Tras las huellas de Roma con una legión del siglo XXI
7 de agosto de 2008Armada con el escudo y espada de los legionarios, el espíritu aventurero de los germanos y el bagaje del ciudadano, la Legio XV Primigenia recorrió a las órdenes del centurión Alexander Schneider los 100 kilómetros que separan las ciudades de Bergkamen y Xanten, en el Estado alemán de Renania del Norte Westfalia, siguiendo el cauce del río Lippe y las antiguas rutas romanas.
“Queremos reproducir lo más auténticamente posible la vida de un legionario romano”, explica Schneider a Deutsche Welle, “de esa reproducción forman parte dificultades y tareas que hoy ya no son habituales.” La primera dificultad: las dos semanas que duró la marcha. Y eso, vestidos de pies a cabeza como verdaderos miembros de la legión.
Como verdaderos legionarios
“Cada día avanzamos 10 kilómetros. Eso es más o menos lo que andaban los legionarios durante la época del Imperio. Al principio no estábamos seguros de si las sandalias romanas iban a ser capaces de soportar estas distancias pero han soportado todo el camino, y eso que van cogidas sólo con agujas y tiras”, dice Schneider.
Tampoco hace dos mil años se libraban los legionarios de las ampollas, aunque sus pies, más acostumbrados a las sendas de tierra y los zapatos duros, no debían sufrir tanto como los de los 20 historiadores aficionados que se han prestado a esta singular expedición. “Además, las sandalias son muy planas. Por las noches lo notas en los talones”, se queja el centurión.
Pese a que la fidelidad histórica en la vestimenta les ocasiona más de un inconveniente, los marchantes han respetado hasta el último detalle. También en la limpieza corporal se permiten sólo utensilios de la época. La noche se pasa en tiendas de campaña. A las seis de la mañana es hora de levantarse, recoger el campamento e iniciar la caminata del día.
Los animales llevan su carga en arneses especialmente confeccionados para la ocasión. El pan se elabora a diario en hornos de barro y los cereales se recolectan al instante de los mismos campos. El agua y la posca, la mezcla de agua y vino que constituía la bebida tradicional de la armada romana, se trasportan ánforas.
Comida a la romana
Entre los 20 miembros del grupo hay algunos empleados de museos, pero los historiadores profesionales aparecieron sólo el primer día y después abandonaron la marcha. “Lo que hacemos no tiene nada que ver con la ciencia. Muchas cosas nunca se han llevado a la práctica, así que nos toca improvisar”, comenta Jurjen Draaisma, un joven legionario.
Con gladius, la corta espada romana, segmentata, la armadura de la legión, el escudo romano y, como buen legionario, su bolsa con cereales, queso y embutidos, Draaisma carga cada día 40 kilos. “Cada noche me alegro de estar en al campamento, descansar un rato y comer algo caliente, como los romanos en su época”, dice.
Incluso en la alimentación mantienen la autenticidad romana estos caminantes. El panadero del grupo, Wilhelm Smitmans, tiene que apañárselas con lo que encuentra en el equipaje, en las granjas cercanas o en los márgenes del camino: “Lo que más comemos son cocidos y verduras autóctonas. Y una papilla de cereales que se llama plus y que cocino casi a diario”.
Un punto álgido para Smitmans llegó cuando pudo hacer uso de una sartén plegable de hierro fabricada a imagen y semejanza de un ejemplar que se encuentra en el museo de Xanten. “No se podía hacer un filete”, recuerda, “pero con mucho amor y aceite de oliva conseguimos cocinar huevos revueltos para 17 personas.”