Honduras: se buscan salidas al dilema
7 de julio de 2009La violencia desatada en el aeropuerto de Toncontín tras el fallido aterrizaje de Manuel Zelaya es una pieza más del rompecabezas hondureño para los observadores internacionales, que aún no llegan a descifrar el por qué de la destitución de un gobierno democrático que lleva automarginación de una de las economías más débiles de América Latina.
La sorpresa y la indignación entre los mandatarios latinoamericanos y la opinión pública son grandes, ya que el de Zelaya era un Gobierno democrático elegido por el pueblo hondureño, y más aún porque la decisión de este golpe militar fue tomada con consenso del Parlamento y de la Corte Suprema de Justicia.
Mientras el Gobierno de facto de Micheletti sigue con su afirmación de “esto no es un golpe de estado”, y negando la realidad de los hechos en tanto dice que “los militares no dispararon contra los manifestantes”, el no de la OEA y el firme rechazo de la comunidad internacional al golpe se han relativizado, dando paso a contemplar posibles conversaciones con quienes detentan el poder en Honduras. Manuel Zelaya sigue esperando un “respaldo claro y contundente” de EE.UU. y su secretaria de Estado, Hillary Clinton, con quien se reunirá este 8 de julio. El secretario de la OEA, José Miguel Insulza, lo acompañará. Por su parte, Micheletti dijo que “apoya el intento (de Clinton) de encontrar una solución pacífica y consistente con la seguridad y la soberanía de Honduras.”
El referéndum no justifica el golpe
Manuel Zelaya pretendía celebrar un referéndum popular para cambiar la Constitución y así poder ser reelecto. Dicha consulta popular había sido declarada ilegal por la Corte Suprema hondureña.
Según Micheletti, Zelaya había renunciado a su cargo, versión que desmintió el propio Manuel Zelaya en entrevista con CNN. Roberto Micheletti aseguró que la deposición de Zelaya no es un golpe militar, sino un “proceso de transición conforme a la Constitución”. Esta denominación recuerda al mote que la Junta Militar argentina puso al golpe militar: “El proceso”. Con ese nombre se enterró la democracia y se dio vía libre a los crímenes más cruentos de lesa humanidad, de los que hoy la sociedad argentina aún intenta reponerse y restañar heridas en un arduo trabajo de duelo.
La democracia en un dilema
¿Destruir la democracia para hacer valer la democracia? Eso parece ser lo que aducen Micheletti y sus aliados en el Parlamento de Honduras. Como si no hubiera otra posibilidad de hacer respetar los valores democráticos que derrocar a un presidente que, sin duda, tampoco era una hoja en blanco, pero que hubiera merecido, en bien de los valores democráticos, la posibilidad de una destitución apoyada por las instituciones.
“Si se desconfiaba de su proceder se lo podría haber alejado del poder aplicando leyes constitucionales. Pero es justamente aquí donde la brecha entre los sucesos, con el trasfondo del sistema político de Honduras, y la percepción de esos sucesos por parte de la opinión pública se agranda”, dice Peter Peetz, del Instituto de Estudios Globales GIGA, de Hamburgo. No sólo los medios adscriptos al poder sino también los periódicos independientes de Honduras creen que un plebiscito y la consiguiente reforma constitucional no ayudaría a fortalecer la democracia.
“La prohibición de una reelección conforma el núcleo de la Constitución hondureña. Zelaya ni siquiera pudo convencer a sus copartidarios de que un referéndum no anularía esta reglamentación constitucional”, subraya Peetz, para quien "es claro que esto no justifica de ningún modo, ni jurídica ni moralmente el golpe militar que derrocó a Manuel Zelaya."
