la primera posición, el recorte de puestos socialdemócrata empezaba a esfumar la ilusión de que la campaña electoral iba a ser un paseo bajo el sol para los conservadores. Brown decidió finalmente fijar los comicios para principios de mayo, y a medida que éstos se acercaban, perdía dimensiones la distancia entre los dos grandes partidos.
Finalmente, para hacer más emocionante la batalla política y más incierto el resultado de las urnas, del primer debate televisivo el liberal Nick Clegg salió con opciones de llevarse las llaves del número 10 de Downing Street. El habitual duelo se convertía en una lucha entre tres, y los pronósticos de hacía un año terminaban de perder el último ápice de validez.
Programa, ideología, imagen
45 millones de británicos están llamados hoy a depositar su papeleta y a decidir así la composición de un nuevo Parlamento. Los locales electorales abrían sus puertas a las ocho en punto de la mañana, y ya a primera hora la participación que se registraba superaba los niveles de los últimos comicios, celebrados en 2005.
Al parecer, al estrecho margen de diferencia entre los candidatos ha animado al voto, y la viveza que ganó el enfrentamiento político durante la última fase de la campaña no ha dejado indiferente a casi nadie. La mayor parte de los grandes periódicos le dio la espalda a los laboristas; la artista Tracey Emin y el actor Michael Caine se manifestaron abiertamente a favor de los tories; Joanne K. Rowling, la autora de Harry Potter, publicó en Times un emocional "manifiesto" en contra de los conservadores en el que escribía: "David Cameron dice que el partido que un día me torturó ha cambiado, yo no me lo creo"; y Gillian Duffy, que siempre votó por los laboristas, no lo ha hecho hoy porque Brown la llamó "intolerante" a micrófono abierto.
Programas electorales, carga ideológica e imagen mediática se han mezclado en estos comicios, y forman seguramente parte de su resultado. Tracey Emin opina que los conservadores apuestan más por la cultura, Joanne K. Rowling no cree que los tories puedan renovarse lo suficiente como para aplicar una política social que sea una ayuda, y no una "tortura", para las madres solteras. Brown es el laborista con experiencia o el antipático "canciller de hierro", Cameron es el conservador con nuevas ideas o el elitista amante de la hípica, Clegg es la sorpresa: hijo de un banquero y una aristócrata rusa, casado con una española y con tres hijos que portan nombres castellanos.
Y después, ¿qué?
Si con tan apretada carrera lo que arroje el recuento de papeletas es una incógnita, tampoco se sabe qué va a pasar después de las elecciones. Lo más probable es, según las predicciones, que ningún partido sea congraciado con una mayoría absoluta. Y entonces se abre la baraja de las opciones.
Una de ellas podría ser un gobierno en solitario, en el que una gran formación política se dejase tolerar por las pequeñas: escocesas, norirlandesas, galesas. La desventaja es la inestabilidad, la ventaja es que el partido ganador no tiene que buscar socio. Otra combinación sería la coalición, y en tal caso los liberales de Clegg tendrían, si obtienen suficientes apoyos, la sartén por el mango: ellos pueden unirse a laboristas o a tories independientemente y sin excesivo daño político, siempre y cuando los hermanos mayores acepten algunas condiciones.
Autor: Luna Bolívar/ dpa/ afpd
Editor: Pablo Kummetz