Ni sólo con mano dura, ni sólo en Francia
9 de noviembre de 2005A pesar de que a las 00:00 del nueve de noviembre entró en vigencia el estado de emergencia decretado por el Gobierno francés, la revuelta callejera continúa. Según información de agencias, de 1173 bajó a 617 el número de vehículos incendiados continuaron y a 1800 ascienden las personas detenidas desde el 27 de octubre que empezaron los hechos de violencia que sacuden varias ciudades del país. Antes de la medianoche, el ministro de Interior, Nicolas Sarkozy, ya había hablado de un "descenso bastante sensible" de la violencia urbana. Sin embargo, los hechos han puesto de manifiesto un problema social latente en toda Europa.
Instrumentos para la tolerancia cero
La mano dura y la tolerancia cero que anunció el ministro Sarkozy comenzaron con la aprobación del estado de emergencia. Éste permite una serie de medidas restrictivas de las libertades civiles tales como registros domiciliarios sin autorización judicial, la implantación del toque de queda, sanciones de hasta dos meses de cárcel y hasta 3750 euros de multa por su incumplimiento, requisas de armas. Andreas Teska, corresponsal de la cadena de radioemisoras alemanas WDR, comenta desde París que si bien es verdad que el Estado tiene que reaccionar en una situación de emergencia como ésta, las medidas policiales adoptadas son más que una solución "una declaración de bancarrota".
¿Efectivas medidas a largo plazo?
Por su parte, el primer ministro francés, Dominique de Villepin, anunció que retomará bastante de las medidas sociales del anterior gobierno, recortadas cuando él asumió el poder. Con bastante más tacto que el ministro de Interiores galo, de Villepin reconoció que aquí no se trata sólo de criminales, sino de problemas estructurales surgidos en la marginación y la discriminación, sobre todo de los migrantes de las ex colonias francesas. Sin embargo, las medidas anunciadas no llegan a ser convincentes.
En la educación, por ejemplo, ofrece la creación de 5000 puestos de asistentes pedagógicos en los 1200 colegios de los barrios "sensibles" y la posibilidad de abandonar la educación obligatoria a los 14 años y comenzar con una formación profesional. "Salir del sistema escolar estatal tan temprano es una puerta de entrada a la falta de perspectivas" es el resumen de la analista de WDR. Por otro lado, la creación de una prima de 1000 euros para motivar a los que reciben dinero de la asistencia social del Estado a buscar un empleo parece más bien una medida populista de cara a las próximas elecciones.
¿Multiculturalidad fracasada?
Los atentados en el metro de Londres, el asesinato al cineasta Van Gogh en Holanda y ahora los disturbios callejeros en Francia llevan a pensar que, más tarde o más temprano, que ningún país europeo está libre de la potencial violencia de los "migrantes". El europarlamentario por el partido de Los Verdes Daniel Cohn-Bendit -quien fue portavoz del movimiento estudiantil en mayo de 1968 y director de la Oficina de Asuntos Multiculturales en Fráncfort del Meno- declaraba a la televisión alemana que "Europa ha fracasado en sus modelos de integración". Lo que hay en el fondo, analiza Cohn-Bendit, es un proceso de desintegración que empezó, en el caso de Francia, hace más de 30 años, cuando el Estado se retiró y dejó de invertir en los barrios donde se concentraron migrantes.
Integrar sí, a tiempo
Por otro lado, Cohn-Bendit refutaba que la sociedad multicultural sea una ilusión fracasada: "la sociedad multicultural es un hecho", decía, "lo que falta es afrontarlo", pues las sociedades paralelas surgen siempre que un Estado no quiere asumir sus obligaciones fundamentales. Francia equiparó integración a otorgar la nacionalidad a los migrantes, pero no a integración social.
"A pesar de que en Alemania no existen barrios de identidad étnica cerrada", analiza por su parte el experto en migración de la Universidad de Osnabrück Klaus Bade, "no se puede decir que aquí no vaya a ocurrir lo mismo", pues el Estado se ha tardado mucho en asumir a sus migrantes como conciudadanos, no como extranjeros de segunda y tercera generación. La integración, coinciden Bade y Cohn-Bendit, comienza con la inversión a tiempo en estructuras sociales. "Las consecuencias sociales de una integración tardía son mucho mayores que una integración a tiempo", concluye Bade.