Odio a Occidente crece en Afganistán
27 de febrero de 2007El atentado frente a la base militar estadounidense de Bagram, la principal en Afganistán, durante la visita del vicepresidente de Estados Unidos Dick Cheney, es una demostración de la encrucijada en que, realmente, se encuentra allí Occidente. Los talibanes lo saben y hacen macabra gala de su poderío: el jefe de los rebeldes talibanes, Kari Yousif Ahmadi, reivindicó el atentado en el que murieron unas 20 personas, afganos en busca de trabajo en la base aérea, y describió con lujo de detalles a Abdul Rahim, el joven terrorista que se inmoló.
Pero éste es apenas otro de los tantos ataques que sólo en 2006 mataron a 4.000 personas, entre ellos a 200 soldados extranjeros. La misión que obligó a Cheney a desplazarse a Asia Central tenía justamente que ver con la preocupación sobre el fortalecimiento de las fuerzas talibanes.
Washington quería advertir al presidente de Pakistán, Pervez Musharraf, que si no hacía más por contener a los milicianos que usan su territorio para refugiarse y entrenarse le recortará las ayudas financieras, cosa que Cheney en efecto hizo antes de viajar a Afganistán en donde, premeditadamente o por coincidencia, lo recibieron con bombas y sangre. Para el mismo vicedirector de la CIA, Stephen Kappes, hay “evidencias convincentes" sobre el resurgimiento de Al Qaeda en territorio pakistaní.
¿“Inminente” ofensiva talibán?
Todo apunta a un resurgimiento de la organización islamista derrocada en diciembre de 2001 y que aún albergaría a Bin Laden, el terrorista más buscado del mundo. Incluso el Gobierno afgano, secundado por sus aliados extranjeros, advierte de una ofensiva sangrienta con el inicio de la primavera boreal, cuando comience el deshielo en las próximas semanas.
Los talibanes cuentan con cerca de 6.000 combatientes listos para luchar contra tropas extranjeras y afganas en Afganistán. “El ataque es inminente”, aseguró el mismo líder militar de los rebeldes islamistas, el mulá Dadullah, a la cadena árabe Al Yazira.
Por su parte, el secretario general de la OTAN, Jaap de Hoop Scheffer, ha dicho que las tropas de la Alianza “abortarán cualquier intento de los talibán de iniciar la ofensiva”. “De Hoop Scheffer, manifestó que los combatientes que están escondidos en túneles, entre otros lugares y podrían llegar a ser 10.000. “Cuanto más crece el número de soldados judíos y cristianos, tanto más se sienten alentados los afganos a unirse a nosotros”, replica, por su lado, Dadullah.
El mulá Dadullah, quien perdió una pierna en la guerra contra la ocupación soviética en la década de los 80, está considerado como un estrecho colaborador del máximo líder de los talibán, el mulá Omar. Antes de la caída del régimen talibán, Dadullah formaba parte del directorio talibán, de diez miembros.
Progreso democrático mínimo pero importante
Para las fuerzas de la Alianza las amenazas terroristas van en serio. Tom Collins, portavoz de la Fuerza Internacional de Asistencia a la Seguridad en Afganistán (ISAF), prevé “duros enfrentamientos en ciertas regiones”.
En todo caso, todo indica que la OTAN no dejará sólo a Hamid Karzai, y menos ahora que tiene mucho más que defender, aunque sea a un débil Gobierno y un incipiente pero esperanzador curso democrático iniciado tras su entrada al país en 2003.
La ISAF y las fuerzas de la coalición liderada por Estados Unidos cuentan actualmente con 46.000 soldados en Afganistán. Un contingente cuyo pie de fuerza no está asegurado a largo tiempo.
La arriesgada y controvertida misión da más pie a la incertidumbre que a otra cosa, a pesar de los gestos de apoyo de Londres y Camberra. Mientras Canadá quiere reducir la ayuda, Gran Bretaña enviará otros 1.400 soldados tras no lograr persuadir a la mayoría de los miembros de la OTAN que incrementen las fuerzas que combaten a los talibanes, como dijo al Parlamento londinense el secretario británico de Defensa, Des Browne.
Maestro promotor del odio
Pero de la mano del renacer militar talibán viene el apoyo ofrecido por figuras antidemocráticas como la del veterano sheikh islamista, Mohammad Asif Mohseni, llamado “el Khomeini de Afganistán. Un país en donde mientras los antidemócratas queman escuelas, él abre una “universidad islamista” e invierte millones de dólares en un canal de televisión propio llamado “Tamadon”, o Civilización, que pronto comenzará a emitir su pensamiento contra Occidente y su odiada “civilización”.
Pero la posición de esta parte es decidida. “Occidente debe ganar la guerra en contra de los militantes islámicos en Afganistán o enfrentar ataques en sus propias naciones, ha advertido el secretario general de la OTAN, Jaap De Hoop Scheffer.
"Nos guste o no, Afganistán es un frente de batalla en la lucha contra quienes quieren destruir la base de nuestras sociedades", dijo en Kabul junto al presidente afgano, Hamid Karzai, en donde no dejó de advertir que "si no tenemos éxito en Afganistán, Al Qaeda nos atacará en Europa, así como lo hizo en Estados Unidos".