Encrucijada chilena: ¿volver a Piñera o probar algo nuevo?
24 de julio de 2017Aunque hay una docena de candidatos o potenciales aspirantes a la presidencia de Chile, en la práctica son cuatro o cinco los que copan la agenda noticiosa y lideran el debate público. Y de todos ellos, el 19 de noviembre –cuando además de elegir a la persona que dirigirá los destinos del país hasta marzo de 2022, se votará por parlamentarios y consejeros regionales–, solamente dos pasarán a la previsible segunda vuelta, que se realizará el 17 de diciembre.
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Los que lideran las encuestas son el centroderechista Sebastián Piñera (Chile Vamos) y los centroizquierdistas Alejandro Guillier (oficialista, Nueva Mayoría) y Beatriz Sánchez (Frente Amplio). Todo indica, en los sondeos y en el ánimo incluso de los dirigentes de gobierno, que será Piñera quien vuelva a la Moneda. Entre otras razones porque la centroizquierda lleva a cuatro candidatos, mientras que la derecha ha concentrado sus fuerzas en el exmandatario, más allá de la presencia de dos outsiders (José Antonio Kast y Franco Parisi).
Para muchos, elegir entre Piñera o Guillier –quienes van a la cabeza en los sondeos– no supone grandes diferencias, a pesar del fuerte conservadurismo valórico que ha caracterizado a esta nueva campaña del expresidente. "La principal diferencia será lo que hagan con las reformas iniciadas por el gobierno de Michelle Bachelet en materia de educación, relaciones laborales, tributos, sistema electoral y despenalización del aborto. Piñera ha dicho claramente que son malas reformas”, explica a DW Carlos Correa, analista político y columnista de diversos medios.
"El modelo neoliberal de relaciones exteriores de Chile puso el foco en la expansión del libre comercio. No me parece que ninguno de los dos candidatos proponga un cambio en esa materia”, agrega el periodista y magíster en comunicación política de la Universidad de Leeds Mario Álvarez, quien destaca, eso sí, que Piñera "se ve menos acomplejado con su militancia de derecha y parece un candidato más conservador que él mismo en la elección de 2009”. Las distancias entre ambos, entonces, están más de cara al país que de cara al mundo.
Reformista e impopular
Estas elecciones marcan varios hitos: por primera vez votarán en unas presidenciales los chilenos que viven en el extranjero y se elegirá un Parlamento por medio de un sistema proporcional, dejando en el olvido al binominal impuesto por la dictadura de Augusto Pinochet, que buscaba –mediante una ecuación poco democrática– igualar las votaciones de los grandes conglomerados. Esas dos reformas, así como la gratuidad en la educación para los estudiantes más pobres, la ley de aborto a punto de aprobarse y muchas otras que han significado cambios profundos en la realidad chilena, son obra de Bachelet. ¿Cómo se explica, entonces, la escasa popularidad de la presidenta y el riesgo que corre de no entregar el mando a alguien de su propia coalición?
"La impopularidad del gobierno no se explica por las reformas, sino por el profundo daño que produjo a la imagen de la presidenta el escándalo Caval, que involucraba directamente al hijo de Bachelet y a su nuera en un negocio de especulación de terrenos”, pondera Correa. "La crisis política desatada tras las revelaciones incluyó la caída del gabinete pro reformas e hizo oscilar al gobierno. También ha influido el estancamiento económico”, agrega el experto. Álvarez coincide: "No se debe subestimar el impacto de las acusaciones que afectan a su hijo y a su nuera. Hay contextos en que la ciudadanía usa los atributos personales de los políticos para apoyar las evaluaciones sobre su gestión pública y este parece ser un caso”.
Para Álvarez, "la reacción -o no reacción- de Bachelet no se ajusta a lo que se espera de un liderazgo maternal como el que ella ha explotado. Una madre no sólo es una imagen de cariño y acogida, sino también lo es de autoridad moral. Creo que a Bachelet le faltó lo segundo”. También habrá que ver qué tanto influye en el ánimo electoral de los chilenos el descontento de la ciudadanía con la clase política.
"En Chile se produce una paradoja:, las personas están descontentas con las instituciones, pero conformes con su propia vida. Tienen la sensación de que los políticos viven lejos de su realidad: no tienen problemas de empleo, no son víctimas de la delincuencia, no usan el transporte público ni se atienden en la salud pública”, analiza Correa. Álvarez, por su parte, pone datos sobre la mesa: "El indicador más grave es que Chile es la democracia con menos participación electoral del mundo y la que más votación ha perdido en los últimos 30 años. La participación electoral también mejora en la medida que hay más expectativa de cambio”. Y no parece ser el caso.
El nuevo actor y la unidad
A todos estos escenarios hay que sumar el surgimiento de un nuevo actor: el Frente Amplio. Liderado por los jóvenes diputados Gabriel Boric y Giorgio Jackson, ambos surgidos como dirigentes en las protestas estudiantes de 2011 y 2012, este conglomerado agrupa a una serie de partidos y movimientos sociales que buscan, tras la figura de la periodista Beatriz Sánchez, abrirse un espacio en el mundo político.
Esto, en todo caso, ha empeorado un problema de la centroizquierda chilena: su falta de unidad. Entre Alejandro Guillier, Sánchez, la democratacristiana Carolina Goic y el progresista Marco Enríquez-Ominami, el sector suma cuatro nombres de cara a la primera vuelta de noviembre. Precisamente Enríquez-Ominami, que ya fue candidato a la presidencia en 2009 y 2013, piensa que es imprescindible la unidad del sector para evitar el retorno de Piñera.
"Es perfectamente posible la unidad en torno a una lista parlamentaria, un programa mínimo común y un pacto de segunda vuelta donde los perdedores apoyen al que gane. El 2009 todos cometimos el error de no ser capaces de construir diálogo y ganó la derecha. Somos 4 candidatos y así como estamos, Piñera no solamente va primero en las encuestas, sino que va a ganar en la segunda vuelta de diciembre. Estoy seguro de que el que sea segundo irá al balotaje y derrotará a Piñera si se producen estos tres acuerdos”, dice Enríquez-Ominami a DW.
Para Correa, en tanto, el Frente Amplio quedó en deuda tras su participación en las primarias del 2 de julio, donde convocó a poco más de 327 mil personas de un universo electoral de 13 millones. "Se demostró que su capacidad de convocatoria en las urnas es muchísimo menor a su popularidad en las universidades y en las redes sociales. Para ser relevantes deben ser capaces de conquistar a sectores que en el pasado apoyaron a la presidenta Bachelet”, dice el analista.
Autor: Diego Zúñiga (ERS)