Somos Venezuela: el nuevo señuelo de Maduro
9 de febrero de 2018Durante meses, analistas del acontecer latinoamericano han coincidido en que, para poder mantenerse en el poder, el hombre fuerte de Caracas, Nicolás Maduro, y el gobernante Partido Socialista Unido de Venezuela (PSUV) necesitan recuperar la legitimidad que han perdido a los ojos de las democracias occidentales debido a sus tendencias totalitarias. De ser así, el oficialismo parece seguir dando pasos en la dirección equivocada. El pasado 23 de enero, la Asamblea Nacional Constituyente (ANC) –que carece de reconocimiento internacional por haber sido creada en circunstancias reñidas con la Constitución– decretó que los comicios presidenciales pautados originalmente para diciembre de 2018 debían realizarse antes de mayo.
Esa moción fue interpretada dentro y fuera del país como un acto de sabotaje contra las negociaciones de República Dominicana, que quedaron suspendidas sin que los emisarios de Maduro les garantizaran votaciones transparentes a sus adversarios. El 25 de enero, por orden de Maduro, el Tribunal Supremo de Justicia le pidió al Consejo Nacional Electoral (CNE) que excluyera a la mayor alianza de grupos opositores –la Mesa de la Unidad Democrática (MUD)– del proceso de revalidación de partidos, alegando que, si admitiera su participación, algunos de sus miembros incurrirían en el delito de doble militancia. Poco después, el CNE se negó a aceptar que una de las formaciones antichavistas más populares formalizara su inscripción.
Rivales neutralizados
Primero Justicia –la que más votos obtuvo en los comicios parlamentarios de 2015– no podrá competir en la carrera por la presidencia. Maduro, en cambio, fundó un partido a última hora para que su candidatura a la reelección no tuviera solamente el respaldo del PSUV, lo hizo validar por el CNE y lo presentó en un acto multitudinario el pasado miércoles (7.2.2018). Su nombre: Somos Venezuela. Si no lo ha hecho hasta ahora, el sucesor de Hugo Chávez frente al timón de la “Revolución Bolivariana” debe retirarse formalmente del PSUV para no ser acusado de doble afiliación. Esto obliga a preguntar qué tan arriesgada puede ser esta jugada para un dirigente que heredó casi todo su capital político de “el Comandante”.
“Yo no creo que Maduro esté buscando romper con el PSUV. Él lo que quiere es obtener votos en sectores de la sociedad distintos de los que tradicionalmente han apoyado a ese partido. Y es que, actualmente, el voto de los militantes y simpatizantes del PSUV no basta para ganar una elección presidencial”, le explica a DW Héctor Briceño, profesor en el Centro de Estudios del Desarrollo (CENDES), adscrito a la Universidad Central de Venezuela. Al ser consultado por la emisora caraqueña Unión Radio, Óscar Schemel, director de la encuestadora Hinterlaces y miembro de la controvertida ANC, señaló que el índice de popularidad de Maduro oscila alrededor del 33 por ciento y puede llegar a un 40 por ciento si convence a los votantes independientes.
Deslinde imposible
Briceño sugiere que Maduro tiene en la mira a quienes no se definen ni como chavistas ni como antichavistas, a una nueva generación de electores y también a aquellos que se sienten defraudados por la gestión del PSUV. “Para poder convocarlos a las urnas, Maduro debe hacer propuestas novedosas y usar un lenguaje distinto del articulado por el partido de Gobierno. En términos de mercadeo electoral, Somos Venezuela le da la oportunidad de reinventarse”, agrega el docente del CENDES. A juicio de Jesús Azcargorta, autor del libro Los partidos monopólicos latinoamericanos: incubación, evolución y persistencia de un modelo, Maduro puede estar tanteando el terreno para “construir su propia casa” y escapar de la sombra de su mentor, Chávez.
¿Acaso se está distanciando también de los altos funcionarios del PSUV acusados por Estados Unidos, Canadá y la Unión Europea de violar derechos humanos sistemáticamente, incurrir en actos graves de corrupción y enriquecerse con el narcotráfico? Hasta el momento, Maduro no ha sido objeto de medidas punitivas. “En ese caso, yo no creo que deslindarse del PSUV le sirva de mucho; por sí sola, la imagen de Maduro fuera de Venezuela ya está en entredicho. Yo pienso más bien que, con Somos Venezuela, él trata de erigir una nueva estructura que le permita, por un tiempo, recibir financiamiento del Estado –como lo hace el PSUV– y controlar mejor las relaciones clientelares con sus acólitos”, sostiene este politólogo venezolano radicado en Rostock.
Un nombre cuidadosamente escogido
Azcargorta duda que Somos Venezuela sea un proyecto de larga duración: “El chavismo ha creado instancias de participación recurrentemente para luego dejarlas caer en el olvido. Hay numerosos ejemplos y apuesto a que Somos Venezuela será otro”. Según el autor de Los partidos monopólicos latinoamericanos, este es uno de los rasgos que distingue a la nación sudamericana de los otros países estudiados para su libro: México, Cuba y Nicaragua. “El desplome del sistema de partidos en Venezuela durante los años noventa fue radical y lo que quedó en su lugar fue un virtual sistema de partido único”, subraya Azcargorta. También Briceño da por sentado que la de Somos Venezuela es una estrategia diseñada para responder a la actual coyuntura nacional.
“No pienso que se trate de una táctica aislada; el chavismo se ha caracterizado por desarrollar planes de aplicación simultánea en época de elecciones. El PSUV movilizará a sus seguidores más leales y Somos Venezuela puede cumplir dos funciones: seducir a los indecisos y estimular la abstención entre los potenciales votantes opositores, como lo hizo la organización antichavista Soy Venezuela de cara a los comicios regionales del 15 de octubre de 2017. No es obra de la casualidad que Somos Venezuela, el nuevo partido de Maduro, le haya robado la identidad aSoy Venezuela, la coalición de opositores radicales liderada por María Corina Machado y Antonio Ledezma que se separó de la MUD el año pasado”, apunta Briceño. Las elecciones presidenciales han sido pautadas para el 22 de abril.
Evan Romero-Castillo (ERS)