1. Ir al contenido
  2. Ir al menú principal
  3. Ir a más sitios de DW

Lo que los alemanes esperan del nuevo Papa

Pablo Kummetz5 de abril de 2005

Los alemanes y el papa Juan Pablo II han tenido una relación ambivalente. A veces, de efusivo apoyo, otras veces, de fría distancia. Del nuevo Papa, los alemanes esperan sobre todo más flexibilidad.

https://p.dw.com/p/6TNc
Fieles católicos en la catedral de Colonia, Alemania.Imagen: AP

Cuando Juan Pablo II pisó el 15 de noviembre de 1980 tierra alemana -el primer Papa desde hacía casi 200 años- fue celebrado como gran artífice del acercamiento entre los pueblos. Un millón y medio de alemanes acudieron a sus misas. Según sondeos, dos tercios de la población calificaba entonces al papa polaco de bueno o excelente.

En la primavera de 1987, cuando Karol Wojtyla llegó por segunda vez a Alemania, la admiración por su persona había disminuido. En 1996, durante su tercera visita, la primera y única en la Alemania reunificada, cuando el sumo pontífice de mil millones de católicos atravesó con Helmut Kohl la Puerta de Brandeburgo, manifestantes, si bien aislados, vociferaron agresivas consignas contra el Papa.

A este Papa de los tiempos del cambio, cuyo aporte al colapso del bloque del Este y la unificación alemana "nunca podrá ser alabada en exceso" según Hans-Dietrich Genscher, durante muchos años ministro de Exteriores de Alemania, uno de cada dos alemanes lo calificó en octubre de 2003, en sus 25 años de pontificado, de "mediocre".

Desconfianza mutua

La desconfianza se multiplicó entre ambas partes. Muchos católicos alemanes reconocieron el compromiso del Papa para con la paz y su defensa mundial de la justicia social. Pero lo acusaron de ser autoritario y defender un dogmatismo osificado. Incluso algunos llegaron a quejarse de un "clima de temor paralizante" y lanzaron referéndums populares entre los creyentes.

Viceversa, prelados vaticanos culpabilizaron a los hermanos y hermanas del país de la Reforma de generar un "efecto antiromano". Muchos teólogos alemanes fueron severamente observados por Wojtyla y su fiel prefecto de la Congregación de la Doctrina de la Fe, el cardenal alemán Joseph Ratzinger.

Los casos más sonados fueron los de los teólogos Hans Küng (suizo de habla alemana, profesor en Tubinga) y Eugen Drewermann, a los que el Vaticano les quitó la "venia docendi", es decir, la autorización para ejercer la docencia teológica en nombre de la Iglesia Católica.

También el presidente de la Conferencia Episcopal Alemana, Karl Lehmann, sufrió bajo la "observación tutelar" del Vaticano y recibió el birrete cardenalicio en un segundo intento y sólo después de la solícita intervención de otros prelados.

Contra "el centralismo de Roma"

En 1988, más de 160 profesores universitarios alemanes católicos protestaron públicamente contra el "centralismo de Roma". La razón: contra la resistencia del cabildo de la catedral, Juan Pablo II había impuesto al conservador cardenal Joachim Meisner como nuevo arzobispo de Colonia. El "caso Meisner" es, 16 años después, aún una herida abierta en las relaciones entre el Vaticano y la Iglesia alemana.

El cardenal Lehmann siempre se esforzó por restarle importancia a las desavenencias con el Papa. "Nosotros, los alemanes, tenemos mucho que agradecerle al Santo Padre", dice en cuanta oportunidad se le presenta.

Lehman se refiere no sólo al papel del Papel en la reunificación de Alemania, sino también a la presencia alemana en el Vaticano. Nunca antes hubo tantos alemanes en el colegio de cardenales, el senado del Papa: nueve, entre ellos los importantes purpurados Joseph Ratzinger y Walter Kasper.

Ello no impidió, sin embargo, que una y otra vez se registraran serias tensiones: la disputa en torno a la renuncia, ordenada por el Papa, al otorgamiento de un certificado de organizaciones laicas católicas que habilitaba a un aborto legal alejó temporalmente del Papa a la mayoría de los obispos alemanes. Los obispos capitularon ante el poder papal, pero interiormente no lo aceptaron.

No a la misa común de católicos y protestantes

También las relaciones con la otra gran Iglesia cristiana en Alemania, la Protestante, sufrieron durante el último papado. En el 2003, seis semanas antes de las I Jornadas Ecuménicas, en Berlín, Juan Pablo II rechazó categóricamente la celebración de una misa común de católicos y protestantes.

Una misa abierta a todos los cristianos sin plena comunidad eclesiástica es un obstáculo para el ecumenismo, escribió el Papa en su encíclica "Ecclesis de Eucharistia". En ella, Juan Pablo II exige "obediencia" y recordó a los católicos la prohibición de participar en una misa protestante.

Según la doctrina católica, el sacramento de la comunión no es dado en forma "válida" en la Iglesia evangélica, lo que sólo pueden hacer los sacerdotes consagrados en la tradición católica romana.

Por todo lo anterior no puede extrañar entonces que luego de la muerte del Papa, en Alemania se multipliquen las voces que exigen una mayor disposición a las reformas en la Iglesia Católica.

No excluir más a las mujeres

Además de las disputas anteriores, que, según se entiende en Alemania, exigen de la Iglesia católica posiciones más flexibles, los alemanes esperan también que las mujeres no sean excluidas más de cargos en la Iglesia. No obstante, se es lo suficientemente realista para no contar con la ordenación de mujeres como sacerdotes u obispos.

Annette Schavan, vicepresidenta del Comité Central de los Católicos Alemanas y ministra de Cultura del Estado de Baden-Wurttemberg, ve como posible y factible que más mujeres puedan ejercer la docencia como profesoras de Teología Católica.

"Muchas brillantes teólogas esperan aún que se les conceda un puesto en las facultades", resalta Schavan. Al final de cuentas, "se trata de que la Iglesia gane para sí los mejores cerebros y permita el desarrollo de nuevos procesos".

Hermann Kues, portavoz eclesiástico de los partidos cristianos alemanes, espera, por su parte, que el Papa no sólo proporcione orientación en cuestiones de guerra y paz, sino también en cuando al desarrollo de la biomedicina. La investigación de las células madre, las clonaciones y las nuevas posibilidades del diagnóstico prenatal son temas que en los próximos años adquirirán más importancia aún y un desafío para la Iglesia.

Y Wolfgang Thierse, socialdemócrata, presidente del Bundestag (Parlamento federal), espera que el nuevo Papa "combine mejor la unidad y la apertura, la unidad y la variedad", en una no muy velada crítica a la política conservadora del Papa.