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México cambia de gobierno. La etapa Fox

Enrique López Magallón30 de noviembre de 2006

El 2 de julio de 2000 comenzó una prometedora etapa en la vida política mexicana. A seis años de distancia, Vicente Fox se despide dejando al país confrontado y con instituciones que se tambalean.

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Vicente Fox y Ernesto Zedillo ponían fin a una larga etapa del PRI en el poder.Imagen: Picture-alliance/ dpa

El logro más claro de Vicente Fox, en los pasados seis años, fue el control de la política macroeconómica del país. Muchos mexicanos prefieren no recordar hoy la pesadilla de la hiperinflación y de las constantes devaluaciones del peso. Pero es un hecho que el trauma del llamado "efecto Tequila", que se extendió por buena parte del mundo, parece cosa del pasado.

Fox no cumplió su promesa de alcanzar niveles de crecimientos de siete por ciento anual. Sin embargo, las cifras que acaba de dar a conocer la Organización para la Cooperación y el Desarrollo Económicos (OCDE) hablan de un crecimiento cercano al 4 por ciento para éste y los próximos años, en un indicador que no parece desdeñable. La economía pura, pues, no fue el mayor problema en el sexenio del saliente mandatario mexicano.

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Oaxaca arde por el conflicto social.Imagen: AP

Pendientes políticos

En cambio, Fox y su gabinete vieron crecer sus problemas a nivel político, sin ser capaces de remontarlos. El presidente mexicano deja como herencia un país profundamente confrontado en lo político. El gobierno carece de canales confiables de diálogo con la oposición, sobre todo la del centroizquierdista Partido de la Revolución Democrática.

Causas, las hay suficientes. Puede argumentarse que los partidos opositores no actuaron con la institucionalidad necesaria, y que estaban más interesados en contradecir a Fox que en reconstruir el sistema político. Pero también está la rudeza innecesaria que, con todo el peso del Estado, utilizó el gobierno saliente para atacar a opositores. El intento de sacar de la contienda electoral al competidor más fuerte, Andrés Manuel López Obrador, fue una de las grandes crisis políticas del gobierno.

Otra, derivada de la primera, se produjo a raíz del resultado electoral en julio pasado. Nadie, ni siquiera los observadores internacionales, ha podido comprobar de manera inequívoca que se produjo un fraude. Pero esto es lo de menos. Con razón o sin ella, buena parte de la población mexicana está convencida de que las elecciones no fueron limpias, y esto también debe facturarse a Fox y a su equipo político.

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El desafuero de López Obrador, gran crisis política del gobierno de Fox.Imagen: AP

Fragilidad social

A la crisis política se aúna la social. La ortodoxia macroeconómica de Fox desencantó a la clase media, que se sintió atacada por el desempleo. El gobierno también careció de la sensibilidad necesaria para mitigar problemas sociales, e incluso los aumentó.

Si la comunidad de San Salvador Atenco se constituyó como el primer gran foco de inconformidad social con Fox fue porque a sus habitantes se les quiso trasladar a otro sitio para construir un gran aeropuerto. Y más aún, se les quiso engañar comprándoles la tierra a un precio irrisorio. Hoy, esa localidad es símbolo de la oposición social al neoliberalismo. El sexenio de Fox termina en medio de otro conflicto parecido y mucho más violento: el de la llamada Asamblea Popular de los Pueblos de Oaxaca.

Aunado a todo lo anterior, los pasados seis años estuvieron marcados por una creciente ola de violencia originada en el narcotráfico y otras actividades del crimen organizado. Así, el gobierno de Fox termina marcado por una grave crisis institucional. Ésta es tan severa, que sólo deja dos opciones al próximo presidente: o la soluciona, o la lleva a un punto en el que pudiera resultar irremediable.