Bucear en la Antártida: ciencia a prueba de frío
7 de septiembre de 2013
Cualquiera pensaría que bajo las heladas aguas antárticas no hay más que un desierto, pero lo cierto es que está plagado de una inimaginable cantidad y variedad de especies, de sorprendentes formas y colores. “Por su riqueza se puede comparar casi con una zona tropical”, dice el biólogo alemán Dr. Dirk Schories, investigador de la Universidad de Rostock.
Shories viene llegando de una estadía de seis años en la Universidad Austral de Chile, en la sureña ciudad de Valdivia, donde trabajó en varios proyectos. Una de sus tareas principales fue formar buzos científicos, una especialidad inexistente hasta el momento en ese país y muy poco desarrollada en Latinoamérica. “Para investigaciones científicas en Chile se estaba buceando con carné de buceo deportivo. En Alemania, en cambio, es considerada una actividad profesional. Estos cursos lo hicimos según normas internacionales”, explica Schories.
Los cinco cursos dictados en la Universidad Austral contaron con el apoyo del Servicio Alemán de Intercambio Académico, DAAD, y los exámenes finales fueron tomados por primera vez por la Comisión de Buceo Científico de Alemania, además de una entidad chilena.
La formación de buzos científicos abre grandes perspectivas para la investigación en un país con más de cuatro mil kilómetros de costa y un acceso privilegiado a la Antártida, y con ello atrae también nuevos proyectos de cooperación internacional en biología marina, geología y arqueología.
Con horas de teoría y práctica en técnicas de trabajo en equipo, salvataje, desarrollo de actividades científicas y exigentes normas de seguridad, alumnos y alumnas recibieron una formación intensiva. Ellas, menos en cantidad, están trabajando codo a codo con sus compañeros en un área tradicionalmente masculina. Schories indica que se requiere no sólo buen estado físico, sino también mucha responsabilidad y buen criterio para trabajar con seguridad y saber reaccionar ante una emergencia.
Bucear a 1 grado
Cuando se bucea en aguas casi congeladas, hay que saber planificar y aprovechar al máximo los minutos. Dirk Shories ha buceado hasta una hora en estas aguas de 1 grado o menos de temperatura, alcanzando hasta los 47 metros de profundidad. Asegura que lo soporta bien gracias al traje impermeable y aislante. Las que más sufren son las manos, que sienten el frío por conducción a través de los guantes.
Como parte de un proyecto de investigación de diferentes instituciones, entre ellas las mencionadas universidades Austral y de Rostock, y con el apoyo del Instituto Antártico Chileno (Inach), viajó varias veces al continente blanco para estudiar organismos invertebrados de la Bahía Fildes, en la Isla Rey Jorge. Allí realizó un registro fotográfico inédito y obtuvo muestras de la biodiversidad de esta región.
“A mí me sorprendió totalmente, es una zona de una gran riqueza. Las rocas están completamente cubiertas. Tomamos casi dos mil fotos de unas 200 especies identificadas. Encontramos una especie nueva de anémona y varias no conocidas antes en la región”, explica Shories.
Allí encontró corales, algas como alfombras de 30 metros y esponjas de hasta dos metros, entre muchas especies. “Algunas esponjas crecen muy lento y por su gran tamaño calculamos que tendrían unos 300 años”, indica.
Este mapa o radiografía es la base para comprobar si hay modificaciones en los próximos años. “Se puede esperar un cambio”, adelanta el científico. “Lo más importante es tener una línea base para saber si por el calentamiento llegan especies que ahora están más al norte”.
Como ir a la luna
Los alumnos de buceo científico de Dirk Shories están siguiendo sus pasos. Diez ya están contratados para bucear en la Antártida. Entre ellos, María José Díaz, bióloga marina de la Universidad Austral y la primera mujer en obtener el certificado de buzo científico en Chile.
Tras participar en este proyecto, ahora es parte de otra investigación con dos instituciones alemanas, la Universidad de Bremen y el Alfred Wegener Institut para Investigación Polar y Marina, por lo que se prepara para volver a bucear en esas aguas. “El frío es lo que más limita. Las mujeres no tenemos tanta fuerza y resistencia y además debemos cargar 30 kilos de peso, pero estar en la Antártida haciendo investigación y buceando es una experiencia única, como ir a la luna”.
Sumergirse en el mar, tomar fotografías o videos, recolectar muestras y realizar experimentos bajo el agua, es una de las mayores aspiraciones de muchos biólogos marinos. Su trabajo en la Antártida está entregando pistas sobre una riqueza insospechada y los efectos que el calentamiento global podría tener sobre esta sensible zona del planeta.