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Opinión: Nada peor que la exclusión

22 de julio de 2018

En el momento de gloria, la diversidad étnica en el fútbol se celebra. Pero, cuando las cosas van mal, emerge el racismo. Un escándalo, opina Joscha Weber.

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Rassismus im Fussball -  Benito Raman
Imagen: picture alliance/dpa/B. Thissen

Domingo por la tarde, 18:54, Campo de Marte, París. En una pantalla gigante a los pies de la Torre Eiffel se suceden las imágenes en directo de la final del Mundial de fútbol masculino celebrado este 2018 en Rusia. El gran momento ha llegado. El árbitro se lleva el silbato a la boca y hace sonar el pitido final. En París estalla un volcán. Es una erupción de alegría. En este segundo se manifiesta la fuerza emocional del fútbol.

"Este es un momento de entusiasmo, de optimismo, de exaltación de todo el pueblo”, celebra Laura. Es parisina y, naturalmente, hoy lleva puesta la camiseta de su selección, de color azul. Sus ojos todavía están húmedos de las lágrimas de alegría que ruedan por sus mejillas mientras da rienda suelta a sus sentimientos ante el micrófono de DW. "Es una locura. La selección ha dado ejemplo, ha sido una unidad y ha mostrado cohesión. Es un ejemplo para todo el país”.

La Francia que podría ser: unida, igual, exitosa

Apenas han pasado unos instantes desde el pitido final y ahí está de nuevo la analogía entre los once y la nación. ¿La selección francesa, un conjunto armonioso y multiétnico como símbolo de una nación igualmente diversa y exitosa? Como ya ocurrió en 1998, cuando Francia ganó el Mundial con una selección también compuesta por jugadores blancos y no blancos, se vuelve a hacer esta comparación. Y, como hace 20 años, esta vuelve a cojear.

En la misma noche de la victoria, tanto en París como en otras ciudades de Francia se produjeron altercados. Los vándalos, muchos de ellos de los barrios desfavorecidos y periféricos y no pocos con un trasfondo migratorio, destruyeron negocios y prendieron fuego a coches. La hora de júbilo también sirvió a la nación para recordarle sus grandes problemas sociales. Principalmente, que los jóvenes de piel oscuro o con nombres que suenan a árabe y que hacen sus vidas lejos del terreno de juego apenas tienen vías de ascenso social. En este sentido, la selección francesa era más bien una proyección de la Francia que podría ser: unida, igual, exitosa.

Mezut Özil, cabeza de turco

Lo que ocurre cuando ni siquiera se logra el éxito pudo verse en Alemania. A la pronta derrota de la Mannschaft le siguió un descabellado debate sobre Mesut Özil: la culpa es del turco. El centrocampista se convirtió en una cabeza de turco en las redes sociales y también para algunos responsables de la Federación Alemana de Fútbol, ello a pesar de que algunos de sus compañeros tuvieron un rendimiento aún peor. Naturalmente, Özil no se hizo ningún favor con el ominoso encuentro que mantuvo con el presidente de Turquía, Recep Tayipp Erdogan, ni con el silencio que guardó después. Pero los insultos discriminatorios en masa dirigidos contra este oriundo de Gelsenkirchen, de padres turcos, son una bofetada para la Alemania supuestamente liberal. Muestran que el racismo, por desgracia, todavía no ha sido desterrado. Ni de la sociedad, ni del fútbol.

Weber Joscha Kommentarbild App
Joscha Weber, periodista deportivo de DW

Cruces gamadas entre los aficionados, plátanos lanzados a jugadores no blancos, cánticos discriminatorios desde las gradas, jugadores blancos que rehúsen el apretón de manos obligatorio de sus contrincantes con otro color de piel. Igual que antes, el racismo sigue encontrando su lugar en el fútbol.

Discriminación, también en el Mundial

El problema es que solo unos pocos luchan con convencimiento por la obviedad de la igualdad de derechos en el fútbol. El brasileño Fernandinho, de piel oscura, fue amenazado de muerte y recibió insultos racistas tras su gol en propia puerta en los cuartos de final frente a Bélgica. En las redes sociales, el sueco Jimmy Durmaz fue tildado de "terrorista suicida” y amenazado igualmente de muerte por hacer cometido la falta que Toni Kroos convirtió en una victoria para Alemania.

El resultado es que, cuando una selección étnicamente diversa se hace con el título, los jugadores no blancos como Kylian Mbappé o Paul Pogba son celebrados como estrellas y sus camisetas se cuentan entre las más vendidas. Pero cuando el equipo fracasa, algunos aficionados abrazan antiguos reflejos racistas: los jugadores que descienden de inmigrantes son criticados mucho más rápidamente e incluso llegan a ser amenazados de muerte. En pleno 2018. Un escándalo mucho más grande que una eliminación prematura del Mundial.

Autor: Joscha Weber (EAL/MN)

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