Papá en las horas de asueto
4 de marzo de 2005Hoy en día los futuros papás alemanes suelen acompañar a sus mujeres a los cursos de preparación del parto. En el 90% de los casos también están presentes durante el alumbramiento. Lógicamente, casi todos saben cambiar pañales y no tienen dificultad alguna en llevar a los retoños a jugar a la plaza los fines de semana. ¿Ha llegado, por fin, la hora de la igualdad? Ni pensarlo. Porque hay un punto muy importante, y por completo ajeno a los aspectos biológicos obvios, que sigue diferenciando claramente a hombres y mujeres: generalmente son ellas las que posponen su desarrollo profesional debido a los hijos.
Igualdad legal
En Alemania, la legislación intenta ayudar a las parejas a repartir más equitativamente el desafío de conjugar el trabajo con el cuidado de los pequeños. Desde el 2001, trabajadores y empleados pueden reducir su jornada laboral si tienen familia. El gobierno configurado por socialdemócratas y verdes ha consagrado legalmente el derecho a tomar tres años sabáticos tras el nacimiento de un hijo. Algo así como unas vacaciones postnatales, sin goce de sueldo, que pueden tomar ya sea la madre o el padre, con la garantía de poder reintegrarse a su puesto al cabo de ese período.
En la práctica, las que hacen uso de esta posibilidad son en su inmensa mayoría las mujeres. Apenas un 5% de los hombres en condiciones de acogerse a este beneficio lo aprovecha, según datos del Ministerio alemán de la Familia.
Paternidad vs. éxito laboral
No es que los hombres no se interesen por cuidar a sus bebés. Por el contrario. Diversos estudios sociológicos demuestran que hasta un 70% de los alemanes desearía reducir su jornada laboral al tener un hijo. No obstante, la mayoría sigue trabajando 40 horas a la semana o más. Y la perspectiva es sombría, porque en estos momentos de dificultades económicas, diversas empresas demandan aumentar la jornada laboral para abaratar costos.
La raíz del problema radica, por lo visto, en que un hombre que quiera hacer carrera no puede permitirse el lujo de no estar ahí en el momento justo, ni permitir que se ponga en duda su voluntad de comprometerse ciento por ciento con su empresa. Lo mismo ocurre en el caso de las mujeres, pero su opción por la familia no acarrea, además de los perjuicios laborales, una sutil condena social como la que experimentan los hombres que anteponen otras cosas a su trabajo. Ellas al menos pueden contar con ser consideradas buenas madres. Ellos, en cambio, corren el peligro de que se les reproche falta de ambición y no tener mentalidad triunfadora. Mientras eso no cambie, las disposiciones legales serán sólo una gota en la arena.