Grupos de poder oligárquicos, no corrientes políticas
El pastel político en Honduras se divide en dos: el tradicional Partido Liberal (PL) y el Partido Nacional (PN), más tres partidos pequeños, UD, PINU-SD y PDC, que no lograron romper la hegemonía de los dos grandes poderes. A diferencia de El Salvador y Nicaragua, subraya Peetz, “el sistema bipartidario de Honduras no está ligado a una polarización de la sociedad. Apenas si hay diferencias programáticas o ideológicas entre ambos.” La única diferencia es que pertenecen a dos clanes o dinastías familiares diferentes. Las fracciones internas, explica Peetz, no corresponden a diferentes corrientes ideológicas, sino a las diferentes élites que detentan el poder económico y político en Honduras. Se trata de vínculos “interoligárquicos”.
Manuel Zelaya se habría alejado de un sector de su propio partido, y especialmente de la red a la que pertenece Micheletti, y habría buscado nuevos aliados, entre ellos en Hugo Chávez. Con la adhesión al ALBA (Alternativa Bolivariana para los Pueblos de Nuestra América) por parte de Zelaya, el anuncio de Micheletti no se hizo esperar: quería evitar que el Parlamento la ratificase.
Se buscan soluciones
Tratemos de armar el rompecabezas: el Parlamento y las Fuerzas Armadas de un país centroamericano se resisten a la perpetuación en el poder de un presidente elegido democráticamente, ya que esto violaría la constitución. Para evitarlo, violan ellos la constitución y organiza un golpe de estado, derrocando al presidente. La comunidad internacional, con EE.UU. y la OEA a la cabeza, rechazan firmemente el golpe militar. Pero se configura un escenario muy distinto del de la Latinoamérica de los años 70, donde un golpe de estado derroca a Salvador Allende en Chile, y otro a María Estela de Perón en Argentina, por ejemplo. ¿O tal vez son los mismos actores en diferentes papeles?
¿Cómo se reparten ahora los roles? “Yo advertiría no caer en categorías como estas. La guerra fría terminó. Tampoco aconsejaría elaborar el tema a partir de la ‘izquierda' o la ‘derecha', opina Wolfgang Dietrich, experto en conflictos de la Universidad de Innsbruck en entrevista con la emisora alemana Deutschland Funk. “Los grupos de interés no pueden manejarse en estas categorías. Creo que se debe contemplar todo, especialmente desde el extranjero, con cierta sobriedad, también con cierta neutralidad legal (…) para ver que pasó y a qué compromiso político se puede llegar. (…) En lo diplomático creo que es posible lograr un compromiso bien definido, especialmente con Obama en el norte y Chávez en el sur. La situación está más tranquila que hace unos meses. El compromiso será probablemente que Zelaya deje de intentar su reelección y al mismo tiempo sea elegido para que se pueda empezar de cero”, concluye el experto.
Pero estos intentos no quitan, como aclara Peter Peetz del GIGA, que los EE.UU. y Europa se vean en la contradicción de tener que juzgar a instituciones democráticas como el Parlamento y la Corte Suprema: “Esta contradicción desemboca en un dilema del que la comunidad internacional debe ser conciente: si toman partido por Zelaya, están quitándole legitimidad al Parlamento y a la Corte Suprema. Si Zelaya volviese a tomar el poder, el mundo consentiría un ‘autogolpe' perfecto en el que las instituciones democráticas se verían anuladas, aclara Peetz. Honduras se desestabilizaría y se abriría un camino al caos”, analiza Peetz.
Según Peetz, el ombudsman hondureño de derechos humanos Ramón Custodio propone un plebiscito realizado por un comité electoral y vigilado por observadores internacionales, en el que se pregunte al pueblo de Honduras si quiere que Zelaya vuelva a ser presidente. Roberto Micheletti se manifestó de acuerdo con adelantar las elecciones, previstas para noviembre de 2009.
Si el presidente interino permanecerá hasta noviembre en el poder, y si las fracciones en las Fuerzas Armadas no cambiarán el panorama de división del poder en Honduras, está por verse. Tampoco se justificaría un regreso impuesto de Zelaya, si esto acarreara la violencia que advierten quienes lo derrocaron.
Autora: Cristina Papaleo
Editor: José Ospina Valencia