Crisis editorial en Cuba: sin papel y con librerías vacías
11 de febrero de 2021Una nueva novela con su personaje Mario Conde prepara el escritor cubano Leonardo Padura (La Habana, 1955). El protagonista ahora estará en el año 2016, cuando el entonces presidente Barack Obama hace su histórica visita a la isla.
A pesar de su trayectoria, sus numerosas publicaciones y los premios internacionales que ha obtenido el autor, no es seguro que a los lectores cubanos les resultará fácil encontrar este nuevo libro en las librerías, como ocurre con otros títulos. En entrevista con DW, el autor analiza la escena editorial actual.
Detsche Welle: ¿Cómo describiría la escena literaria cubana actual?
Leonardo Padura: Esta es para mí una pregunta difícil, porque la respuesta es dolorosa e implica juzgar el trabajo de colegas. Porque creo que la literatura cubana está en uno de sus momentos más bajos de los últimos tiempos.
No con las mismas condiciones que en la década terrible de los años 1970, pero con resultados similares en cuanto a propuestas atractivas. Como botón de muestra diré que entre los diez libros más importantes del año 2020, los que recibieron el Premio de la Crítica Literaria de Cuba, hay dos recopilaciones de textos y cuatro ensayos. ¿Dónde están los novelistas cubanos? ¿Duermen la siesta? Ese es el panorama de la creación en el país. Quizás se deberían considerar algunos libros publicados fuera de Cuba y el cuadro mejoraría, pero no creo que mucho, la verdad.
Dentro de América Latina, ¿qué peso y alcance tienen los escritores cubanos en la actualidad?
Muy poco, lamentablemente. Quizás deba hacerle la pregunta a otros, fuera de Cuba. Bastaría con preguntar: ¿qué autores cubanos contemporáneos les interesan? No creo que sean muchos, lamentablemente.
¿Qué dificultades enfrentan los escritores en la isla para publicar y darse a conocer en el extranjero?
Enfrentan la inexistencia de una promoción doméstica de su literatura que la categorice, la haga visible, y entonces resulte interesante para los posibles editores foráneos. Enfrentan el desconocimiento de los mercados editoriales. La falta de agentes literarios en el país capaces de crear interés por su literatura... Y falta, sobre todo, la literatura de calidad, competitiva, sobre todo en el género de la novela, que es el que mejor viaja, el que más se consume.
Esto de la poca cantidad de novelas de largo aliento es importante y su escasez tiene razones, como la raquítica retribución que reciben los autores en Cuba (200-300 dólares por un trabajo de dos, tres años), que no los alienta, a veces ni les permite mental y físicamente dedicarse en cuerpo y alma, durante un tiempo prolongado, a trabajar en un proyecto, pues deben hacer mil cosas para ganarse la vida.
¿Cómo ha logrado usted sortear las dificultades?
Mi experiencia no es ejemplar, y a la vez sí lo es. Yo tuve la suerte de que una de mis primeras novelas ganara un premio muy normalito en España, pero que a partir de ahí llamara la atención de una editorial importante, de mucho prestigio y ahí comenzó este viaje que, luego, gracias a mis agentes, pasó a otros idiomas.
Lo ejemplar de mi caso sería el hecho de que tenía escrita esa novela y que luego seguí escribiendo, con disciplina, pasión, necesidad expresiva, esfuerzo diario, procurando hacerlo comprometido solo con lo que necesitaba decir y buscando decirlo del mejor modo. Y ya sabe que la suerte existe, pero para ganar la lotería hay que comprar un billete.
Su experiencia contradice el supuesto de que sería necesario o inevitable dejar Cuba para triunfar. ¿Es usted una excepción?
No, no soy una excepción. Soy un caso. He escrito 13 novelas, quizás un récord nacional. Sin esas novelas, sin ese trabajo, nada de lo demás habría sido posible. Esa tal vez entonces sería la excepción. Aunque, la verdad, tampoco veo muy alentador lo que ha estado pasando con los autores que se han ido de Cuba.
¿Cuál es el estado de la industria del libro?
Es un estado paupérrimo, agravado por el parón de la pandemia, pero provocado sobre todo por la falta de recursos del Estado para respaldar al sector con la impresión de libros literarios, porque de otros tipos -políticos, de propaganda- se suelen publicar más.
Falta papel y falta un mayor interés en promover una creación que, al parecer, no interesa mucho promover pues por lo general suele ser crítica con la realidad y la realidad de Cuba es creación del Estado. Y todo esto se agrava con la inexistencia de un mercado nacional del libro que genere utilidades que puedan ser reinvertidas. La comercialización de la literatura sufre las mismas o peores deformaciones económicas que el resto de la actividad comercial en el país.
¿Tenía alguna actividad prevista para realizar en la Feria del Libro de La Habana?
No, ninguna presentación. Una novela mía que se publicó en España hace tres años, todavía no ha podido ser impresa en Cuba y no sé si habría estado lista para la feria, aunque no lo creo.
El año pasado a duras penas presenté la reedición de unas novelas, pues los pocos ejemplares disponibles no llegaban al acto. Y hace dos años, como para demostrar mi invisibilidad en el panorama de la promoción nacional, solo presenté un libro en idioma braille, para ciegos. ¡Solo ellos pudieron leerme!
¿Qué significa para usted en lo personal la cancelación de la FIL?
La cancelación de la feria y todo este panorama tan descorazonador me afecta sobre todo por mi posible relación con los lectores cubanos, pues dependen de la impresión de mis libros acá para recibirlos, aunque sea en pequeñas tiradas... Pero de todas formas la gente se las arregla como puede, y mi más reciente novela, Como polvo en el viento, ha sido muy leída en Cuba en formatos digitales, por supuesto que pirateados. Algo es algo, y ese algo, en este caso, va por encima de la voluntad de los que deciden.
¿Hay propuestas o ideas sobre cómo impulsar la industria del libro en Cuba?
No lo sé. Ojalá las hubiera. Por ejemplo: permitir la existencia legal de editoriales independientes. Pero, incluso si se permitiera por parte del gobierno, no sé si sobrevivirían. El precio real de un libro sería prohibitivo para la mayoría de los cubanos y eso se agrava en un contexto como el actual, en el que cada vez menos personas compran y leen literatura, en que, en Cuba, se perdió el hábito de ir a las librerías porque en las librerías no hay nada. Es descorazonador, una situación cultural y espiritualmente muy grave y dolorosa.
(er)