México, el aliado de la República española que no se rindió
10 de abril de 201827 de mayo de 1937. En plena Guerra Civil española, que desde el alzamiento militar de julio de 1936 enfrentaba al Gobierno legítimo y democrático de la Segunda República con la insurrección de corte fascista que dirigía Francisco Franco, 456 niños se embarcaron en Burdeos (Francia) rumbo a México. El navío de vapor Mexique llevó a estos hijos e hijas de republicanos españoles a través del océano Atlántico para alejarlos de un conflicto fraticida y traumático, al menos hasta que acabase el enfrentamiento. Pero en este prólogo de la Segunda Guerra Mundial la historia se torció a favor del fascismo y los conocidos como "niños de Morelia”, por la localidad de Michoacán a la que llegaron, se quedaron sin democracia a la que volver. Por delante quedaban cuarenta años de dictadura franquista.
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Aquellos niños, algunos de los cuales aún viven, se convirtieron en el símbolo de la labor mexicana en defensa de la democracia en España, que tras la victoria de los golpistas en 1939 no regresaría hasta finales de la década de los setenta, una vez muerto el dictador en su cama. México no fue el único aliado de la Segunda República española; pero sí fue uno de los más fieles y sin duda el más implacable en el marco de la Sociedad de las Naciones después de que Francia y Reino Unido optasen por la no intervención, dejando a la democracia española sola frente a la sublevación militar, apoyada entre otros por el nazismo alemán y el fascismo italiano.
"Desde la Revolución mexicana de 1910, la política exterior de México se manifestó en una política diplomática de apoyo a gobiernos legalmente constituidos y en un veto a gobiernos establecidos antidemocráticamente”, subraya en una entrevista con DW la historiadora argentina Clara E. Lida. Esta académica de El Colegio de México y fundadora de la Cátedra México-España recuerda que el país latinoamericano apoyó a la República desde sus inicios, en 1931. La llegada de la democracia a España permitió el estrechamiento de los lazos entre ambos Estados, entre los que según Lida existía una "simpatía natural”. Por el contrario, México no había tenido muy buenas relaciones con el sistema monárquico precedente.
Esta reconocida investigadora afirma que entre la Segunda República española y el México de aquel entonces "había afinidades en más de un sentido”. Ambos compartían, entre otras cosas, su filosofía social. El país norteamericano sirvió igualmente de ejemplo para una España que buscaba desembarazarse de unas estructuras políticas, sociales y económicas anacrónicas. Así, explica Lida, "la República española examinó con mucha atención la Constitución mexicana de 1917, junto con la de la República de Weimar en Alemania y otras de la época, para poder redactar su propia Constitución republicana”.
México contra el mundo por la democracia en España
El joven historiador español David Jorge ratifica estas buenas relaciones bilaterales y añade un matiz: "el México del presidente Lázaro Cárdenas vio una clara oportunidad de protagonismo internacional que, además de defender una causa a la cual era claramente proclive, permitía el reforzamiento de la soberanía nacional mexicana, que constituía el leitmotiv de la política exterior del país”. La ferviente campaña internacional mexicana, sin embargo, no fue sencilla y acabó aislando internacionalmente al país. "México se quedó solo en el exterior, y a nivel interno muy polarizado con motivo de la fuerte oposición existente a las reformas cardenistas”, agrega Jorge en una entrevista con DW. Ese fue el precio de defender al gobierno legítimo de Madrid en un conflicto bélico al que el autor de la obra Inseguridad Colectiva prefiere llamar "Guerra de España" para poner en evidencia su carácter supranacional.
El apoyo mexicano a la Segunda República no solo fue diplomático. También consistió en pertrechos de guerra, alimentos o medicinas, entre otras cosas. Asimismo, a medida que el franquismo iba ganándole terreno a la República, México fue desarrollando una generosa política de asilo para los españoles cuya vida se viese amenazada por el alzamiento. Se calcula que unos 20.000 refugiados llegaron desde España a México, muchos a través de Francia, como los niños de Morelia. "México evitó incalculables víctimas adicionales", sostiene el historiador Jorge. Mientras España sepultaba en fosas comunes los valores democráticos de la República, México ofreció a muchos españoles el futuro que su patria les negaba.
Los años que duró la dictadura de Franco supusieron una nueva regresión en las relaciones bilaterales mexicano-españolas. México no reconoció al nuevo régimen. "No hubo una ruptura, sino que simplemente no hubo reconocimiento”, aclara Lida. Esto se mantuvo así hasta que en 1977, en plena transición democrática española, ambos países reanudaron las relaciones. De acuerdo con la académica, "en este sentido, México mantuvo una política muy coherente respecto de regímenes no constituidos legalmente”.
La ingrata desmemoria española
¿Hay lugar en la memoria histórica española para esta fervorosa defensa que hizo México de la democracia que aplastó el franquismo? Jorge no duda que exista a este respecto un "desconocimiento muy extendido y también muy ingrato” en la ribera oriental del Atlántico. Algo con lo que coincide Lida, para quien el cuadragésimo aniversario de la reanudación de las relaciones entre México y España fue un ejemplo de ello: "México lo celebró muy ampliamente, España lo hizo con recato, casi como si fuera algo muy secundario”.
Una más en la lista de asignaturas pendientes que España tiene con su pasado. Para el español Jorge está clara la falta de sensibilidad que existe en el país ibérico con las personas que tuvieron que abandonar su tierra a causa de la dictadura, algunos por unas décadas, otros para el resto de su vida. "Y, desde luego, también hacia el país que los acogió solidariamente", prosigue, "y que abrió la puerta hacia nuevos tiempos en la relación íntima entre ambos pueblos, apostando por superar prejuicios y complejos de siglos pasados y combinar lo mejor tanto del pasado heredado como de las posibilidades presentes”.
Autor: Enrique Anarte (ERS)
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