Duisburg, curiosa y encantadora
8 de diciembre de 2010“En Duisburgo uno se encuentra con gente de todas partes del mundo, por eso me decidí a estudiar aquí”, confiesa una joven sierraleonesa. En el primer semestre del período 2008/2009, casi 4.000 de los 30.000 alumnos de la Universidad de Duisburgo-Essen proceden de otros países: allí estudian jóvenes de 130 naciones, principalmente de Asia y Europa.
Duisburgo, una ciudad “sincera”
La estudiante de Sierra de Leone optó por alquilar una habitación con cocina y baño compartidos en una residencia estudiantil. En el primer semestre del período 2008/2009 una estancia de este tipo cuesta la razonable suma de 200 euros; una buena oferta que, por propiciar actividades en común –como la de cocinar, por ejemplo–, ayuda a que las amistades se forjen más rápidamente. Quienes prefieran alojarse en una vivienda compartida o solos en un apartamento también encontrarán atractivas opciones en Duisburgo: en comparación con ciudades alemanas como Colonia, Duesseldorf, Hamburgo o Munich, allí los alquileres son mucho más baratos.
“Duisburgo es una cuidad sincera”, aseguran con cariño sus habitantes. En ella hay muchas cosas que no encajan y otras bastante extrañas; pero la gente en Duisburgo piensa con el corazón y eso hace de esta urbe un lugar encantador
Tanto por hacer y tan poco tiempo
Cuenta la estudiante de Sierra Leone que en la ciudad hay siempre algo que hacer, sobre todo en el barrio estudiantil Neudorf-Nord, un vecindario repleto de tabernas y restaurantes. La joven suele encontrarse con sus amigos en la cafetería internacional de la Asociación de Estudiantes para luego ir a ver una película en el Filmforum de la Dellplatz; asistir a una obra en el Teatro Municipal, cerca de la calle Königstraße; o ir a saborear cócteles en los modernos bares del puerto. En el barrio Dellviertel, el complejo cultural HundertMeister y la sala de arte independiente Die Säule ofrecen conciertos, obras de teatro y cabaret a precios razonables – en verano, los cafés de las inmediaciones abren sus terrazas a una multitud ávida de esparcimiento al aire libre.
Duisburgo ofrece distracciones suficientes para quienes quieran hacer una pausa, tras horas y horas de estudio. La ciudad está rodeada de rutas para recorrer en bicicleta; el famoso zoológico de la ciudad se encuentra en el Stadtwald, a pocos metros del campus; y fue en el parque deportivo Wedau –uno de los más grandes e interesantes de Alemania, conocido sobre todo por sus lagos– donde la sierroleonesa descubrió su nuevo hobby: el remo.
En las 200 hectáreas ocupadas por el complejo Landschaftspark Duisburg-Nord, allí donde ardieron los hornos y fluyó el hierro fundido hasta la década de los ochenta, puede uno aprender mucho sobre la historia de la industria en la región del Ruhr, escalar las vertiginosas paredes del antiguo Erzbunker o zambullirse en el TauchRevierGasometer que, con sus 13 metros de profundidad, 45 metros de diámetro y 21 millones de litros de agua, es el centro de buceo techado más grande del continente.
De arriba a abajo, sin restricciones
Una de las ventajas que ofrece el estudiar en Duisburgo –sobre todo para los alumnos extranjeros, ansiosos de viajar– es su ubicación geográfica. Esta urbe de 500.000 habitantes se encuentra en el margen occidental de la región del Ruhr. A las principales ciudades de la zona se llega en tren en menos de una hora: Oberhausen, Essen, Bochum y Dortmund en el Ruhr; Duesseldorf, Colonia y Bonn en Renania; son muchos los destinos que se hallan a un tiro de piedra de Duisburgo.
La guinda del pastel: en Renania del Norte-Westfalia los estudiantes reciben el boleto de transporte público NRW tras matricularse en la universidad; éste les permite utilizar el metro, el autobús y el tren gratuitamente en todo el estado federado. La estudiante de Sierra Leone usa el suyo con mucha frecuencia: “no hay que quedarse encerrado en la ciudad en la que uno estudia, lo mejor es moverse y conocer toda la región”.
Autor: Sven Näbrich
Editor: Rosa Macías