El gran show del donante: un riñón para tres
30 de mayo de 2007Cuando la pequeña pantalla opta por el mal gusto, a nadie debería caberle la más mínima duda de que no hay estómago que aguante su nivel, por muy resistente que éste sea. Basta con mirar estos días hacia Holanda. Allí prepara la productora de televisión Endemol, cuyo principal accionista es la compañía española Telefónica, a petición de la cadena de televisión pública BNN, El gran show del donante.
El programa cuenta con todos los elementos que garantizan el éxito de un reality-show: historias auténticas, drama, emoción y lágrimas. Pero los participantes, tres personas de entre 18 y 40 años, no quieren irse a casa en el coche que nunca se podrían comprar, ni permitirse las vacaciones con las que siempre han soñado o dar el tantas veces deseado salto al estrellato. Ante la cámara, estas tres personas se juegan la vida. Que su destino se convierta en espectáculo debería ser razón suficiente para que los holandeses apagasen el televisor la noche de la emisión. Y eso, seguramente, no sucederá.
Vida o muerte por sms
Lisa es la dueña del riñón. A sus 37 años, también ella va a morir. Un tumor está anulando la actividad de su cerebro, pero el resto de sus órganos siguen intactos. Por eso quiere donarlos. En lugar de seguir el procedimiento habitual, Lisa regalará su riñón en directo. Los espectadores le ayudarán, votando desde casa con sus teléfonos móviles, a decidirse por uno de los candidatos: el más conmovedor, el más simpático o el más guapo.
¿Quién le da derecho al público a sentenciar sobre la vida o la muerte de otros? Al común de los consumidores de televisión le falta el saber con el que los médicos seleccionan a los receptores de órganos. Y difícilmente se puede esperar que los televidentes sean objetivos, no se dejen llevar por los sentimientos y eviten aplicar criterios fuera de toda relevancia: estas condiciones contradicen al formato en sí mismo. Ningún reality-show invita a la reflexión.
Se podría haber rodado un documental sobre la donación de órganos, dicen los responsables de BNN, pero eso habría sido aburrido. Los documentales no le interesan a nadie. La escasez de donantes representa en Holanda un gran problema. En las listas de espera de cualquier hospital, los tres concursantes tendrían menos posibilidades de conseguir un riñón que bajo los focos de la televisión.
Así justifican los directivos de la cadena pública el nuevo programa: quieren llamar la atención sobre la situación de quienes esperan un transplante y con ello conmemorar el quinto aniversario de la muerte de Bart de Graaff, el fundador de la cadena. El riñón que Graaff hubiera necesitado hace cinco años no llegó a tiempo, como puede que suceda a dos de los concursantes. La gravedad de la cuestión queda reducida a El gran show del donante.
Desagradable y de mal gusto
Voyeurismo por televisión. Así se criticó en su día a Big Brother, Gran Hermano, el programa basado en 1984, la famosa obra de George Orwell, que hizo definitivamente rico a John de Mol y le permitió vender por 5.500 millones de euros su productora Endemol a la por entonces todavía pública Telefónica.
Encontrar un calificativo apropiado para El gran show del donante resulta difícil. Desagradable y de mal gusto son los que más se han escuchado estos días. También en el Parlamento holandés, en el que los conservadores pedían prohibir el programa. Pero la Ley en este país impide la censura por motivos morales. Tampoco está permitido poner objeciones a programas que aún no han sido emitidos.