Bush en Heiligendamm
5 de junio de 2007La estadía del presidente estadounidense en Heiligendamm no promete ser del todo apacible. No es que se tema que las protestas en contra de la cumbre del G-8 consigan incomodar a sus participantes. Las fuertes medidas de seguridad impedirán que lleguen a escuchar los corrillos de manifestantes como los que recibieron al gobernante norteamericano a su arribo al aeropuerto de Rostock, gritando "Bush, go home", desde una distancia más que prudente, se entiende. Pero dentro del exclusivo recinto, tendrá que escuchar probablemente palabras no muy halagüeñas de algunos de sus contertulios, como el presidente ruso, Vladimir Putin.
Escudo antimisiles
De camino hacia Heiligendam, Bush trazó las coordenadas durante su breve visita a Praga. Allí se refirió al escudo antimisiles que se propone erigir en Polonia y la República Checa, asegurando una vez más que su "amigo Vladimir" no tiene por qué temer, ya que "Rusia no es enemigo de Estados Unidos". Más aún: invitó al jefe del Kremlin a colaborar en el proyecto, que calificó expresamente como un sistema de defensa ante posibles agresiones de países como Irán.
Difícilmente semejantes explicaciones logren ablandar el rechazo categórico de Vladimir o los grandes reparos de China, que también ve peligrar el equilibrio militar. En consecuencia, el tema estará presente en el encuentro de los gobernantes en Heiligendamm, donde el tenor no será tan afín a los planes de Bush como en Praga, donde el gobierno apoya la idea de instalar un radar antimisiles en la localidad de Brdy, pese a la oposición de más del 60% de la ciudadanía, según las últimas encuestas. De hecho, los ánimos rusos y chinos probablemente se hayan caldeado todavía un poco más, en vista de que el presidente estadounidense criticó de paso los déficits democráticos de Moscú y Pequín.
Calentamiento global
Así las cosas, hace tiempo que una cumbre del G-8 no se veía precedida de tal grado de tensión. Esto, sin mencionar otros puntos de discrepancia, como el relativo a las medidas para combatir el calentamiento global. La postura de Bush al respecto sigue sin acercarse a la de la anfitriona, Angela Merkel, quien quisiera ver a las principales potencias industrializadas asumir compromisos concretos para frenar el cambio climático. Por ejemplo, reducir las emisiones de gases de efecto invernadero a la mitad hasta el año 2050 o poner un tope máximo de 2 grados al calentamiento durante este siglo.
Bush, quien en cambio ha propuesto discutir el tema entre los 15 países responsables de la mayor cantidad de emisiones hasta el 2008, se perfila como un hueso difícil de roer para la canciller alemana. Pero también ella tiene fama de tenacidad y el anuncio de que las negociaciones continuarán hasta el último minuto da pie a pensar que tampoco en esta materia imperará un apacible ambiente de vacaciones en el balneario de Heiligendamm.